Foto de M. Lanie Fazie
La literatura de Lisa Tuttle se mece como el viento entre islas inhóspitas y valles misteriosos que evocan los paisajes de las tierras del norte y mares plagados de monstruos. También explora la locura que subyace bajo la apariencia de normalidad con historias sobre traumas ocultos y vidas paralelas. El universo de esta audaz mujer, que siempre quiso ser escritora, es más fantasioso que de ciencia ficción, en su sentido más estricto, aunque se la suela catalogar dentro de este género. De hecho, y para ser más precisos, su obra de fantasía resulta tan escalofriante que Tuttle está considerada una de las mejores narradoras de cuentos de terror. Sus descripciones nítidas, corpóreas, hábiles y nada impostadas, van calando en nuestro subconsciente. Resulta inquietante, y fascinante a la vez.
El nombre de Lisa Tuttle (Houston, 1952) empezó a ser conocido a finales de los 60 por su implicación en el movimiento norteamericano Fandom (término que nació para designar a gente apasionada por un determinado tema) y por fundar su propio taller de escritura en Texas. En 1974, obtuvo el premio John W. Campbell a la mejor autora novel por su libro Spider Robinson y en 1980 decidió trasladarse a Londres para poder dedicarse de lleno a la literatura. Fue una decisión acertada, pues un año después publicó junto a un joven, y entonces desconocido George R. R. Martin, su primera novela, Refugio del viento (1981), un sorprendente y hermoso relato futurista sobre la vida de unos colonos supervivientes de un naufragio estelar en un planeta formado por islas y un mar implacable, donde algunos de sus habitantes pueden volar gracias a una tecnología ancestral. En esta novela aparecen lugares como el nido de águilas y expresiones como sangre de mi sangre (para los seguidores de la saga Juego de tronos esos referentes ya son historia). El libro acabó siendo finalista del Premio Locus, y Tuttle siguió cosechando éxitos como el Premio Nébula de Relato Corto en la categoría de Mejor Cuento, distinción que rechazó por considerar que hubo irregularidades con un participante, y el Premio BSFA al mejor relato corto en 1989 por In translation.
Desde entonces, Tuttle ha publicado numerosas novelas de ciencia ficción y literatura fantástica entre las que destacan Nido de pesadillas (1986) y Recuerdos del cuerpo (1990), así como cuentos infantiles bajo el seudónimo de Ben M. Baglio o Lucy Daniels. En el terreno de la no ficción ha escrito ensayos feministas, tales como Encyclopedia of feminism (1986), Heroines: Women inspired by women (1988), y asimismo una guía de escritura, Writing fantasy and science fiction (2002). Además, ha sido editora de dos colecciones: Skin of the soul: New horror stories by women (1990) y Crossing the border: Tales of erotic ambiguity (1998), todos ellos aún no traducidos al castellano.
La editorial Gigamesh ha recuperado recientemente uno de sus libros más fascinantes, Futuros perdidos, una novela de 1992 (nominada al Arthur C. Clarke y al James Tiptree Jr.) que narra la historia de Clare Beckett, una mujer que vive realidades paralelas hasta el punto de no saber diferenciar entre lo que es real y lo que es inventado, en un intento desesperado por sobrevivir a un lejano trauma. La protagonista es capaz de vivir así múltiples existencias, aunque el peligro del pasado y sus propios remordimientos siempre están al acecho. En esta magnífica, inquietante y, a ratos, terrorífica novela, Tuttle le otorga un papel fundamental a los sueños, como clave para resolver el presente. En mi opinión, este libro guarda reminiscencias con la obra maestra Recuerda, de Alfred Hitchcock, y en algunos momentos también con la fábula de Alejandro Amenábar Abre los ojos, o con La llave de Sarah, de Tatiana de Rosnay. Lisa tiene la capacidad, gracias a su desbordante imaginación y capacidad para narrar de una forma visual, de hacernos sentir en la piel de sus protagonistas. El lector debe, simplemente, dejarse llevar.
Gracias a autores como Lisa Tuttle este género, reservado a aquellos que son capaces de imaginar mundos paralelos que se nutren de ciencia y fantasía, ha rescatado a cientos de lectores, jóvenes en su mayoría, que de otra manera no se habrían aficionado a la lectura. El mérito está en hacer creíble lo que no ha existido, dotarlo de personalidad, paisajes, lenguas propias (como hiciera Tolkien con el élfico), incluso de sabores y olores. Civilizaciones que viven coexistiendo, ayudando a escapar y a soportar los límites de las nuestras realidades. En nuestro país tenemos algún otro buen ejemplo de ello, como es el caso de la replicante del futuro Bruna Husky, creada por la excelente Rosa Montero en uno de los libros referentes con mayor número de lectores dentro de la ciencia ficción.
—¿Cómo y cuándo empezó a escribir?
—Para mí, el deseo de escribir y contar historias se remonta tan lejos como alcanza mi memoria. Se debió de desarrollar al mismo tiempo que aprendía a leer. Cuando tenía ocho o nueve años ya escribía historias cortas (¡muy cortas!) y escribí el primer capítulo de un libro que nunca llegaba a completarse. Normalmente eran historias fantásticas, a menudo inspiradas en los libros que leía. Mis favoritos eran sobre niños que tenían aventuras mágicas, como los que veía en los libros de Edward Eager (Half-Magic, Knight’s Castle, The Time Garden, etc.) y E. Nesbit (Los cinco y eso, Historia de un amuleto, etc.). También me encantaban las historias de fantasmas.
—¿Qué autor o autores le han influido? ¿Y cuáles son sus libros favoritos?
—¡Es prácticamente imposible nombrar solo a un autor favorito! Entre los que me han gustado siempre, incluiría (sin seguir un orden concreto) a Ray Bradbury, Carol Emshwiller, Elizabeth Hand, George Orwell, E. Nesbit, Edith Wharton, Henry James, M.R. James, W. G. Sebald, Theodore Sturgeon, Sarah Waters, Margaret Atwood y Joyce Carol Oates. Más recientemente, los libros que me han inspirado, entretenido y sorprendido son Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enríquez, Willnot de James Sallis, y Los interesantes de Meg Wolitzer. También disfruto con las novelas de Maigret, de Georges Simenon.
—Su obra se ha catalogado casi siempre dentro del género de la ciencia ficción, aunque usted se ha decantado más por la fantasía o el terror.
—Creo que he sido clasificada como una escritora de ciencia ficción porque cuando empecé a escribir (en la década de los años setenta) la ciencia ficción era la categoría general en la que se incluía toda clase de literatura fantástica; a mí siempre me ha encantado la ciencia ficción, especialmente los trabajos de Ray Bradbury y Theodore Sturgeon, y los de nuevos escritores más experimentales que forman parte del movimiento New Wave. Aunque siempre he escrito historias de fantasía oscura y horror (o terror), no fue hasta la década de los ochenta que por fin se reconoció como una categoría independiente. Gran parte de mi trabajo es fantasía, por encima de la ciencia ficción, y la mayoría ha caído en este lado más oscuro… No me entusiasma definirme a mí misma como una escritora de terror pero intento escribir historias extrañas e inquietantes, por encima de cualquier otra cosa.
—¿Qué es el miedo para usted y qué clase de miedo quiere transmitir a sus lectores? ¿A qué le teme?
—¡Esta es una pregunta muy interesante! Alguien probablemente podría escribir un libro entero sobre la cuestión de qué es el miedo. No creo yo pueda hacer justicia con mi respuesta a esa pregunta aquí. Cuando estoy escribiendo, trato a menudo de provocar miedo en el lector, y la mejor manera para lograrlo (creo yo) es escribir sobre lo que me inquieta y me da miedo a mí. Hay muchas clases de miedos —todos sabemos cuáles: muerte, enfermedad, abandono, miedo ser acorralado o encerrado, a estar solo o a estar indefenso ante una situación desagradable—, pero una historia, en mi opinión, no comienza con un miedo, sino con una imagen, frase o idea, generalmente procedente de una persona, en una situación concreta. Futuros perdidos comenzó con la idea de una realidad alternativa, la cual como concepto científico supone que estaría completamente separada de la otra, pero yo me preguntaba cómo sería sentir una experiencia así, si uno pudiera de alguna manera conectar con sus yos alternativos en estas otras realidades. Para mi relato corto El nido me inspiré en la visión de los nidos de grajos en los árboles sin hojas mientras conducía por la invernal campiña inglesa, mientras buscaba casa junto a mi pareja. Para otro relato corto, Nido de pesadillas, me inspiré viendo un pedazo de madera podrida infestada de termitas y otra clase de insectos, en una vieja casa de Texas. La idea de una infestación en una vivienda procede de la visión de algo similar sucediéndole a un cuerpo humano; en la conexión de ambas se desarrolla esta historia.
—¿Con qué clase de historias se siente más cómoda escribiendo?
—Estos días no me siento cómoda escribiendo sobre desesperanza o temas tristes, que me obsesionaban cuando era joven. ¡Tal vez siento que ahora hay demasiado de esto en el mundo y prefiero buscar otras alternativas! Pero es más fácil decirlo que hacerlo. Me gusta escribir historias que combinen realidad con fantasía, y me gusta que sean historias ambiguas, de manera que el lector no acabe de estar seguro de lo que es real y lo que no. No es que me sienta especialmente cómoda escribiendo sobre cosas inquietantes, pero parece ser que es el estilo que se me da mejor.
—¿Le gusta la ambigüedad?
—¡Me encanta la ambigüedad en ficción!
—¿Cómo nacen los increíbles mundos imaginarios que crea? Como lector, uno puede llegar a verlos y sentirlos, palparlos, algo muy importante en esta clase de novelas.
—Comprendo por qué me lo pregunta. Como lectora, me he preguntado a menudo lo mismo sobre el trabajo de otros escritores: ¿cómo consigue este autor que el mundo y los personajes que ha creado sean tan reales que me haga creer que existen de verdad? Como escritora, me esfuerzo constantemente en trabajar para lograrlo, porque también sé que lo que funciona para un lector no siempre satisface a otro diferente. Básicamente, lo hacemos lo mejor que podemos. Henry James dijo una vez: «Trabajamos en la oscuridad, hacemos lo que podemos y damos lo que poseemos. Nuestra duda es nuestra pasión y nuestra pasión es nuestra tarea. El resto es la locura del arte«.
—¿Le resulta difícil abandonar esos universos creados, una vez finalizada la escritura?
—No. Estos permanecen. Pero yo no tengo que quedarme en ellos. Hay siempre tantas posibilidades, tantos lugares que quiero explorar…
—Los sueños o ensoñaciones son recurrentes en su trabajo. ¿Son importantes para usted?
—Siempre me han fascinado. Los sueños son muy importantes para mí. Pero si se refiere a si me gustaría convertir un sueño mío en una historia, no tanto. Los sueños pueden ser inspiraciones, pero rara vez hacen buenas historias.
—Creo que todas sus historias y personajes nacen de una realidad cotidiana y cercana. ¿Es realmente así?
—Sí, parto de la realidad. También como lectora prefiero historias que sienta que están conectadas con el mundo real, antes de cualquier intrusión de lo imposible o lo fantasioso. Esto es lo que me interesa como escritora. Me gusta situar mis historias en un lugar y situación en los que me sienta familiarizada, pero luego quiero que suceda algo diferente allí. Me gusta la sensación de desplazarme entre dos existencias, la sensación de fronteras siendo empujadas entre diferentes realidades.
—El arrepentimiento me parece el desencadenante de la historia de Clare Beckett en Futuros perdidos. ¿Existe algún remordimiento personal en este libro, algo que eche de menos, tal vez alguna clase de vida que le hubiera gustado vivir?
—No, simplemente estaba fascinada con la idea de un camino no tomado, las oportunidades perdidas y, en general, todas las vidas diferentes (incluyendo la mía propia y la de mis personajes de ficción) que podrían haber sucedido. Cuando uno es joven, casi todo parece posible. Puedes marcharte y conseguir un trabajo, encontrar un nuevo amigo o amante, encontrarte a ti mismo en medio de una aventura fascinante. Pero cada decisión que tomas cierra otras posibilidades (aunque el camino que estés recorriendo se bifurque en muchas otras direcciones). Pero en mi vida no hay un gran arrepentimiento, o pesar, como le sucede a Claire. Su situación era mucho más interesante que cualquiera de mis qué hubiera pasado si… de mi propia vida.
—¿Cree usted en la existencia de vidas paralelas?
—Sí. Pero su existencia es probablemente algo que nunca podremos experimentar. Y aunque pudiéramos, podría hacer posible viajar en el tiempo, pero sería un viaje sin retorno, impidiendo la posibilidad de volver a lo que solía ser tu propia realidad.
—¿Cómo fue la experiencia de trabajar con George R. R. Martin? ¿Repetirán alguna otra vez otro proyecto en común?
—Escribir Refugio del viento con George fue una experiencia maravillosa. Durante años hablamos de escribir otro libro juntos, pero no estábamos nunca preparados al mismo tiempo y no sé si hubiera funcionado en los años posteriores tan bien como al principio. Después de todo, cuando hicimos esta colaboración éramos los dos veinteañeros, estábamos en el inicio de nuestras carreras y tratando de encontrar nuestra voz individual, nuestro propio estilo; creo que ahora sería mucho más complicado fusionar nuestros estilos de la misma manera, aunque por otro lado la facilidad que permite internet y la experiencia que ambos hemos ido consolidando sería de gran ayuda. Pero —como George y todo el mundo sabe— hasta que él no acabe de escribir la saga de Canción de hielo y fuego no puede iniciar ningún otro libro. George me invitó a unirme a la serie Wild Cards pero… nunca he sido fan de los libros y cómics de superhéroes, y no creí que fuera a encajar.
—Una vez dijo que le encantaría viajar en el tiempo. ¿De dónde procede esta idea?
—¿Hay alguien a quien no le gustaría viajar atrás o adelante en el tiempo para ver lo que sucede? Por supuesto, ¡pero solo lo haría si estuviera segura de poder regresar a mi tiempo de nuevo! No me gustaría quedarme atrapada. La idea de ir a París en 1880 o 1920 y encontrarte (o simplemente poder espiar a) artistas y escritores famosos me resulta especialmente tentadora.
—Y si pudiera viajar al pasado, ¿qué cambiaría?
—¡Creo que no me atrevería a cambiar nada! He leído y pensado demasiado sobre las consecuencias indeseadas de hacer algo así. Pero sería maravilloso si la Primera Guerra Mundial se hubiera podido prevenir. Creo que, de ser así, viviríamos en un mundo muy diferente, para bien, si el progreso no se hubiera detenido por la guerra en 1914. Y si no hubiera habido una Primera Guerra Mundial, tampoco habría ascendido al poder Hitler, y en consecuencia, tampoco habría habido una Segunda Guerra Mundial. También me atrae mucho la idea de salvar la vida de Abraham Lincoln. De hecho, he estado pensando en escribir una historia de viajes en el tiempo sobre esta idea en concreto.
—¿Se adaptó bien a la vida londinense? ¿Cree que el género fantástico o de ciencia ficción está más reconocido y es más fácil de publicar en Europa que en otros lugares?
—Disfruté viviendo en Londres, pero me costó más tiempo adaptarme del que pensaba. La cultura en Inglaterra era diferente a la americana, y las similitudes que había visto eran solo superficiales. Siempre había pensado que América es el gran mercado para la fantasía y la ciencia ficción, y en menor medida estaban otros países de habla inglesa (como Inglaterra, o Australia), pero esto estaba cambiando. Es duro para mí reconocer que solo una muy pequeña fracción de libros escritos en otros idiomas eran traducidos al inglés. Esta situación ha mejorado recientemente, creo, pero tiende a suceder solo con los grandes libros —best sellers y aquellos que han sido premiados— editados en otros países, independientemente de su género. ¿Quién conoce en Europa lo que está pasando en África, Japón, India o China? En China concretamente, Liu Cixin es famoso internacionalmente… pero ¡por supuesto no puede ser el único escritor de ciencia ficción allí! No obstante, desde mis visitas a España y Francia he ido viendo cómo en estos países ha ido creciendo el número de escritores del género, mucho más que hace treinta o cuarenta años. Creo que la situación de las escritoras está mejorando también en la mayoría de los países. Por supuesto, el mundo de la edición ha cambiado profundamente, y obviamente va a continuar cambiando con la irrupción de los e-books y la autoedición, que facilita a los autores noveles dar a conocer su obra, pero el problema de conseguir una audiencia y ganar dinero escribiendo sigue existiendo, y en cierto modo es probablemente mayor en estos tiempos. No quiero intentar predecir el futuro, excepto para decir que las cosas están cambiando.
—Hay dos obras de las que ha declarado sentirse orgullosa: My pathology y My death. ¿Podría contarnos algo sobre ambas historias? ¿Por qué son tan importantes para usted?
—My Pathology es una de las más misteriosas, extrañas y enfermizas historias que he escrito nunca. Explora muchos de los temas, emociones y situaciones sobre las que he estado escribiendo durante años, pero de una forma más extrema. Trata sobre la ira femenina y la duplicidad masculina dentro de una tóxica relación sexual entre un hombre y una mujer, y también es una escalofriante historia sobre algunos de los temores y fantasías en relación al sexo y al alumbramiento (parto). My death es una obra mucho más amable y positiva (aunque también incluye una mala relación entre un hombre y una mujer), y fue un placer absoluto para mí el escribirla, algo que me absorbió completamente. Me encantó la ambientación y los personajes y me dio una manera de explorar la creatividad y las ideas como autora. Ahora siempre escribo en ordenador, pero cuando nació esa obra lo hacía con máquina de escribir. Empecé a escribir My death cuando tuve que marcharme a Londres, y aunque solo quería hacer algunas anotaciones, acababa llenando muchas páginas de mi libro de bloc de notas durante mis viajes en tren. Todas esas circunstancias combinadas la hacen muy especial para mí.
—¿Le gustaría dar algún consejo a los futuros escritores de fantasía?
—El único consejo que tengo para cualquier escritor es simplemente escribir. Escribir sobre lo que te gusta, y también sobre lo que temes; escribir, por encima de todo sintiéndote a gusto con lo que estás contando, por encima de querer encajar en el gusto de otras personas. Y jamás dejar de leer.
—Cuando un escritor no consigue tener éxito con su primera obra, el camino como escritor se hace más duro aún. ¿Qué estrategias seguir para no desanimarse?
—La falta de éxito, o reconocimiento, hace el camino más duro, pero no irrealizable. Un editor no debe abandonar aunque ese primer libro no haya tenido las ventas que se esperaba, debe buscar nuevas técnicas de marketing la próxima vez. El autor también puede probar a escribir algo totalmente diferente, o usar un pseudónimo, cambiar de editor, o recurrir a la autoedición. Cada libro es diferente. El problema de crear un escritor marca es que implica que cada libro deba parecerse a los anteriores. Pero los lectores saben que el interior del libro cuenta más que el nombre que aparece en la cubierta.
—¿Sigue buscando la magia en su vida?
—Oh, sí…
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