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Llora mi alma de fantoche, poemas de Diego Medrano

Llora mi alma de fantoche, poemas de Diego Medrano

Llora mi alma de fantoche, de Diego Medrano (editorial Luna de Abajo), es una compilación de diez años de poesía (2009-2019). Como él mismo escribe: «Desclasado, marginal, separado, dandy, fantoche… frente a esa realidad plástica, corpórea, física (…) a salvo de sí mismo, puede por fin contarlo todo sobre aquel tiempo tabernario e inflamable donde sueños y espejismos eran la mejor prospectiva y preceptiva”.

Diego Medrano (Oviedo, 1978) ha publicado novelas (El clítoris de Camille, Una puta albina colgada del brazo de Francisco Umbral…), relatos (La soledad no tiene edad, Los sueños diurnos…), poesía (A veces cuerdo, El hombre entre las rocas…) y misceláneas literarias (Diario del artista echado a perder, Historia golfa de las monarquías hispánicas: Guía regia de descarriados…). Su correspondencia completa con Leopoldo María Panero vio la luz en el volumen Los héroes inútiles. Tiene inéditas cuatro obras de teatro, alguna pendiente de representación.

De él han dicho, entre otros, Javier Tomeo: «Marionetista con las manos en los bolsillos”, Juan Cruz: «Si es de Medrano todo puede ser posible”, y Antonio Gamoneda: «Convincente terrorista».

Zenda publica algunos de sus poemas.

Mediodía en algunos soportales
del barrio de Chueca

Me drogo junto a mi hijo porque une lo suyo
eso de compartir ciegos el mal a sabiendas…
—decía la vieja, embozada de negro viral,
las muñecas picadas, muelas del sabor ocre
de las pesadillas más familiares y raras.
Me drogo junto a mi hijo —sonreía la vieja,
voz delirada y ojos entre arrecifes—
porque negar todo parentesco nos protege
mientras el mal, como oxígeno, se comparte.
Lo semejante con lo semejante se cura,
auguraban los santones de la homeopatía.
¿Ves este labio inferior de iguana? —reía
la mujeruca, estirándolo como chicle—
pues antes de enamorarnos no lo teníamos
porque éramos dos ratas peludas y hondas
especialmente líricas bajo su miseria pura.

Poco más de veinte años y ningún rumbo

La muerte toca una suave campanilla.
Trakl

Llevas huesos y collares de dientes al cuello;
como síntoma juvenil, imagino sobrio.
Prefieres el jadeo compartido entre fieras
antes que cualquier otra gramática escolar.
Te has hecho vagabundo, lunar, por abuso:
vicioso de esa celosía mineral entre
observador (pobre) y observado (pálido).
Los edificios más elevados son tus rivales:
el antro callejero, rojo vientre prenatal.
Eres gárgola andante, susurras al ámbar
de lengua y verbo con sugerencia de peligro:
avellana turbia por la que ayer comenzó
el movimiento obsceno del ombligo vacío.
Follar es de obreros, pero qué rico manual.

Ritual del cenicero

Hay perritos del tamaño de algunas huellas
dactilares; y mujeres muy perdidas siempre
con un cigarrillo mojado entre los dedos.
Hay muerte empalagosa como turrón malo;
preñez de pasos hacia el aliento de ave
marchita como sexo entre rumor a musgo.
Hay escombros por doquier, en lugar de libros
cuando la duda podría ser único espacio
de bondad real y no lo es; cuando el odio
protege el recuerdo con algo más peligroso
que el miedo: azogue al fondo, en la barra
y toda esta muerte putrefacta sobre el cenicero
donde nuestros ojos glaucos parpadean
debido al peso de humedades tan extrañas.

El borracho solitario imagina
mil cisnes azules

Cada ser es un himno destruido.
Emile Cioran

Hoy callas e imaginas mil cisnes azules
donde la podredumbre crece como araña
y los vinos son malos, callas e imaginas
el azul turbio como la paz imprescindible
entre la guerra hecha albañal de hielo.
Callas para leer mal las alcantarillas
y descifrar los vasos de tubo sin joyas.
Callas, investigas cuerpos en portales
que allí te aguardan como cadáveres solos
y pueda darse forma entonces con las manos
a un gigantesco muñeco de nieve sucia.
La ecuación vil de este tiempo de penurias:
intentar lo difícil donde antes lo fácil
era lo que llevaba a amar sin ningún preámbulo.

Cargar almas

Le hubiera cedido mi curato pero
no quiero cargar almas.
Francoise Villon

El muerto quiere ser maniquí por algún tiempo
el poeta es seducido por la delincuencia
la crueldad rejuvenece —advertía Rimbaud—
y algunas viudas se aferran al pasado
como lapas sobre la carretera oscura.
No obstante, la gloria más temida y sacra
viene perfilada por grandes manos curiosas
y la lengua, resistente, por blanda y fea;
los dientes pequeños son imposibles de traspasar.
Tanta copa sin compañía sólo puede llevar
al tobogán de las gemas sin cofre ni dueño:
nuestros cuerpos, firmes bajo secreto de capa
mojada de mentiras: Tú y yo, apenas fuel
de una maquinaria perversa que la vida
debiera haber engrasado arrebatada.

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Autor: Diego Medrano. Título: Llora mi alma de fantoche. Editorial: Luna de abajo. Venta: Amazon

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