En el capítulo anterior hemos contemplado cómo Poe crea el personaje del detective para plasmar su propio mundo interior y sus íntimas frustraciones y cómo en paralelo aparece el antidetective o antagonista del héroe como su complemento imprescindible. Vamos a continuar la serie con la importancia de los lenguajes ocultos y sobre todo con ese personaje implícito en la serie policíaca: la ciudad moderna.
1.- EL LENGUAJE SECRETO Y OCULTO
Paralelo a su carácter intratable subyacía la alta opinión que Poe profesaba sobre sí mismo. Fundamentalmente sobre su capacidad para las matemáticas y los juegos intelectuales. Fruto de ellos es la inclusión de acertijos, adivinanzas y epigramas en sus publicaciones periodísticas: Poe puede ser considerado el creador de la sección de pasatiempos de los periódicos.
En 1839 abandona Burton’s Gentlemen Magazine, la revista para la que trabajaba, y empieza a escribir en Alexander’s Weekly Messenger. Para animar a sus lectores se le ocurre desafiarlos para que le manden acertijos en clave, apostando pequeñas cantidades a que es capaz de resolver cualquier problema que le remitan. En números sucesivos va publicando los textos enviados por los lectores junto con sus soluciones y comentarios. Estos pasatiempos son muy bien recibidos y la tirada del semanal aumenta considerablemente. En 1840 (un año antes de su primer cuento policial) publica en Graham’s Magazine un artículo titulado “A few words on secret writing” (1). En dicho artículo alardea de que ha resuelto más de cien criptogramas enviados por los lectores.
En la misma obra anuncia el envío por parte de un tal W.B. Tyler de dos mensajes en clave, manifestando que no tiene tiempo para resolverlos, encargando a sus lectores que los resuelvan por sí mismos. Son los dos únicos que no descifra(2). Esta relativa excepcionalidad hace especular con la posibilidad de que el autor de los criptogramas fuera el mismo Poe, muy dado a las mixtificaciones.
La solución a los dos acertijos se demoró considerablemente: el primero tuvo que esperar hasta 1992, año en el que un doctorando de la Universidad de Duke, Terence Whalen, descifró el primero de ellos. Se trataba de colocar el texto al revés(3). Una vez descifrado, se trataba de una cita de la tragedia Cato escrita por Joseph Addison en 1713.
La segunda clave tuvo que esperar más tiempo todavía: en 1996, Shawn Rosenheim, un experto en Poe, convocó un concurso premiado con 2.500 dólares para aquel que resolviera la clave. En el año 2000 un joven programador de ordenadores de 25 años llamado Gil Broza diseñó un algoritmo que le permitió resolver el enigma. Una vez descifrado, el texto es una sorprendente colección de lugares comunes sobre la primavera, la brisa fresca y el aroma de las flores a través de la ventana abierta y un súbito rayo de sol que molesta a una pareja de enamorados, por lo que él va a correr las cortinas y ella le ruega que no lo haga… Algo realmente inaudito como mensaje cifrado y del que no se ha podido encontrar una referencia bibliográfica. Si realmente W.B. Tyler es el mismísimo Poe ¿podría tratarse de una escena familiar en la que relata un sencillo acontecimiento doméstico con su esposa, Virginia Clemm?
Como posibilidad es innegablemente romántica, pero meramente especulativa.
Esa afición a los criptogramas y los mensajes cifrados da origen al último de los relatos policíacos de Poe: El escarabajo de oro. Para mí tiene un significado personal, dado que fue el primero que conocí, cuando tenía quince años. Sin embargo es el menos importante a los efectos de este artículo, porque nos haría perder el hilo del argumento principal: la relación de la novela policíaca con el origen de la policía. Volvamos por tanto al cuento original.
2.- LA MODERNA JUNGLA URBANA
El misterio necesita un entorno, un marco en el que desarrollarse: la ciudad, pues desde su creación los misterios policíacos ocurren en el entorno urbano, siendo la ciudad a menudo un ingrediente más de la historia. Encontraremos una excepción en la recreación de un escenario mítico que aparece una vez terminada la Guerra Civil americana: la Frontera. Ya se ha comentado el caso de Deadwood Dick, pero la base sobre la que se asienta son casos reales: algunos combatientes confederados se tornaron bandoleros y aplicaron sus habilidades militares al mundo criminal. El más conocido es Jesse James.
Otros ejemplos son Hawaii 5.0, o la mejor de todas hasta el momento: Hill Street Blues(5). La ciudad moderna es como una formidable bestia dormida. Un entorno selvático en el que los débiles o los menos aptos no logran sobrevivir. Y esa forma de selección para algunos encarnaba la idea misma del progreso: cuanto peores las condiciones, mejor, pues los que las superan son una suerte de raza superior. Ese es el concepto de Herbert Spencer y su darwinismo social. La idea es inmoral. Sin embargo, subyace el carácter profundamente deshumanizado de la ciudad moderna, capaz de desarraigar a sus habitantes y convertirlos en espectros dolientes, una sumisa fuerza de trabajo al estilo de Metrópolis de Fritz Lang o Tiempos modernos de Chaplin.
A mediados del siglo XIX Europa y los Estados Unidos estaban empeñados en una carrera acelerada hacia el progreso. La población rural emigraba a las nacientes y pujantes ciudades, donde gozaba de mejores oportunidades laborales. Pero al mismo tiempo soportaba creciente niveles de inseguridad y alienación. La novela policíaca es un intento de aportar seguridad por la vía de dar esperanza de que incluso los crímenes más horrendos podrán ser finalmente resueltos por la figura luminosa del detective, una suerte de mitológico héroe moderno. El logos se impone al caos.
La forma por la que se crea y se instituye esta nueva “entidad” entra dentro de la definición de la “construcción social de la realidad” aportada por Berger y Luckmann(6). Vamos a hacer una breve exposición de cómo se desarrolla el concepto de Policía y de cómo se va institucionalizando en las sociedades modernas.
La moderna policía aporta sensación de seguridad a los ciudadanos en la misma medida que la lectura de la sección de sucesos, con su sórdida sucesión de crónicas criminales, aporta inquietud morbosa. La novela policiaca, en mi opinión, refuerza el papel institucional de la definición social de “seguridad”. Al ocurrir en el terreno de la ficción, el lector se puede distanciar emocional y psicológicamente del relato de los horrores contenidos en la trama y centrarse en el “misterio” y su resolución, en el placer intelectual que produce la investigación y el descubrimiento de los enigmas policiales. Pero esa investigación no ocurre en el vacío: ocurre en la ciudad.
La ciudad moderna propicia la creación de la policía moderna. Hasta ese instante en Europa se habían dado dos momentos sucesivos: el primero será la policía como un elemento utilizado por los monarcas ilustrados para la regulación de sus reinos, que se concreta en la famosa obra de Johann Heinrich Gottlob Von Justi El Tratado de la ciencia de la Policía, en el que se atribuye a ésta la función del “fomento de la riqueza de los reinos” a través de su actividad de control y regulación de la vida diaria de la sociedad que aporta seguridad y eficiencia a las transacciones económicas humanas. Trasladado al lenguaje actual, la función de una policía administrativa. La idea de una policía profesionalizada la toma Von Justi de Adam Smith(7). Para Von Justi, hombre de la Ilustración, pero educado en una Monarquía absolutista pura, el Estado es el origen y la razón de ser de la sociedad, porque procura el orden necesario para un normal desenvolvimiento de las acciones humanas. No olvidemos que los pensadores políticos estaban influidos por Thomas Hobbes y sus peyorativas ideas sobre la condición humana. Von Justi no cree en el “contrato social” ni en la capacidad de los hombres para autorregularse, cree que un poder benévolo debe ser impuesto desde arriba para que la sociedad pueda funcionar de forma equilibrada y eficiente.
Tal es la contribución de la policía. En su obra Tratado de la ciencia de la Policía le atribuye un doble significado: en sentido estricto se refiere a las acciones que procuran “felicidad” (sic) a los ciudadanos, basadas en el orden y la disciplina. En sentido lato afecta a aquellas normas de regulación interior de un estado que tienen que ver con la promoción del comercio, la industria, la minería, la agricultura y en general lo que llamaríamos en terminología española el “fomento” de la riqueza de un estado. Para ello era necesario que existiera una buena administración y ordenación interior del estado. El antiguo Ministerio del Interior español se llama Ministerio de Fomento hasta bien entrado el siglo XIX y la organización territorial de la seguridad interior reside en la figura del Subdelegado de Fomento, antecedente de los Gobernadores civiles, precursores de los modernos Delegados y Subdelegados del Gobierno en el sistema actual(8).
Esa idea es adoptada y extendida por los ejércitos napoleónicos, creándose una expansión territorial del modelo. Éste será el segundo momento del desarrollo de la Policía moderna en Europa. La intención de los modernos estados liberales es la de hacer llegar el progreso hasta el último rincón del territorio nacional. Francia lo consigue mediante la implantación de una policía militar marcadamente territorial: la Gendarmería. El modelo es copiado en multitud de países y singularmente en España a través de la Guardia Civil, creada en 1844.
Sin embargo, paralelo a este proceso se produce el apogeo de la ciudad moderna. Y frente al modelo de seguridad territorial, el entorno urbano no es susceptible de ser ocupado territorialmente de forma permanente, porque la ciudad no se rige por criterios de espacio, sino por ciclos de tiempo: el ciclo día-noche, marcado por los horarios de apertura de los establecimientos comerciales y los ciclos semana-fin de semana y ordinario-vacaciones, marcados por la alternancia entre ocupación laboral y ocio. Al mismo tiempo, frente al modelo territorial, en el que la adscripción del individuo a la tierra que poseía o que trabajaba facilitaba la identificación de los mismos, la ciudad es un entorno que favorece el anonimato y el cambio de identidad: la misma persona cambia de aspecto y de fisonomía si está en su lugar de trabajo o en el de disfrute del ocio. Este tipo de mixtificaciones son características del entorno urbano moderno. La policía moderna se adapta a estas nuevas circunstancias y se crean los cuerpos de carácter civil y urbano.
El primero de los cuerpos de policía civil y urbana que se crean es la Policía española, a través del edicto de Fernando VII de 1824, conocido como Real Cédula para la Ordenación de la Policía de mis Reinos(9). El modelo policial español, a diferencia del francés, antepone la creación de una policía civil y urbana al de una policía territorial y militar. Presenta reminiscencias del modelo de Von Justi, pero crea al mismo tiempo una policía siguiendo el modelo primigenio de la Policía de la Villa de Madrid, extensivo al resto del territorio. A partir de la aparición de la Policía urbana posteriormente se integrará con una Policía territorial e incluso con el original de la Policía administrativa, inspirando el modelo de seguridad actual. En general y desde el punto de vista formal encontramos cuerpos de policía que alternan las funciones de policía uniformada y policía de investigación vistiendo de paisano para poder mimetizarse en el entorno urbano. Esta segunda modalidad es la que inspira la figura del detective, por más que los autores de novela policíaca manifiesten un indisimulado desdén hacia la policía profesional, constantemente ridiculizada por sus creaciones literarias.
Si cambiamos Monarquía absolutista por Revolución liberal burguesa tenemos el mismo sistema con otros protagonistas: Napoleón no modificó el “statu quo”, solo lo generalizó: al paso de sus ejércitos desplegaba unidades de retaguardia —Gendarmes— que aseguraban el orden interno de los territorios conquistados, pero que también podían ser utilizadas como infantería de línea. En 1809 los gendarmes al mando de Etienne MacDonald forman el centro del ataque francés en la batalla de Wagram. Logran el triunfo, que le vale a su general para ser ascendido a Mariscal de Campo, pero quedan tan maltrechos que son retirados al interior de Francia para reorganizarse. Corre el año 1810 y el Imperio napoleónico se encuentra en su apogeo. Debido a las bajas sufridas, los gendarmes se pierden la campaña de Rusia de 1812 y son solo utilizados como tropas de retaguardia, para dar seguridad en los territorios ocupados. A partir de ese momento, aunque son empleados esporádicamente para misiones militares, se convierten sobre todo en una policía territorial. Pero con su sola presencia no basta: la ciudad de París ha crecido al amparo de las conquistas napoleónicas y la inseguridad ha aumentado en consonancia. No es un fenómeno novedoso: la ciudad de Londres alcanzó el millón de habitantes en 1750(10). Ahora no impresiona, pero en aquellos tiempos resultaba imposible gobernarla con los medios de seguridad disponibles.
La ciudad moderna presenta el inconveniente de que no puede ser controlada con los procedimientos meramente administrativos o de intervención territorial apuntados más arriba. La ciudad no es un espacio, es un ecosistema(11): en el mismo entorno se da una pluralidad de interacciones que responden a un sistema cíclico y generalmente periódico: el ciclo día-noche, el ciclo semana-fin de semana y el ciclo ordinario-vacaciones. La fisionomía de la ciudad cambia y cambia el tipo y el número de los ciudadanos en cada una de esas situaciones. La ciudad se adapta a las circunstancias variables y permite fluctuaciones. Además, la ciudad favorece el anonimato: el aumento de la población y la movilidad dificultan las interacciones personales íntimas y disminuyen el control social. En una ciudad se puede cambiar de identidad varias veces a lo largo de una vida o incluso durante un ciclo diario(12). La ciudad favorece el disfraz y la mixtificación, se pierden los referentes estables que caracterizan al medio rural, en el que el hombre permanece apegado a la tierra, con pocos cambios a lo largo de una vida.
Sin embargo, el crecimiento de las ciudades, y singularmente Londres, había obligado a reformar el sistema de seguridad basado en la contratación directa de vigilantes por parte de las parroquias o los condados. Los hermanos Fielding(13) crean el embrión de los futuros cuerpos de policía británicos en 1749: los Bow Street Runners, que perduran durante noventa años. A la larga son inoperantes como cuerpo de seguridad porque podían contratarse para trabajos privados, más lucrativos, porque devolver los botines criminales requisados se convierte en un mal negocio: era preferible retenerlos y cobrar un rescate por su devolución. La línea entre legal e ilegal no se afina, en este caso simplemente desaparece.
El primer intento de un nuevo modelo de policía lo realiza el Duque de Wellington en Manchester en 1824, utilizando al ejército en una manifestación obrera que acaba conociéndose por la masacre de Peterloo(14); tras este hecho luctuoso Wellington encarga a Robert Peel la creación de la Policía Metropolitana de Londres(15). El 7 de diciembre de 1829 se despliegan por la ciudad de Londres mil policías vistiendo frac azul, pantalones grises y sombrero de copa. Tan extraña indumentaria iba encaminada a ofrecer una imagen que combinara la seriedad con un aspecto presuntamente civil, cercano al atuendo de los caballeros de la época, huyendo de los uniformes militares con el objetivo de conseguir un mayor apoyo y aceptación de los ciudadanos. Sin embargo fueron recibidos con burlas y la mofa se extendió a los apelativos que se les adjudicaron: peelers (peladores, derivado del apellido de su creador), coppers (posteriormente apocopado en cop, la denominación de uso común para la policía en el mundo anglosajón), que procede de copper (cobre), por el aspecto de la placa-insignia metálica que caracteriza a la policía) y finalmente bobbies, que es el apelativo que ha prevalecido.
Los sombreros de copa no consiguieron detener la oleada de crímenes, solo hicieron a los nuevos policías menos evidentes y visibles que a los uniformes militares. Los delincuentes aprendieron pronto a identificar a los bobbies y a permanecer fuera de su vista. Por eso los más cualificados abandonaron su extraña indumentaria para vestir ropas genuinamente civiles y convertirse en un auténtico cuerpo de detectives dedicados a la investigación, y con el fin de mantener el anonimato necesario para su trabajo empiezan a entrar a la sede de la Policía Metropolitana situada en Whitehall Place por la parte trasera del edificio, que daba a la calle Great Scotland Yard. Con el tiempo se impuso la metonimia: Scotland Yard fue la denominación del cuerpo de detectives de la Metro Police Force y por extensión de toda la Policía Metropolitana.
El nuevo tipo de seguridad apta para la ciudad, basado en el control del tiempo, demandaba un nuevo tipo de protagonista. Este tipo de seguridad viene encarnado por el “detective”, investigador mimetizado con el medio urbano, más que un sólido y estólido gendarme de uniforme. El modelo canónico de este personaje se ha convertido en leyenda: Eugéne François Vidocq.
Continuará…
En el próximo capítulo conoceremos más de ese personaje de leyenda que fue Vidocq y posteriormente nos introduciremos en la aparición del hijo natural de la novela policíaca, la novela de “serie negra”.
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(1) Se podría traducir como “comentarios sobre escritura secreta” o de forma más literal “unas pocas palabras sobre la escritura secreta”. Para más información se adjunta en pdf artículo original publicado por la Universidad de Stanford.
(2) Los términos correctos para la resolución de mensajes en clave son “cifrar”, para su conversión en mensaje oculto; y “descifrar” para su traducción al lenguaje convencional. Los términos encriptar-desencriptar que se han impuesto son meros anglicismos.
(3) La técnica de la escritura invertida se utilizaba como lenguaje cifrado a partir del siglo VIII a.C. en la Grecia ática. La técnica recibe el nombre de “Bustrofedon”. Se escribía una línea de derecha a izquierda prescindiendo de la separación entre palabras y la siguiente al revés. Está inspirada en los surcos del arado de los bueyes, en el que un surco sigue una dirección y el siguiente la invierte.
(4) Edwards, John Newman. Noted Guerrillas or the warfare on the border. Bryan, Brand and company. Saint Louis. 1877.
(5) El título con el que se presentaba la versión española, Canción triste de Hill Street resulta profundamente insatisfactoria. “Blues” no representa en este caso a un estilo de música que refleja la amargura de la vida de los esclavos en el Sur profundo de los Estados Unidos y posteriormente en el cinturón industrial del medio oeste y que dio pie a la traducción de la versión española. “Blues” representa a los policías como metonimia del color de sus uniformes y como metáfora de lo profundamente descorazonador y desolador que resulta su trabajo en una ciudad enorme y enormemente deshumanizada.
(6) La “Construcción social de la realidad” es una famosa teoría sociológica de Peter Berger y Thomas Luckmann recogida en el libro del mismo nombre (Luckmann, Thomas, and Peter L. Berger. La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu, 1968).
Sintetizar en unas pocas líneas la teoría resulta complicado. Los autores parten sobre la posibilidad de una teoría sobre el conocimiento de la realidad en sociología. Según su perspectiva inicial, para vivir en un particular entorno social el ser humano debe aprender e interiorizar los valores y definiciones que se admiten como ciertas en esa sociedad. Este fenómeno se conoce como socialización primaria. De no hacerlo el individuo se expone al rechazo y la exclusión. Una vez socializado, el ser humano acepta las definiciones interiorizadas como realidades objetivas y actúa en concordancia con esa objetividad formal. Las construcciones sociales son “tipificaciones”, es decir, categorías más o menos generales en las que nos autoclasificamos y clasificamos a los demás y que el hábito de uso nos lleva a interpretar como realidades objetivas. Lo que mantiene el statu quo es la institución del control social, ejercido como un poder más o menos coactivo. Ese control social lo interpretamos como “bueno” porque está socialmente legitimado. La legitimación la otorga quien ejerce el control social, es decir, los grupos de poder de una determinada sociedad.
(7) «La policía es la segunda división general de la jurisprudencia. El nombre es francés y originalmente deriva del griego Politeia, que propiamente significaba la policía del gobierno, esto es: salubridad, seguridad y economía». Smith, A. Lectures on Justice, Police, Revenue and Arms. Oxford, Claremons Press. 1896. pp. 154-156.
(8) Los Subdelegados de Fomento son creados por Javier del Burgo el 23 de octubre de 1833. Una reforma establecida el 29 de septiembre de 1847 pasa a crear los Gobiernos Civiles de carácter provincial y les dota de estructura y competencias copiadas de las Prefecturas francesas. El sistema se mantiene hasta la creación de las Delegaciones y Subdelegaciones del Gobierno hasta la Ley de Organización y Funcionamiento de la Organización del Estado, de 15 de abril de 1997.
(9) Extraído de https://www.policia.es/cnp/origen/origen.html. Una versión digitalizada del documento original puede consultarse en https://bvpb.mcu.es/es/consulta/registro.cmd?id=447731.
(10) Ver Sharpe, J. Crime, Order and Historical Change. Epígrafe 6.3: Victorian crime and the rhetoric of social problems. En Muncie y McLaughlin. 2002. pp: 143 a 145
(11) Ver Rojas Marcos, Luis. La ciudad y sus desafíos. No. 711: 316. Espasa-Calpe,, 1992.
(12)Citando a Joaquín Sabina, don Juan de día, “Juana la loca” de noche, o también podemos referirnos a la genial Belle de Jour de Luis Buñuel.
(13) El segundo de los hermanos, John Fielding, que sucede a su hermano Henry como Magistrado en 1754, era ciego. Sin embargo consiguió distinguir por la voz a 3.000 delincuentes.
(14) Requena Hidalgo, J. (2013) Policía y desarrollo urbano en la ciudad contemporánea. Tesis Doctoral. Universidad de Barcelona. p. 25.
(15) Para mayor información sobre este cuerpo, consultar su página web. Como se recoge en la página, hay un segundo cuerpo de policía en dicha ciudad: The Police of the City of London. Para acabar con las suspicacias de los ricos y poderosos en Londres, Robert Peel no permitió desplegarse a la Metro Police en ese distrito, que cuenta con su propia fuerza de policía.
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