Es un hábito en la diplomacia mexicana recurrir a escritores para nutrir su cuerpo diplomático y darle a ese funcionariado una aire de inteligencia y cultura que queda muy bien allende sus fronteras. Lamentablemente es también un hábito que algunos de esos fichajes incomoden a la Secretaría de Relaciones Exteriores, dependiendo de cómo entienden sus autoridades el ejercicio de los cargos y el hecho de que un verdadero escritor es, ante todo, una mente independiente. Es memorable la renuncia de Octavio Paz a su cargo en la embajada de México en la India, cuando el Gobierno mexicano reprimió el movimiento estudiantil de 1968 causando una matanza civil que sigue escociendo en la memoria histórica, o la de Carlos Fuentes, quien en 1977 renunció como embajador en Francia en protesta por el nombramiento del expresidente Gustavo Díaz Ordaz, responsable último de la matanza de Taltelolco, como embajador en España tras la muerte de Francisco Franco.
No obstante, el escritor lo tiene muy claro: su cese se debió a su ejercicio literario, pues Jorge publica regularmente una columna en el periódico mexicano Milenio (Agua de Azar), donde hace poco más de una semana comentó unas palabras del director de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública, Marx Arriaga, quien en una conferencia soltó que siempre había entendido “que no se trata de leer por leer, sino asumiendo que el acto de lectura es un compromiso y genera un vínculo con el texto y el autor, y en la medida que se asume este ejercicio como algo que fomenta las relaciones sociales en donde no se trata de un acto individualista de goce, sino un análisis profundo sobre las semejanzas y diferencias con los demás, se estará formando a sujetos críticos que busquen la emancipación de sus pueblos”. J.F. Hernández consideró su deber como escritor e intelectual defender la lectura como una actividad placentera, de “quienes leemos por insomnio, para viajar sin maletas a cualquier paisaje y sin reloj a cualquier hora y época”, y habló de “los que leen en voz alta para compartir una trama y los que leen en silencio para hablar con dioses, ligarse a una musa o matar a un tirano”. Por supuesto, capoteó al funcionario de la SEP y añadió que se puede leer “bajo la muy ideologizada militancia del errado o confundido bibliotecario improvisado [esto porque el susodicho Marx Arriaga tuvo un pasado inmediato como director general de Bibliotecas del que salió mal parado] que acaba de clamar algo en torno al consumismo capitalista como afán opuesto a quienes creen que leyendo reviven Playa Girón o las heridas de Camboya, cuando en realidad su tufillo más bien apesta a Pol Pot (que no es precisamente un guiso inglés), ese demente que pintó en letras rojas la condena fanática contra todo aquél que llevara lentes, gafas quevedos de diversas dioptrías, ‘pues revelan que se trata de un lector’”.
Aunque la Secretaría de Exteriores ha asegurado en sendos comunicados firmados por Márquez que el despido “de ninguna manera se trata de un acto de censura”, Hernández insiste en que el motivo detrás de su cese es “la incomodidad que genera” lo que escribe y publica, que “pudo haber afectado seriamente a uno o más funcionarios públicos”, y tras afirmar que ha sido un “alto honor representar a México en el extranjero”, este hecho no debe mermar ni clausurar la opinión personal, la capacidad de raciocinio o la búsqueda del sentido común. “Me pueden correr por cualquier otra cosa, por gordo, por feo, pero nunca por misógino”, subraya en relación a la acusación de haber insultado a la embajadora Oñate. Por el momento, Jorge, cuya inteligencia y altura literaria, capacidad de gestión y promoción cultural lo habían situado como una de las joyas de la Embajada de México en España, se siente víctima de lo que define como “estulticia oficial, fango gubernamental y el sinsentido de creer que el Estado es cosa ajena al Gobierno”. Y remata que se ha quitado un peso de encima, con lo que estamos totalmente de acuerdo, porque aquí quien ha perdido es la diplomacia cultural mexicana y el Gobierno de México, cada vez más pobre en materia gris.
MEGALOMANÍA EDITORIAL
En enero de 2020 el presidente Andrés Manuel López Obrador prometió que se iban a repartir miles y miles de ejemplares de algunos títulos emblemáticos de la literatura mexicana (“indispensables para entender la historia del país”, dijo), a razón de uno por mes, hasta septiembre de 2021. Quería “enaltecer” la historia y culminar el proyecto conmemorando los 500 años de la caída de Tenochtitlan y el bicentenario de la consumación de la Independencia. Pero terminó 2020, llegó 2021 y ni un solo ejemplar de la así llamada Colección 21 para el 21 ha visto la luz. Ahora, para el segundo semestre de este año, el Fondo de Cultura Económica, responsable de la masiva edición, que se dice alcanza los dos millones cien mil ejemplares (a razón de ¡cien mil ejemplares por título!) asegura que ya tiene impresos, listos y resguardados en sus bodegas los libros, “esperando las condiciones sanitarias para distribuirlos” (se entiende que las condiciones sanitarias óptimas). Así que tras una serie de ajustes en la selección, discusiones por derechos de autor, ires y venires, al fin parece que se distribuirán de manera gratuita obras de Elena Poniatowska (La matanza de Tlatelolco), Elena Garro (Y Matarazo no llamó), Josefina Vicens (El libro vacío), Amparo Dávila (Muerte en el bosque), Guadalupe Dueñas (Tiene la noche un árbol), Rosario Castellanos (Balún Canán) e Inés Arredondo (Río subterráneo), así como de Vicente Riva Palacio, Manuel Payno, Octavio Paz, Martín Luis Guzmán, Heriberto Frías, Guillermo Prieto, Mariano Azuela, Ermilo Abreu Gómez, Luis González y González, Emilio Carballido, Luis Villoro y Carlos Monsiváis. Ojalá sean ediciones dignas y el público al que lleguen las lea. De lo contrario será un puro y absurdo desperdicio producto de la megalomanía a la que los mexicanos ya se han acostumbrado.
¡Es que pasa lo de siempre en México! «Milenio», por si no lo saben, subió como la espuma, sobre todo, con la expropiación de Luz y F… (compañía eléctrica totalitaria y mafiosa) con Calderón. Ahora CFE es 3/4. AMLO no ataca a este periódico, de los pocos.
El problema de México es muchísimo más complejo del que nos pueda parecer, pero hay una frase (de ellos) que lo ‘resume’ todo: «Somos los cangrejos que en vez de apilarnos para salir de la cubeta, jalamos del que va demasiado alto».