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Lepisma, el coronavirus y la pronunciación del Jedi

Lepisma, el coronavirus y la pronunciación del Jedi

Corría 1983 cuando oí hablar del coronavirus por primera vez, y lo sé porque fue en el patio de la escuela, mientras explicaba la película que había visto en el cine: El retorno del Jedi.

—No se dice Yedi, se dice Yedai —me interrumpió Daenerys Gutiérrez, una chica que hacía muy poco que había recalado en nuestro colegio y que solía sentarse sola en la última fila. Inmediatamente se arrepintió de haber alzado la voz y bajó los ojos, ruborizada; reconozco que, de forma muy cobarde por mi parte, ese gesto me envalentonó y me puse algo gallito

—A ver, tía, que dices unas cosas más raras que tu nombre, que nadie lo ha oído en la vida. Que vi ayer la peli y sabré yo cómo lo dicen, ¿no? ¿Qué es eso de Yedai? Yedai, suena a Yoplait, jajajaja.

—Pues si tú has visto tres episodios, yo he visto los nueve capítulos de Star Wars —replicó, en voz casi inaudible y con la vista fijada en el suelo.

—¿Star Wars? ¿Y eso qué diablos es?

—Creo que es como se dice La Guerra de las Galaxias en inglés —señaló alguien.

—Jajajajaja, menuda listilla

—También he visto Rogue One y la película de Han Solo, así que no te rías de mí —su voz seguía siendo un susurro y me acerqué mas a ella—. Aparta, por favor, que me vas a pegar el coronavirus

—¿El coroqueeeeeé?

Sonó el timbre y tuvimos que regresar a las clases. Esa conversación no continuó, pero sí que quedó grabada para siempre en mi memoria. Daenerys fue ganándose fama de excéntrica (eufemismo de chiflada) y no acabó de cuajar en el colegio ni en el barrio, y siguió siempre sola, en el pupitre y fuera de él. Cuando en 1999 se estrenó Star Wars: La amenaza fantasma y ya no volvió a escucharse el término Yedi, yo ya hacía años que no veía ni había vuelto a saber nada de la chica de nombre extraño: un nombre que no volví a escuchar hasta el 2011, cuando comenzó a emitirse Juego de tronos y algunas familias, ignorando cómo iba a desarrollarse el personaje, bautizaron así a sus hijas. En 2016, cuando escuché que se estaba rodando Rogue One, un spin-off de Star Wars, comencé a sospechar que ya eran demasiadas las casualidades y que quizás Daenerys Gutiérrez fuera una especie de viajera en el tiempo o algo así. Y quedaba por saber qué era eso del coronavirus, que no sonaba demasiado bien. Lo supe en 2020, justamente el año en el que la volví a ver, ya que ambos estábamos ingresados en el psiquiátrico de Carfax. Al reconocerla me dio un vuelco el corazón, y antes de atreverme a dirigirme a ella hablé con el doctor Seward. 

—Daenerys Gutiérrez, sí, un caso muy curioso —he de reconocer que el psiquiatra hablaba conmigo con más confianza que con el resto de pacientes—. Tiene 46 años, pero afirma que los vive desordenados. Es decir, está convencida de que el año pasado fue el 2014 y que ahora estamos en 1982. Durante este año, por ejemplo, no sabe qué es un móvil ni qué es internet, pero está expectante porque cree que España va a organizar un Mundial de Fútbol y ayer mismo se enteró de que Naranjito va a ser su mascota.

Un día, en el patio, como tantos años atrás, pero en esta ocasión en el de un sanatorio, me atreví a hablarle.

—Daenerys, quiero pedirte perdón por lo que te dije hace tantos años, y por no haber estado contigo cuando la gente te daba de lado. Pero ahora voy a estarlo.

—Perdona, ¿nos conocemos? Si es así perdóname tú a mí, porque no lo recuerdo —y sonrió de una manera que me hizo recordar que ella estaba en 1982, antes de que nuestros destinos se cruzaran por vez primera.

—Quizá tengas razón y tengamos ahora la oportunidad de conocernos de verdad. Me han dicho que aquí no te creen, pero no te preocupes, a mí tampoco. ¿Sabes que yo soy amigo de un pececillo de plata que habla?

—No, pero explícamelo, por favor.

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