Era 2019 y estaba ingresado en el psiquiátrico de San Humbértigo (creyendo aún que su nombre era Carfax) cuando la serie Juego de tronos llegó a su fin.
El hecho es que muchos de nosotros estábamos en el manicomio por confundir realidad y ficción mientras que en el resto del mundo, en el de los pretendidos cuerdos, ambos conceptos se mezclaban alegremente: la fiscalía pedía dos años de cárcel para un humorista por reírse de un personaje ficticio con discapacidad, actores y actrices acosados porque eran confundidos con el personaje que representaban, o se boicoteaban películas, obras de teatro o series como si ello fuera un modo de hacer política.
Hace ya unas semanas que me dieron el alta, y ahora estoy en casa: escucho a un alcalde decir que una escritora recientemente fallecida no es merecedora de ser hija predilecta de su ciudad, y que si se le da tal distinción será sólo para que le aprueben los presupuestos. Cambio de canal, hay una “tertulia” (las comillas nunca son gratuitas: estas me han costado diez céntimos) en la que se “debate” (diez más) sobre la cuestión, y me percato de que a nadie le interesa su obra; los creadores ya no son vistos como tales, sino como símbolos políticos. Esta es roja, es de los míos, ese es un facha, he de despreciarlo… aunque no he leído a ninguno de los dos.
Me acabo el café; está muy bueno, no puedo negarlo, pero no lo he disfrutado. Empiezo a echar de menos la achicoria que nos daban en San Humbértigo.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: