El mundo del arte es un terreno abonado para las relaciones complicadas, donde suelen prodigarse las envidias, los ninguneos y las traiciones. El artista ingenuo no suele sobrevivir a las voraces depredaciones de sus contemporáneos, aunque, en algunos casos, los más singulares, pueda hacerlo su obra.
Un caso menos conocido, pero mucho más relevante para la vida y la obra de su autor, así como para los avatares ulteriores de su familia, es la mantenida por Leopoldo Alas Clarín y el obispo de Oviedo, Ramón Martínez Vigil. Este obispo, misterioso, culto, intrigante, fue el verdadero antagonista de Leopoldo Alas Clarín, su máximo oponente y detractor. El mitrado fue el primero en hacer una lectura ideológica de La Regenta —nada más aparecer su primer volumen, sin esperar a la publicación del segundo—, que no solo predeterminó su recepción en Oviedo, sino que reforzó su condición de novela de clave a nivel nacional; así como igualmente fue el solapado responsable del subrepticio edicto que decretó la damnatio memoriae sobre el legado intelectual de Leopoldo Alas Clarín.
Una damnatio memoriae todavía vigente, cuyo influjo puede seguirse en las sucesivas corporaciones del Ayuntamiento de Oviedo —43 desde la muerte de Leopoldo Alas Clarín—, sin que ninguna de ellas, me recuerda José Galán, le haya brindado «el reconocimiento institucional que se le debe». Tampoco existe un lugar de recepción que acoja y recoja el universo clariniano en Oviedo, como sucede en otras ciudades de España y de Europa con sus autores dilectos. El visitante que quiera conocer dónde escribió Alas Clarín La Regenta se encuentra sin ninguna orientación oficial y sin indicación alguna en el edificio de la calle Uría donde compuso su memorable novela, así como tampoco de los diferentes lugares donde vivió Leopoldo Alas y elaboró Su único hijo. Tampoco, y esto no puede considerarse un símbolo menor, se ha repuesto La imagen de la verdad desnuda de hipocresía en la trasera del monumento del Campo San Francisco. Pero, todavía existe otro solapamiento más sutil y, por lo tanto, más oprobioso, que hace más patentes las subrepticias restricciones devenidas de la damnatio memoriae decretada por fray Ramón Martínez Vigil y sus adláteres, por mucho que a los estudiosos siga sorprendiendo su tácita influencia —aunque de manera más tamizada— en Oviedo. Uno de ellos, quizá el más llamativo, se encuentra en el entorno de los premios Príncipe de Asturias, ahora Princesa de Asturias. Sabido es que los discursos del rey, luego leídos por el príncipe (ahora por la princesa), siempre han tenido, dada su importancia, una cuidadosa elaboración, por lo que tradicionalmente se ha tenido en cuenta para ciertos aspectos el asesoramiento de un núcleo importante de personalidades de Oviedo. Pues bien, en casi 40 años de premios se han citado escritores asturianos de diferente hondura y enjundia, pero en ninguno de ellos se ha hecho una mención, una referencia, al escritor más relevante que ha dado Asturias y que no es otro que el silenciado Leopoldo Alas Clarín. Ciertamente, hubo un tiempo en donde el marco histórico era favorable para estos silencios, pero ahora también los inveterados reductos de estas retardatarias élites encuentran fácilmente acomodo en un contexto igualmente afín: el de los tiempos líquidos bajo el predominio de lo cursi.
El lector foráneo de La Regenta no encontrará en Oviedo apenas memoria de Alas Clarín, salvo los renglones de su novela, inscritos con indeleble tinta en sus calles, pero siempre podrá sentarse, para descansar de su infructuosa y ardua búsqueda, en uno de los bancos recientemente inaugurados en el entorno comercial de la antigua estación del Vasco, en donde podrá leer con sorpresa, sobreimpresos, una serie de poemas. Algunos, los menos, de verdaderos poetas (supongo que para justificar el engendro), del resto, mejor guardar un piadoso y compasivo silencio. El lector foráneo, sin salir de su asombro, buscará todavía algún texto de Alas Clarín, pero solo encontrará anodinos versos dignos de Trifón Cármenes. Un despropósito.
No es extraño, sobre todo teniendo en cuenta su incidencia en la obra de Leopoldo Alas Clarín (tanto en la recepción de La Regenta como en el resto de su producción literaria y periodística, así como en sus derivadas de índole social, cuyo interés transciende lo meramente literario), que los estudiosos de su obra se hayan centrado últimamente en la enigmática y escurridiza figura de fray Ramón Martínez Vigil. Un personaje determinante, no solo para Alas Clarín, sino para la conflictiva relación que el sector dominante de la ciudad ha mantenido hasta la fecha con la figura y la obra del escritor ovetense. En esta personalidad catedralicia, y en su relación con Alas Clarín, se centra el último estudio realizado por Yvan Lissorges y Jean François Botrel, reconocidos hispanistas y especialistas en la obra del hacedor de Guimarán. Los dos estudiosos, a los que los consumados clarinistas reconocen como máximas autoridades en la materia, se han unido para escribir este libro conjuntamente, titulado Leopoldo Alas, La Régente et L’ÉVÊQUE (Leopoldo alas: La Regenta y el obispo). Este hecho, por sí mismo, lo convierte en excepcional; debido a que los dos investigadores, después de una larga indagación clariniana (por ejemplo, la biografía de Yvan Lissorgues resulta indispensable para cualquier acercamiento al autor de La Regenta: Leopoldo Alas, Clarín, en sus palabras; o el Clarín periodista de Jean-François Botrel), sienten la necesidad de profundizar en esta relación, la mayoría de las veces subrepticia, que ha condicionado la percepción de la obra clariniana, especialmente en Oviedo.
El libro, escrito a cuatro manos, sorprende por su amenidad y por las numerosas cuestiones que ilumina y documenta, a veces por primera vez. Los dos profesores analizan el contexto en el que se ha desarrollado la memorable obra clariniana, describiéndonos no solo al escritor —del que nos desvelan su intimidad creativa—, sino al comprometido profesor universitario. Leopoldo Alas Clarín cobra vida en estas páginas, los dos especialistas nos devuelven íntegras sus inquietudes, anhelos y preocupaciones, así como el latido social de aquel Oviedo que, sorprendentemente, nos resulta tan parecido al actual. Los dos investigadores llegan a preguntarse sobre ¿quién era Ramón Martínez Vigil?, el poliédrico obispo de Oviedo. A despejar estos interrogantes y a secuenciar sus múltiples facetas, así como a interpretar y discernir las relaciones, a veces tortuosas, que mantuvo con el escritor a lo largo del tiempo, se han aplicado con concreción los dos investigadores. Leopoldo Alas: La Regenta y el obispo, además de un lúcido relato, es una presentación de pruebas, tal vez para que los investigadores continúen ahondando en esta relación tan controvertida, en la que los especialistas no acaban de ponerse de acuerdo.
Yvan Lissorgues y Jean-François Botrel dejan abiertas las posibles interpretaciones, si bien parecen inclinarse por la presuposición de que los dos agonistas consiguieran finalmente eliminar asperezas, aunque quizá porque Alas Clarín desconociese los solapados movimientos realizados en contra de sus intereses por el obispo de Oviedo, quien no dudó en poner en juego, en más de una ocasión, su cátedra universitaria. Y es que el mundo del arte, aunque fray Ramón Martínez Vigil no fuera un declarado artista, sino un alambicado obispo, es un terreno abonado para las relaciones complicadas, donde suelen prodigarse las envidias, los ninguneos y las traiciones.
El libro, todavía no traducido y publicado en España, es todo un acontecimiento investigador y literario, al darse cita dos maestros, dos ilustres investigadores y especialistas en la obra de Leopoldo Alas Clarín —Yvan Lissorgues y Jean-François Botrel, quienes deliberadamente parecen querer culminar conjuntamente su periplo clariniano con esta obra: Leopoldo Alas, La Régente et L’ÉVÊQUE—, para esclarecer la soterrada relación de Alas Clarín con su obispo.
La literatura también tiene sus reparadores contrastes y sus felices paradojas, como si el amor declarado por el autor de La Regenta a la patria de Renan y de Zola le fuera devuelto con creces por estos eximios hispanistas.
En el comentario sobre Clarín, se habla de todo y no se llega a nada. Todo queda forzadamente sugerido y sin detalle alguno.
¿Leopoldo Alas, silenciado? Me tuve que tragar su novela con quince años, junto a ‘San Manuel Bueno, mártir’ y ‘Trafalgar’ (la única que no me deprimió). Siempre me ha llamado la atención que los profesores mandaran leer autores republicanos o novelas que debilitaran el sentimiento cristiano infantil (que no era otra cosa). Silenciada está Concha Espina, Jacinto Benavente, los hermanos Álvarez Quintero, Foxá, Manuel Machado, Ramón Pérez de Ayala (aunque era republicano, dijo lo que dijo de Azaña) y muchos otros a los que ni se mencionaba en Literatura Española cuando hice BUP. A otro perro con ese hueso.