La secuencia de apertura de Expediente X solía recordarnos que «la verdad está ahí fuera». Quizá para señalar que vivimos en una mentira, que nuestro vecino podría ser un reptiliano y que las élites solo planean maldades. O quizá para justificar las perrerías que iban a sufrir los pobres Dana Scully y Fox Mulder. De igual modo, cuando H. P. Lovecraft se refirió a los dioses exteriores, con sus nombres impronunciables y su aspecto grotesco, tanto que mirarlos conducía a la locura, usó esa misma condición —la otredad— para amedrentar. Y es que lo alienus, lo ajeno, lo que alcanzamos a intuir aunque no veamos, siempre ha sido motivo de misterio y de horror. Pero reconozcámoslo: no siempre hace falta ser un agente especial del FBI ni viajar al espacio exterior; muchas veces, lo insólito reside en nuestras parejas, nuestras familias, nuestras convenciones sociales o nuestra propia identidad.
Porque la escritora estadounidense nos trae quince cuentos afilados como navajas, donde la sutileza es cosa de cobardes y la extravagancia bien entendida, un recurso inagotable: pisos de estudiantes que palpitan hasta pudrirse, citas fallidas, mujeres observadas y hombres que observan, y más mujeres, esta vez tras la pista de cazadores y sus escopetas, y más tipos que viven atrapados en aquella despedida de soltero, otros que habitan casas de paredes siempre húmedas, familias políticas con tradiciones de lo más morboso, novios sonámbulos que se llevan todo tipo de objetos a la cama, chicas y chicos con gusto por los riñones ajenos, y por los hígados, y las venas, y los estómagos, y cabezas que brotan bajo la alfombra y vacíos que crecen llevándoselo todo y a todos consigo…
Folk se siente cómoda bailando con el terror, la ciencia ficción, lo weird, la distopía e incluso lo bizarro —hay una fuerte conexión con lo corporal; este libro mancha, huele, no tiene miedo de mostrar tripas viscosas—, herramientas que utilizará para cuestionar salvajemente y sin medias tintas el statu quo social y sentimental del siglo XXI. En sus historias está muy presente el reinado de Tinder y las aplicaciones de citas, en oscura connivencia con las redes sociales y el Amazon de turno —es decir, la parafernalia digital del todo-y-todos-siempre-disponibles—, siempre con el mismo modus operandi: irrumpir en vidas imperfectas y volverlas más imperfectas todavía. Junto a esta crítica a la sociedad de consumo que todo lo vuelve de usar y tirar —ropa, tecnología, personas—, se plantea un interrogante sobre lo que significa ser hombre y ser mujer, la soledad y el encasillamiento de esta última, incomprendida por el primero y reducida a un objeto apropiable. La autora se ríe del macho herido en su orgullo porque «ya no se puede decir nada», y de lo absurdo de transformar nuestra esencia para complacer al resto, así como de la obsesión con el cuerpo perfecto, la casa perfecta, la relación perfecta. Asimismo, le interesa remover nuestros deseos ocultos, reflexionar sobre el consentimiento, las expectativas, los errores que nos acompañan o el sentimiento de culpa.
Por momentos, ciertas situaciones y personajes de Ahí fuera recuerdan a un Raymond Carver posmoderno y retorcido, mientras que otras —en particular, las cercanas al «terror inmobiliario»— sacarían una sonrisa a Richard Matheson. El caso es que, si bien algunos de sus relatos se han comparado con un Black Mirror postpandémico, mi propuesta de parentesco ideal se aproximaría más a la excelente miniserie Years and Years (2019), por su tratamiento —a veces, serio y grave; a veces, más irónico, incluso hilarante— de distintas necesidades siempre actuales; afectivas, de vivienda, de empleo.
Las y los protagonistas de Folk acostumbran a tener devenires comunes, que se ven interrumpidos por lo imposible, y cuyas aristas tratan de conjugar con la «normalidad» de mantener —o solo establecer— una relación sentimental cuando ahí fuera todo arde, o de cumplir con sus obligaciones como esposas, novias u objetos de deseo, o que, simplemente, pretenden salir indemnes de un día a día, el nuestro, que cada vez se vuelve más enrevesado.
Punto positivo también para la edición de Mutatis Mutandis, sencilla, llamativa y perfectamente integrada en un joven catálogo de títulos alucinatorios que abordan tanto la ficción como el ensayo de formas tan poco habituales como sugerentes.
Al final, va a resultar que la verdad —al menos una verdad— sí estaba ahí fuera; en eso llamado «librería». Y, si afinamos más el tiro, en el interior de un artefacto conformado por apenas doscientas cincuenta páginas, tinta y una cubierta verde con este nombre: Kate Folk.
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Autora: Kate Folk. Título: Ahí fuera. Traducción: Inga Pellisa. Editorial: Mutatis Mutandis. Venta: Todos tus libros.
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