Tenía razón Pound al afirmar que la literatura son noticias que seguirán siendo noticias. Pausa versal, una selección de los ensayos más representativos de Denise Levertov, editados por Vaso Roto, debería acaparar la primera plana de la actualidad poética en cuanto a la reflexión sobre el poeta y su proceso creativo e implicación en los acontecimientos sociopolíticos contemporáneos. Una voz que regresa para orientar a los que han perdido el hilo que los conecta con el origen de la creación y se aferran a la cadena de producción de los juntaletras para no caer en un vacío conceptual. Y, sobre todo, social; asunto incluso más preocupante en esta era del like que nos asola.
A la vez que ofrece su visión referencial sobre la función del poeta y su poder proteico e inconsciente, Levertov resuelve la cuestión estética analizando la anatomía de los poemas, el aparato locomotor que facilita su vuelo o baile e impide dotarlos de un mero movimiento mecánico de ir hacia adelante —habilidad que otorga a la prosa—. Incita al creador a que conozca las herramientas y todas sus posibilidades; a que observe las grietas de la composición y las rellene con el oro de los espacios y los silencios —como en el arte del kintsugi— respetando la respiración, sus pausas versales, las sangrías que son como balcones panorámicos en medio de la travesía, y a que escuche el eco de los maestros que antes de ellos hicieron el camino. A leer a Shelley, Rilke, Pound, Duncan, Williams o Anne Sexton, pero también a explorar lo que ocurre en las distintas coordenadas de nuestra civilización. Así lo hizo la poeta y recogió los tributos no solo de sus expediciones poéticas de costa a costa en el país que la adoptó, sino a través de la relación epistolar con sus influencers, a los que veneró y cuestionó después. Y esa es la actitud, basada en el proceso de pensar/sentir, que marcará su trayectoria vital y literaria.
Y en el trasfondo de esta selección de ensayos, tan oportunamente escogidos, reposa una intención irrenunciable: dotar a la poesía de un halo redentor capaz de devolverle a los ojos la facultad de anticiparse a la mejora de la civilización y, más aún, de concederle el talento de visionar los significados ocultos en las cosas. «Nuestra conciencia se ha quedado muy rezagada por detrás de nuestras acciones», denuncia mientras insta al poeta a alistarse en las milicias místicas. Si la religión ha sido habitualmente un asunto político, ¿puede ser la política un objetivo poético? Shelley declaraba que los poetas son los legisladores secretos del mundo. ¿Es posible, entonces, agotar toda posibilidad de guerra a través de la saturación de imágenes de paz? ¿Puede la imaginería poética acabar con todo conato beligerante? Suena a una revolución, pero a la inversa, que dotaría a la poesía de un superpoder algo naíf si pretendiera conseguir un efecto inmediato. Sin embargo, no es así porque actúa por contagio, como la risa o el picor parasitario. Es un comienzo, el principio de algo instalado en la belleza. Una ética de inspiración estética. Es como ponerse unos limpiaparaguerras en los ojos y ver de pronto la exuberante paz intrínseca que nos rodea. Algo así como tomarse un psicotrópico, pero controlando y sin perder la compostura.
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Autora: Denise Levertov. Título: Pausa versal. Traducción: José Luis Piquero. Editorial: Vaso roto. Venta: Todos tus libros.
Muy interesante artículo. La visión poética no es una elección al azar, ni una inspiración democrática, es un fuego elegido por los dioses hacia la mano temprana.