La situación es francamente desastrosa. La otrora poderosa maquinaria editorial del Fondo de Cultura Económica y de la Secretaría de Cultura del Estado mexicano es hoy una enclenque imprenta que apenas publica uno que otro librito, con papel estraza para abaratar costes y una tinta que deja los dedos negros como si se hubieran metido en un saco de carbón. Hay una larga lista de libros que tiritan de frío en los congeladores del sello estatal, que asumió para sí desde hace dos años y medio todo proyecto libresco de ambas instituciones, y no tienen para cuándo publicarse, porque con la llegada de la administración lópezobradorista se decidió cortar de cuajo y echar abajo sin ton ni son cualquier cosa realizada por administraciones anteriores, incluidos los proyectos aprobados, contratados y pagados, en los que se habían empleado no solo dinero sino muchas horas de trabajo serio y dedicado de muchos profesionales, sin el menor respeto por esas creaciones y el esfuerzo empeñado en ellas. Y no hablo de obras como las infumables sesiones parlamentarias, ni las somnolientas memorias de políticos que se autoelogiaban editando su bazofia, tampoco de obras que se contrataran por puro ornato. No. Se trata de libros que abordan temáticas de interés social, literatura arriesgada, crítica respecto al devenir del mundo; obras, pues, que hablan a la sociedad y no al poder. ¿Qué está ocurriendo? Me cuentan que la tacañería presupuestaria respecto a todo lo que huela a cultura es descomunal, inquebrantable, y que al jefe del ejecutivo no le importa un carajo el asunto. ¿Libros?, ¿cultura? Bah, lujos innecesarios. En México lo que hace falta es más petróleo y refinerías, infraestructuras turísticas aunque se lleven los ecosistemas por delante, y que se sigan editando más ejemplares de la Cartilla moral para que no se descarríe la plebe. En suma: mucho ajo y agua, que en español castizo quiere decir: a joderse y aguantarse.
LÓPEZ VELARDE, CENTENARIO LUCTUOSO
Con tanta celebración por su centenario luctuoso, la tumba del poeta Ramón López Velarde (1888-1921) se cimbra. Conciertos, mañanitas, exposiciones, ciclos de conferencias, talleres literarios sobre su obra… Una apoteosis festiva y un derroche. Pero la cuestión central, leer su obra y entenderla, solo ha tenido un punto culminante: la concesión del Premio Iberoamericano Ramón López Velarde, cuyo jurado decidió galardonar al escritor Ernesto Lumbreras por su valiosa aportación al estudio de este escritor y, en particular, por su libro Un acueducto infinitesimal (Caligrama, 2019), un magnífico estudio basado en la consulta y discernimiento de una amplia variedad de fuentes, en el cual Lumbreras (Jalisco, 1966) repasa la trayectoria profesional, la evolución literaria y las peripecias vitales del autor de La suave patria y ofrece una amplia reconstrucción del clima político, intelectual y literario de la época. Una obra que incita a leer a López Velarde, único homenaje posible cien años después de su muerte, porque como dijo el propio Lumbreras, todo poeta que escribe en español debería pasar alguna vez por esta estación que es, al mismo tiempo, una medida, un rasero y una estrella polar.
SIGLO XXI EDITORES YA TIENE NUEVOS PROPIETARIOS
Después de muchos dimes y diretes, el Consejo de Administración de Siglo XXI Editores aprobó a Jaime Labastida el traspaso de su mayoritario paquete de acciones a las empresas editoriales Capital Intelectual de Argentina y Clave Intelectual de España, cuyo propietario es Hugo Sigman, a través del Grupo Insud, el cual reúne a empresas dedicadas al desarrollo científico y tecnológico y la cultura, y entre cuyas actividades están la edición de Le Monde Diplomatique para el Cono Sur y la versión en español de The New York Review of Books. Tras una durísima asamblea de accionistas celebrada el pasado mes de marzo, la dirección de Siglo XXI Editores, empresa fundada en 1966 por Arnaldo Orfila y que dirigía Labastida desde hace 30 años, decidió rescindir los acuerdos con Merkcent Consulting and Funding, S.A. de C.V. y optó por negociar con Capital Intelectual de Argentina y Clave Intelectual de España, y el 10 de junio pasado llegaron a un acuerdo preliminar de adquisición. A partir de ahora, veremos la suerte que corre el emblemático sello editorial en su nueva andadura. Ojalá logren devolverle el esplendor que un día tuvo.
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