Que sí, que ya sé que internet ha ayudado a su expansión, pero lo de los bulos y las conspiranoias no son algo de ahora. Por eso cuando eras pequeño un perro se comió tus deberes y “el profe me tiene manía” era tu respuesta para casi todo. Lo que yo no sabía es que cuando me internaran en el sanatorio de Carfax iba a conocer a personajes tan pintorescos como el hombre que repartía cromos impregnados de droga a la puerta de los colegios; también al que compró un cocodrilo y al crecer lo tiró a las alcantarillas, generando el terror en el subsuelo de Nueva York, o a Vanessa, la niña, ahora rozando los cuarenta, que vivió un curioso percance con su perro, un bote de mermelada y Ricky Martin, todo ello emitido en un programa llamado Sorpresa, sorpresa. Ellos y otros personajes similares ocupaban un pabellón anexo al edificio principal del psiquiátrico, rodeado por una elevada verja, y apenas tenían contacto con el resto de pacientes.
Hasta que Carfax decidió abrir perfiles en todas las redes sociales.
No sé si esto tuvo algo que ver con el que desapareciera la valla que separaba los dos inmuebles, pero lo cierto es que ambos hechos coincidieron en el tiempo. Aunque siguieran viviendo en su propio espacio, al interactuar con el resto de internos sus estrafalarias ideas empezaron a cuajar entre los que, como yo, vivíamos en el edificio principal; y a partir de entonces las conversaciones sobre reptilianos, intraterrestres y conspiraciones judeo-masónicas pasaron a ser la banda sonora habitual en todos los rincones. Solo un pequeño detalle nos diferenciaba: ellos tenían su propio menú. Consistía en esa pizza que decías en tu casa que te había sentado mal para disimular tu evidente borrachera, y zumo natural: un zumo que bebían con la máxima rapidez posible, ya que si no se le iban las vitaminas.
Ellos (llamémosles así) son los que más hablan, son los que más alzan la voz, han ido cogiendo todo el protagonismo y el patio es suyo. Pero entre el resquebrajado cemento del claustro comienzan a surgir briznas de esperanza: en voz baja somos algunos ya los que nos atrevemos a defender teorías ahora revolucionarias como que la tierra es redonda o que las vacunas salvan vidas.
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