La librería es pequeña. Eso hace que la selección de libros que colman las estanterías sea exquisita, con apenas un puñado de best sellers entre muchas buenas ediciones de libros clásicos y contemporáneos. A pesar del reducido tamaño del establecimiento no falta un detalle. Ni siquiera la inevitable sección de audiolibros en una esquina. También encuentro una selección de novelas que tienen la ciudad de Frankfurt como escenario y, para mi sorpresa, una estantería de libros en español en la que reconozco los nombres de algunos buenos amigos.
A la derecha, hay baldas colmadas de botellas de vino. De ahí el nombre, supongo. La librería se llama Buch & Wein, que se traduce literalmente como «Libros y vino», y se encuentra en la céntrica Berger Straße. Me dirijo al tipo que está tras el mostrador, que parece ocupado en escribir algo en una libreta.
—Buenas tardes. Vengo a la presentación del libro de Rosa Ribas.
Asiente varias veces sin mirarme, así que creo que me ha entendido a pesar de mi rudimentario alemán de Duolingo.
—Es aquí al lado.
Me sorprende su respuesta en un correctísimo castellano. Ya imaginaba que en un establecimiento tan pequeño iba a ser complicado hacer una presentación, así que sigo sus indicaciones y tomo un callejón angosto y mal iluminado que hay junto a la librería.
El callejón da a un patio. La ausencia de carteles u otras indicaciones me hace preguntarme si no me habré confundido. La única señal de vida es una puerta entornada. Me acerco y, sin estar aún seguro de lo que hago, llamo con los nudillos.
Abre una mujer. Me examina de arriba a abajo y, tras darme el visto bueno, se echa a un lado para invitarme a pasar.
—Bienvenido.
Debe de haberme catalogado al momento como español, ya que me saluda en un castellano que es aún mejor que el de su colega. Le doy las gracias y me apresuro a entrar antes de que cambie de idea.
La estancia es espaciosa y dispone de varias mesas alargadas y bancos de madera. A un lado hay una pequeña cocina y una barra tras la que sirven bebidas y aperitivos. Está iluminado de forma exigua con velas, flexos y pequeñas lámparas que proporcionan una cómoda sensación de familiaridad. El sitio tiene algo de clandestino y me recuerda a una de esas tabernas secretas que fueron tan populares en tiempos de la Ley Seca.
Hay una veintena de personas charlando, riendo y bebiendo a mi alrededor. La disposición de las mesas hace que al sentarte quedes codo con codo con tu vecino, desapareciendo así toda intimidad. Puede que sea esa la intención, ya que cuando tomo asiento me veo envuelto rápidamente en una conversación en español sobre libros y detectives con varias personas a las que no conozco de nada.
Es agradable, para qué negarlo.
Me parece maravilloso que un acto alrededor de la lectura y los libros esté envuelto en este aura de secretismo, como si de algo prohibido se tratase. La idea tiene cierto romanticismo. Cuando empieza la presentación, todos callamos para escuchar a Rosa Ribas hablar sobre su última criatura, Un asunto demasiado familiar (Tusquets, 2019), una novela muy entretenida y, sobre todo, escrita de una forma exquisita.
* * *
Una particularidad de Frankfurt, y no sé si del resto de Alemania, es su relación con el consumo de alcohol. Está tan socialmente aceptado que es frecuente ver a gente bebiendo a cualquier hora del día y en cualquier lugar o situación. En una obra que hay cerca de casa, por ejemplo, los albañiles suelen tomarse un descanso a media mañana que riegan con algunos vasos de vino. Hay incluso sucursales de grandes cadenas de supermercados que venden sólo y exclusivamente bebidas.
Esto me genera un sentimiento contradictorio. Por un lado, me parece formidable la sensación de libertad que transmite esta forma de pensar y el hecho de que cada cual pueda hacer lo que le apetezca sin que nadie vaya a juzgarle por ello. Ayer mismo vi a una chica que esperaba el metro con una lata de cerveza en la mano, lo que me pareció algo tan natural y, al mismo tiempo, tan llamativo que me sorprendió que nadie le dedicara la más mínima atención. La gente bebe en la calle, en los parques e incluso en el transporte público. En verano, los márgenes del rio Main se llenan de grupos que se sientan en la hierba y beben, charlan y ríen con el fabuloso skyline de la ciudad de fondo. Algunos incluso se llevan sillas de playa para estar más cómodos.
Por otro lado, también he vivido alguna situación desagradable con el consumo de alcohol como telón de fondo. El otro día iba en el autobús y se me sentó un borrachín al lado. Fue bastante educado, pero iba tan cocido que sus efluvios corporales me resultaron insoportables. Tanto es así que me vi obligado a buscar otro asiento, lo más alejado posible de él y del hedor a alcohol que emanaba por cada poro de su cuerpo.
Si bien la cerveza alemana tiene fama internacional, la bebida típica de Frankfurt am Main es el Apfelwein. Se traduce literalmente como «vino de manzana» y es una especie de sidra con un sabor seco y áspero. Existen establecimientos en los que la producen de forma artesanal y la sirven en las tradicionales vasijas de barro con los colores gris y azul de Hesse. El Apfelwein se bebe en unos vasos llamados Gerippten y es tan popular que existe incluso un rascacielos cuyo diseño emula la forma de estos vasos: la Westhafen Tower.
* * *
Al acabar el acto aprovecho para hablar un rato con Rosa Ribas. Me cuenta que siempre presenta sus novelas por primera vez en Buch & Wein, ya que tiene muy buena relación con sus dueños, Gabrielle y Hubert. Cuando me los presenta, se muestran muy interesados por mis libros. Les encanta España, viajan allí con asiduidad y me ofrecen preparar una lectura de alguna de mis novelas más adelante. Accedo, naturalmente.
La velada en la trastienda de Buch & Wein da para mucho. Allí conozco a Klaus Spänne, un periodista que acaba de publicar su primera novela, un thriller ambientado en Mallorca titulado Mallorca bis in alle Ewigkeit (Emons Verlag, 2019). Conectamos enseguida, así que no tardamos en empezar a conspirar para hacer algo juntos en el futuro. Es un contacto interesante.
Vuelvo a casa por calles vacías, envuelto en el húmedo y frío otoño alemán, aunque todavía albergo en mi interior la calidez de la agradable velada en Buch & Wein. Me prometo a mí mismo que no tardaré en volver. Pasar la tarde entre amigos siempre es un buen plan, sobre todo si hay libros de por medio. La escritura de mi nueva novela me obliga a pasar muchas horas en soledad, enfrentándome al texto y tratando de sacar lo mejor de mí. Escribir es un acto cruel, que pone a prueba tu autoestima demasiadas veces. En este oficio siempre es más lo que se desecha que lo que se termina aceptando. El primer borrador de La tragedia del girasol (Suma de Letras, 2018), por ejemplo, tenía cerca de seiscientas páginas, pero tras las sucesivas correcciones se quedó en apenas cuatrocientas. Todo lo accesorio fue eliminado.
Por eso, da gusto hacer una pausa de vez en cuando y disfrutar de lugares como la librería Buch & Wein, donde se puede hablar de libros, de escritura, de proyectos y del proceso creativo de cada cual. En apenas unas horas se ha convertido en un lugar de referencia, un punto de peregrinación al que es probable que venga con asiduidad.
Si vienen por aquí, no dejen de visitar esta librería. Es un bello oasis en medio del ajetreo y el bullicio del resto de la ciudad.
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