Mucho me extrañó que en un lugar fuera de todo tiempo, espacio y lógica como es el psiquiátrico de Carfax se celebrara el Día del Libro, y que además vinieran autores consagrados y/o mediáticos a firmar sus obras. La segunda sorpresa fue cuando el doctor Seward me informó de que una de las dos casetas que se instalarían este año estaría ocupada por Bram Stoker. Miento: pensando dónde estaba y con quién hablaba, el autor de Drácula era la opción más lógica; aunque llevara muerto más de un siglo, unas cuantas cajas de la tierra natal del literato podían obrar milagros.
Fue muy amable, aunque no aceptó el ágape con el que le agasajamos, ya que afirmó que él nunca bebía vino, y me firmó mis ejemplares de La guarida del gusano blanco, La joya de las siete estrellas y La dama del sudario: curiosamente la novela sobre el vampiro transilvano es la única de sus obras para la que no he encontrado tiempo. Tiempo de sobra sin embargo, que sí que tuve para hablar con el escritor; me explicó su relación con Henry Irving, lo que se sentía al morir de sífilis y me respondió a todo aquello que le pregunté durante aquella tarde lluviosa. No en vano era el único de los internos de Carfax que se interesó por él.
Creo que aún no os había comentado que en la otra caseta estaba Belén Esteban firmando Ambiciones y reflexiones.
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