No voy a comentar aquí la estupidez por parte del gobierno mexicano de prohibir la venta de cerveza durante el confinamiento en México, aunque eso suponga un atentado mayúsculo contra miles de trabajadores de la industria, agricultores y pequeños, pequeñísimos comerciantes que viven de ella y que no se explican la medida gubernamental de vetar una bebida así. ¿Se imaginan que prohibieran la venta de cerveza en Alemania o la venta de vino en España? Pues así como lo escribo. Pero ya digo, no voy a hablar de esto, sino de lo que ocurre más o menos igual a otro producto básico: los libros, o, mejor dicho, las librerías. Resulta que ante el abandono a su suerte por parte de las autoridades culturales mexicanas, quienes siguiendo sin rechistar las órdenes de su máximo jefe, el presidente Andrés Manuel López Obrador, de no emplear ni un céntimo en apoyar a la iniciativa privada en sus negocios porque, como declaró el tlatoani la semana pasada, “si hay quiebra de una empresa, pues que sea el empresario el que asuma la responsabilidad, o los socios o accionistas, porque el Estado tiene que proteger a todos y no actuar otorgando privilegios para nadie” (?), tres de las editoriales independientes mexicanas más importantes (Almadía, Era y Sexto Piso) acaban de lanzar un SOS en forma de campaña, denominada “Dependientes de Lectores”, ante el riesgo de irse a pique debido a la crisis provocada por el Covid-19. Estos sellos solicitan el apoyo de sus lectores, pues con las librerías cerradas y las ferias del libro canceladas las editoriales en México están en riesgo de suspender sus operaciones. “La economía del libro independiente es muy precaria y muy frágil: no es una economía de acumulación sino de subsistencia que, en el mejor de los casos, vive al día. La interrupción de la cadena del libro a causa de la pandemia se ha vuelto una amenaza mortal para nosotros”, señalan en un comunicado, donde lamentan que la situación se agrava en estos momentos, ya que programas como Biblioteca de Aula o los convenios de coedición con la Secretaría de Cultura han sido desmantelados por el gobierno actual, lo que hizo que las editoriales dependieran exclusivamente de la venta en librerías. “Pero si están cerradas”, indican, “no hay forma de tener flujo de caja”. Así que la pandemia puede ser “el tiro de gracia para la precaria y frágil edición independiente” en México, un país en el que, como sostiene Diego Rabasa, integrante del consejo editorial de Sexto Piso, “el sector del libro está en crisis”. Los editores han grabado un vídeo en el que escritores como Eduardo Antonio Parra, José Gordon, Brenda Navarro, Bernardo Esquinca o Verónica Gerber, así como traductores, empleados de esos sellos y lectores llaman a apoyar a las editoriales. Guillermo Quijas, director de Almadía, explicó que su principal dificultad en estos momentos es el cierre de librerías, el canal más importante de promoción de sus títulos, ya que al no tener gran capacidad de distribución ni libros comerciales, el acceso de los lectores a sus libros prácticamente desaparece con el cese de actividades debido a la pandemia, y encima la venta de libros electrónicos o en línea, según Quijas, ni siquiera llega al 10 por ciento de los ingresos generales. Así que la campaña “Dependientes de Lectores” es para que las personas ayuden a generar algunos ingresos que permitan a las pequeñas editoriales operar durante estos meses y los venideros, y para que no desaparezca la producción de sus títulos, porque en México no hay UCI ni respirador ni nada parecido para este sector, que ya muestra síntomas claros de asfixia. ¿Resistirá su sistema inmunológico?
ESTRATEGIAS PARA EL LIBRO.
No lo van a creer, pero es la cruda realidad. Ante los desafíos que enfrenta la industria editorial mexicana, ahora por la contingencia sanitaria y antes por la necesidad de lectores y después por las precarias políticas culturales, resulta que no solo es necesario trabajar en pro de las editoriales o las librerías, sino “pensar de otra manera” en las necesidades del lector. Me explico, o mejor, lo explica una empleada de la industria editorial mexicana, cuyo rimbombante cargo la designa como “directora de Estrategia Digital, Mercadotecnia y Comunicación”; o sea, jefa de ventas y de prensa dos por uno (los subrayados son míos): “No hay un camino, me parece que hay muchos, y dentro de eso hay carreteras que debemos seguir. En estos momentos no recomendaría tratar de posicionar una marca, porque es momento de responder a un contenido. Más bien recomendaría pensar, hoy más que nunca, en el consumidor, en los lectores”. Esta docta señora participaba en una sesión del ciclo así llamado “Conversaciones para hacer que los libros se vean”, organizado por un ente también así llamado “Metabooks México”, donde la estratega de marketing recordó que cuando empezó a plantearse el cierre de actividades no esenciales a raíz de la pandemia, las “discusiones” cambiaron de giro no solo en la parte de la estructura organizativa, sino a qué elementos terminan por ser más importantes dentro del sector editorial. “Las discusiones han ido en torno a qué es más importante: el autor, el contenido o el lector. Al final es la combinación de los tres, pero en un tiempo tan específico como éste, mi recomendación es mirar al lector. Qué requiere o qué necesidades tiene ese lector, qué contenidos posees tú para poder ofrecérselos: es muy importante definir qué podemos realizar de cara a estos lectores”. Esta “experta” está convencida de que tras la contingencia se observarán cambios hasta en la edición, porque los editores de antaño, que con una intuición maravillosa encontraban grandes joyas literarias, también verán transformada su actividad, dijo sin despeinarse. Y se quedó tan pancha.
FRIDOLATRÍA
La cabrona insolente, la artista discapacitada, el símbolo del feminismo radical, la víctima de Diego Rivera, el icono chic, la mujer hermosa y a la vez monstruosa. Aunque la figura de la pintora mexicana Frida Kahlo (1907-1954) se ha convertido en símbolo de lucha por los derechos de las mujeres y su propia biografía se impregnó de los ideales más nobles del comunismo y el combate político, la banalización que ha sufrido alcanza la burda comercialización de su imagen en llaveros, bolsos, pósters e incluso una muñeca Barbie sin su ceja característica, procesos que para la escritora Valeria Luiselli (Ciudad de México, 1983) son repelentes porque la vacían de significado, la trivializan y convierten su vida y su trabajo en pura fachada. Pero también son una ristra de adjetivos contradictorios que arrojan luz sobre la manera en que se ha interpretado este singular personaje a lo largo de los años, y que sirve de punto de partida a la autora de obras como Los ingrávidos o Niños perdidos, para escribir el prólogo de la nueva edición de la biografía Frida, de Hayden Herrera, publicada por Taurus, donde Luiselli recorre las diversas caras públicas de Kahlo y el nacimiento de lo que denomina la “fridolatría”, un fenómeno que abarca desde la explotación comercial caníbal de su imagen hasta la vigencia de su obra y su influencia en la cultura actual, y cuyas reflexiones la llevan a afirmar que Frida ha salido ilesa del escrutinio mundial, a pesar de que “todo, cuando es explotado comercialmente, experimenta un vaciado de significado; como cuando se explota la tierra y se vuelve árida”, pues los productos artísticos y de la mente humana, dice, “cuando son explotados, se convierten durante un tiempo en tierra yerma”, algo que no obstante, en el caso de Frida Kahlo, no ha ocurrido porque su obra y su vida por sí mismas son más poderosas que una bonita película o una colorida camiseta. Menos mal.
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