El mundillo literario en México está patas arriba. Un terremoto de consecuencias insospechadas ha sacudido sus cimientos y lo único seguro es que a partir de ahora el paisaje ya no será el mismo. El 22 de marzo pasado, la comunicadora política Ana G. González, publicó en su cuenta de Twitter que el escritor Herson Barona había golpeado, manipulado, embarazado y amenazado a más de diez mujeres. Algunas de esas mujeres se animaron a comentar en esa red social que ellas habían sido las agredidas por el susodicho escritor. Al día siguiente, fue creado el hashtag #Metooescritoresmexicanos y la cuenta @metooescritores para denunciar a presuntos agresores sexuales. “Si te da miedo denunciar, manda un mensaje y publicamos el nombre del agresor”, ofrecía la cuenta. El 24 de marzo, a poco más de un día de la apertura del altavoz tuitero, 134 escritores mexicanos habían sido mencionados, ocho de ellos por más de cinco personas. El terremoto había partido la tierra literaria. Decenas de narraciones sobre violencia física, emocional y sexual, casi todas anónimas, se difundieron a la velocidad del piar electrónico, contra escritores, editores, gestores culturales, columnistas y periodistas, algunos de ellos de muy reconocido prestigio. Una usuaria escribió que «la literatura también es un sistema de poder desigual, donde las mujeres sólo tenemos lugar como musas o mozas y está lleno de machitos violentos que creen que todas somos La Maga”. Escritoras, editoras, traductoras y funcionarias públicas, como Cristina Rivera Garza, Marina Núñez Bespalova, Tanya Huntington, Valeria Luiselli, Ethel Krauze o Brenda Lozano, se habían sumado al movimiento para señalar casos de violencia física, emocional o sexual contra mujeres en el seno de la industria editorial. “Ya era hora de hacer pública esta larga, demasiado larga y oscura y silenciada historia por la que hemos pasado con vergüenza, culpa y soledad muchas, muchas, muchas”, expresó la narradora Ethel Krauze desde su cuenta de Twitter. “Cómo no les voy a creer, si tengo doctorado en el tema. Busquen la solidaridad, rompan el silencio en privado si no tienen ganas de ventilar sus historias en público con tal de seguir adelante con sus trayectorias sin miedo, que es lo que más importa…”, expresó la poeta y ensayista Tanya Huntington. “Contra la violencia patriarcal, dondequiera que aparezca, en cualquiera de sus formas”, tuiteó la escritora Cristina Rivera Garza. En estos momentos, en México hay abiertas cuentas Me Too para denunciar casos de abusos sexuales en ámbitos como la publicidad, la abogacía, el cine, la educación, el teatro, la medicina, la fotografía, el mundo empresarial, la música, el periodismo o el activismo político. Es decir, las mexicanas están en pie de guerra y el sismo empieza a hacer caer a algunos pesos pesados. El asunto ha llegado a las instancias judiciales, que han anunciado que emprenderán acciones allí donde se aprecien con claridad delitos. El asunto es muy delicado, sin duda. Y los derroteros que seguirá, inescrutables.
UNA CARTA INÚTIL Y ABSURDA
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