Son varios los pacientes ingresados en Carfax por padecer un trastorno de identidad disociativo: una decena, concretamente, aunque como entre los diez suman al menos cuarenta y siete personalidades ocupan un pabellón entero para ellos solos y no sufren los problemas de espacio que tenemos que soportar los demás.
En el caso de que los pececillos de plata tuvieran hospitales psiquiátricos, os aseguro que ninguno de ellos estaría interno por este trastorno; Lepisma Saccharina me explicó que la personalidad múltiple es algo inherente a estos insectos, y el no añadir periódicamente alguna nueva identidad a su alma es un síntoma inequívoco de desnutrición; creo que fue Borges el que dijo que somos lo que leemos, y en el caso de estos bichitos es literal.
Según Lepisma, cuando uno de ellos está próximo a fallecer, las distintas personalidades que ha ido adquiriendo a través de sus lecturas se van desvaneciendo hasta que finalmente queda sólo el individuo primigenio, que exhala un último suspiro al que denominan epílogo. Eso cuando nos referimos a una muerte por causas naturales, no a una muerte por pisotón, que es la que los humanos intentamos proporcionar cada vez que nos encontramos a uno de estos pequeños artrópodos en nuestro hogar. Pero sobre eso hablaremos otro día.
O no.
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