Tercera entrega: en la entrega anterior nos hemos centrado sobre todo en la importancia de la ciudad moderna para la creación del género policíaco, pero también para la creación de la policía moderna. En la presente entrega exploraremos la evolución del detective hacia las preocupaciones sociales y sobre todo la eclosión de la novela de “serie negra” y su relación con los “partidos de masas” y cómo se crearon las modernas estructuras de seguridad partiendo de la experiencia de los Estados Unidos.
1.- EL DETECTIVE ARQUETÍPICO
De forma más o menos explícita, Poe se inspirará en esta figura para la creación de Auguste Dupin. Sin embargo el aristócrata diletante no puede ser más diferente al modelo. Vidocq es originalmente un delincuente reconvertido. En sus orígenes presenta unas credenciales de leyenda. Autodidacta, ladrón reincidente, experto en escalos y un maestro de las ganzúas, escapista irreductible, en una ocasión perseguido por la policía trepa a una torre vertiginosa y se arroja al Sena, punto en el que sus perseguidores se abstienen de continuar la caza. Es además un caballero andante, y apalea a un policía por maltratar a una de sus amigas (eufemismo blando de prostituta). Cansado de su vida azarosa, se refugia en el anonimato durante diez años, intentando labrarse un futuro como pequeño comerciante. Pero sus antiguos compinches le extorsionan y amenazan con delatarlo, por lo que Vidocq, renegando de su pasado criminal, se ofrece a las autoridades de París como colaborador.
Explotando sus conocimientos adquiridos como delincuente, crea la primera unidad de investigadores de la policía moderna. Lo que ocurre es que ni por su origen ni por sus métodos los modernos detectives se alejan mucho de los delincuentes: extorsionan a los confidentes, se apropian de los botines, permiten acciones criminales a cambio de información… El lado tenebroso de la fuerza se confunde a veces con la legalidad. No obstante, su contribución es altamente apreciada, teniendo en cuenta que antes de su aparición no había ningún antídoto para los delincuentes urbanos. Sin embargo, las autoridades acaban cansándose de los métodos de Vidocq: cuatro años después de la creación de la Sûreté francesa en 1829 es despedido. Acaba sus días como investigador privado y funda la que puede ser considerada la primera agencia privada de detectives.
El personaje del detective así caracterizado se contrapone al de la policía uniformada y militarizada: el detective nunca usará uniforme. Es más, se disfraza y mimetiza con el medio en caso de ser necesario. Tiene una implicación directa con sus investigaciones, usa confidentes, es capaz de delinquir si es por causa mayor, usa del secreto y del sigilo… Pero sobre todo es ferozmente individualista y, como mucho, cuenta con un pequeño y selecto grupo de colaboradores. Es en un cierto sentido el reflejo virtuoso de un delincuente. Y ambos son movidos por el deseo de aventura y de emociones fuertes. Son antagonistas, pero no tan diferentes. Sin embargo, el detective se coloca del lado de la ley, coloca sus habilidades al servicio de algo que resulta trascendente: la seguridad.
Curiosamente, el original queda oscurecido por su imitación: nadie conoce a Vidocq, en parte debido a que todavía representaba al pasado, mientras que Dupin encarna a la modernidad. Pero incluso Dupin queda borrado por el éxito de su continuador: Sherlock Holmes. Aparte del modelo original, Conan Doyle, el creador de Holmes, se inspira en Joseph Bell, un profesor de anatomía de la Facultad de Medicina de Edimburgo, donde cursó sus estudios y se graduó(1).. En el caso de Holmes las habilidades deductivas del detective original se ven reforzadas por la criminalística y las ciencias experimentales. De esta manera queda definitivamente asentado el modelo ficcional del detective, que no pasa de ser un aficionado que manifiesta su desdén por los detectives oficiales(2).
Hay otro autor literario que lejos de mofarse de los Inspectores de Scotland Yard los idolatra y expresa su admiración por ellos: Charles Dickens. En su novela Bleak House(3) Dickens crea el personaje del Inspector Bucket, que se define como detective officer. Este personaje no ha pasado a la historia de la literatura, cayendo en el olvido. Se especula que esté inspirado en un personaje real, el jefe de detectives de Scotland Yard Charles Frederick Field. Wilkie Collins, el discípulo más aventajado de Dickens crea la figura del sargento detective Cuff en la famosísima novela La piedra lunar (The Moonstone)(4). Cuff, que en inglés refiere a los grilletes que utiliza la policía para detener a los delincuentes —también a una bofetada o soplamocos— es un devoto amante y cultivador de rosas y físicamente es enjuto, alto y de deducciones rápidas y certeras, recordando poderosamente a Holmes(5).
Posiblemente ni Dickens ni Collins, a diferencia de Poe, quisieran demostrar su superior capacidad intelectual. Para Dickens, con hondas preocupaciones personales en torno a la desigualdad social, la policía era un recurso en beneficio de los desamparados y los desfavorecidos. En consecuencia, para él los detectives e investigadores eran una suerte de héroes modernos que se enfrentaban a la injusticia que se abatía sobre las clases más humildes, marginadas socialmente por la revolución industrial y por el éxodo de las masas obreras hacia las grandes ciudades y los centros fabriles. De todos los autores, es el único que no crea ningún rasgo distintivo o notorio en relación con los detective inspectors. Se limita a dar noticia de su existencia y expresar su admiración por su actividad, retratándolos de forma fidedigna. Quizás por este motivo sus personajes hayan caído en el olvido: siempre son más fascinantes los caracteres de ficción. En todo caso, Dickens es un modelo de institucionalización del concepto de la nueva policía.
La continuación natural de las preocupaciones sociales de Dickens la encontramos en el creador de la novela de serie negra o “novela negra”, Dashiell Hammett.
2.- HUELGUISTAS, COMUNISTAS Y OTROS RADICALES
La sociedad desde Dickens —y no digamos desde Poe— ha cambiado irremediablemente como consecuencia de los movimientos sociales que cristalizan en los partidos de masas —auspiciados por el “Manifiesto comunista” de Marx Y Engels(6)— que se agrupan para favorecer el concepto político de la “lucha de clases” y que propician distintas revoluciones populares, desde la francesa de 1848 hasta la rusa de 1917 y sus consecuencias en el resto de las sociedades contemporáneas, generando lo que Geoffrey Pearson denomina “respectable fears”(7). Esa tensión social se traslada al mundo de la literatura policiaca a través de un personaje y autor tan influyente como en su día Edgar Allan Poe: se trata de Dashiell Hammettt.
Dashiell Hammettt lleva una vida aventurera en sus inicios y acaba trabajando como investigador de la agencia Pinkerton en San Francisco. De Allan Pinkerton y su famosa agencia hablaremos más adelante. Sus experiencias, incluidas las vivencias en la propia ciudad, por la que siente un cariño especial, las trasladará a su obra literaria. El primer contacto con la injusticia y la desigualdad lo vive cuando los agentes de la Pinkerton actúan como rompehuelgas durante los conflictos mineros en Pennsylvania al final de la década de 1910. El propio Hammett relata que le ofrecieron 5000 dólares por acabar con la vida del líder sindical Frank Little. Se negó, pero poco después Little apareció asesinado. Hammett siempre atribuyó la muerte a los agentes de la Pinkerton. Sobre la actividad de la Pinkerton durante las huelgas mineras hablaremos posteriormente. En todo caso Hammett nunca hubiera abandonado su profesión si no hubiera sido por un acontecimiento clave en su vida que actuó como una suerte de epifanía, investigando el robo de una gran cantidad de oro que se encontraba oculto en el interior del S.S. Sonora, un vapor que iba a zarpar de San Francisco a China. El plan era infiltrar a Hammett en la tripulación y aprovechar la travesía de tres meses para encontrarlo y acumular pruebas contra los ladrones. La noche antes de partir, encontrándose en su camarote reflexionando sobre las circunstancias del caso, tuvo un arranque de inspiración y se le ocurrió dónde podría estar oculto el botín. Su intuición era correcta y encontró el escondite. En ese momento sintió la tentación de volver a ocultarlo y dejar que el barco partiera como estaba previsto. Al cabo de la singladura podía recuperar el oro, argumentar que no había aparecido y por lo tanto que la investigación no había dado fruto. Los autores no iban a delatarse. Además, nadie sabía que había encontrado el botín. Sería rico e invulnerable. La posibilidad de cometer una mala acción que fuera impune, porque nadie se enteraría, lo conmovió y lo escandalizó. Así que recuperó el oro, detuvo a los autores y acto seguido dimitió de la agencia. No se consideraba preparado para enfrentarse a las tentaciones de su trabajo. A partir de ese momento se dedicó a escribir con gran éxito durante diez años.
Al mismo tiempo militó en organizaciones de izquierda y se afilió al Partido Comunista americano. Inició también una relación sentimental extrañamente abierta con la escritora Lillian Hellman, también militante de izquierdas. Esta relación se recoge de soslayo en la película de 1977 Julia, de Fred Zinnemann, basada en el libro Pentimento, de Lillian Hellman. Desde 1937 colabora más o menos activamente con partidos de izquierda, en la órbita del Partido Comunista, militando en el Gremio de Guionistas Liberales. Pronuncia varios discursos a favor de la intervención norteamericana en la Guerra Civil española, en contra del General Franco. En 1940 su compromiso político se torna militante como presidente nacional del Comité para los Derechos Electorales, una organización filocomunista que preconizaba la presentación del Partido Comunista a las elecciones presidenciales como un partido más. En 1941, como Presidente de la Liga de Escritores Americanos, exigió la entrada en la guerra de los Estados Unidos en contra del Eje, llegando a afirmar que los que pedían la neutralidad deberían ser excluidos de sus derechos electorales. No olvidemos que el 22 de junio de 1941 Adolf Hitler había invadido la Unión Soviética. Los partidos comunistas de todo el mundo se movilizaron a favor del régimen soviético. En 1942, cuando los Estados Unidos entran en la II Guerra Mundial, Hammett, con 48 años, logra —mediante una combinación de labia y pequeños engaños para ocultar la tuberculosis que había contraído en Francia en la I Guerra Mundial, en la que luchó como voluntario— ser reclutado como soldado de infantería. El FBI, que seguía sus andanzas en el partido comunista, consiguió que fuera destinado a un remoto puesto de comunicaciones en las Islas Aleutianas, en el extremo de Alaska. Las duras condiciones climatológicas agravaron su tuberculosis y enfermó de enfisema. Al terminar la guerra, lejos de reconocimiento encontró hostilidad: fue procesado por el macartismo, conminándole a que delatara a sus compañeros de partido para evitar la prisión. Hammett se negó y fue encarcelado(8). Desde 1944, estando acantonado en su destacamento militar en Alaska, fue sometido a “vigilancia ocasional”, que se transformó en continua al acabar la guerra, incluyendo en esta vigilancia a Lillian Hellman. Robert Gale nos relata que el FBI poseía un voluminoso expediente de las actividades de la pareja, por lo que no les costó trabajo implicar a Hammett en la fuga de cinco comunistas procesados, a los que el Congreso de Derechos Civiles, una asociación comunista presidida por Hammett, había pagado la fianza para que pudieran salir de prisión. Fue citado oficialmente para testificar ante el comité permanente del Senado que presidía el senador McCarthy e interrogado sobre el paradero de los fugados. Hammett se acogió a la Quinta Enmienda(9) para no contestar; fue procesado por desacato y condenado a seis meses de prisión. A su salida de la cárcel sus bienes fueron intervenidos por la Hacienda Pública bajo la acusación de haber eludido el pago de impuestos. Enfermo y arruinado, pasó sus últimos años en soledad, parcialmente mitigada por su relación sentimental con Hellman.
Si repasamos una vida entregada al compromiso moral y la decencia política, contrasta extraordinariamente con sus personajes, ambiguos, escurridizos y mentirosos. Es como si Hammett fuera consciente de que había una parte oscura en su interior y conjurara esta potencial oscuridad proyectada sobre personajes de su obra, para no caer en la atracción destructora de sus propias tentaciones. Pero no es menos cierto que en su vida identificamos muchos de los aspectos del “monomito”(10) de Joseph Campbell, del camino del héroe: la Partida con la llamada que le supone la tentación de apropiarse de lo que no es suyo, la Iniciación como autor de éxito con su personal encuentro con la diosa y la apoteosis de éxito en vida, y el Regreso al cruzar el umbral de su propia decisión moral y la libertad para acabar su vida liberado de sus propias tentaciones, sin más ataduras que su propia conciencia. La figura de Hammett se nos torna particularmente luminosa contra el fondo de oscuridad circundante.
Sin embargo los compromisos personales del autor no se reflejan en sus personajes. Si Poe crea al detective para dar rienda suelta a sus frustraciones personales reflejando en él lo que nunca llegó a conseguir, Hammett crea un reverso irreconocible de sí mismo. En la novela negra la ambigüedad moral del detective es evidente. Sam Spade en El halcón maltés se acuesta con la mujer de Archer, su socio, y no expresa dolor ni remordimiento por hacerlo cuando el marido muere violentamente. Miente y engaña justificándose en que también le mienten y tratan de engañarlo. Es un juego maquiavélico del tipo que le gustaba a Poe: mi antagonista piensa que yo pienso que él piensa… y así hasta la extenuación. Llega a perderse el hilo del relato entre tanta mentira y tergiversación. Al más puro estilo macarra, entrega a Brigid O’Shaughnessy para salvar su cuello, a sabiendas de que puede ser sentenciada a muerte. Podía haberla salvado, pero no lo hizo. Sus motivaciones son materialmente rastreras. En un mundo de pícaros y mentirosos, él quiere sobrevivir a cualquier precio. En realidad su justificación no es muy diferente de la que podría utilizar Capone: éste es el mundo en el que vivimos y yo vivo en él. Nada que objetar.
En Cosecha roja el detective sin nombre que relata en primera persona se entrega sin remordimientos a una orgía de asesinatos y engaños. Algunos los ejecuta él mismo. Podemos aducir que se ve obligado, pero es que él elige seguir con el caso con la intención de acabar con los mafiosos de Personville por motivos personales no precisamente virtuosos. El personaje femenino, Dina Brand, sólo se mueve por dinero. Usa la sensualidad para atraer a los hombres, pero no manifiesta el mínimo interés o apego, y se deshace de ellos cuando ya no le sirven. Cuando muere violentamente, el detective sin nombre transforma la escena del delito para evitar ser considerado sospechoso. Cuando se desentraña el final del misterio, el protagonista es consciente del peligro que corre y desaparece hasta que las cosas se calman; que otro cargue con la culpa. Solamente “el viejo”, el director de la Agencia Continental de investigación —un remedo de la Pinkerton que Hammett conocía tan bien— donde el protagonista trabaja como detective, es consciente de su responsabilidad y no se la pasa por alto. Pero una reprimenda es todo el castigo que obtiene a cambio de sus felonías. Su único argumento a favor es que todos los implicados eran culpables y corruptos. En un mundo de pícaros, pícaro y medio.
Salvando las distancias, estas historias recuerdan a cuentos infantiles tan emblemáticos como Pulgarcito, El sastrecillo valiente o Jack y las habichuelas mágicas. Pero singularmente a El gato con botas. El gato es un bribón de tomo y lomo. Sin embargo, no actúa por maldad: se ve obligado a engañar para compensar la falta de suerte del hijo pequeño del molinero, al que solo le toca un gato de herencia a la muerte de su padre y con eso tiene que arreglárselas. En realidad al único que hace verdadero daño es al ogro, al que se come cuando le engaña para que se autoconvierta en ratón. En el resto de los casos utiliza la astucia para hacer ascender a su dueño en la clase social, hasta llevarlo a conseguir la mano de la hija del Rey. El gato no es por lo tanto malo en sí, sino moralmente ambiguo, como los personajes de Hammett. No en vano se trata de un trickster(11). En realidad permite sacar una moraleja, ya que se trata de un cuento: los débiles también tienen oportunidades contra un entorno desfavorable, la habilidad puede triunfar cuando todo está en tu contra. Pero eso es a costa de no enfrentarte directamente con gigantes, sino de utilizar contra ellos sus propias debilidades y contradicciones.
Y realmente eran gigantes: como ya se ha relatado más arriba, el FBI centró su atención en Hammett a consecuencia de su militancia izquierdista. De nada le sirvió su idealismo ni su compromiso personal como combatiente en el ejército. Se enfrentó al FBI y perdió. En el juego de héroes y villanos, los héroes no siempre ganan, pero de la caza de brujas del macartismo el FBI emergió como una institución pública inmaculada.
Continuará…
En el próximo capítulo pondremos fin a la serie hablando de “agentes especiales” y del miedo al terrorismo y al desorden social y su influencia en el vigente modelo de seguridad.
[1]Conan Doyle Info. Art. Sherlock Holmes and Dr. Joseph Bell. Extraído de conandoyleinfo.com.
[2] En las distintas aventuras de Holmes aparecen hasta cuatro detectives de Scotland Yard que son vapuleados intelectualmente por Holmes. Sus nombres: Lestrade, Hopkins, Gregson y Bradstreet.
[3] Disponible en https://www.planetebook.com/ebooks/Bleak-House.pdf.
[4] Disponible en https://www.lectulandia.com/book/la-piedra-lunar/ Consultado el 21 de diciembre de 2017
[5] Una descripción realizada por el doctor Watson de su compañero de piso, Sherlock Homes, es la siguiente: Su misma apariencia y aspecto externos eran a propósito para llamar la atención del más casual observador. En altura andaba antes por encima que por debajo de los seis pies, aunque la delgadez extrema exageraba considerablemente esa estatura. Los ojos eran agudos y penetrantes, salvo en los períodos de sopor a que he aludido, y su fina nariz de ave rapaz le daba no sé qué aire de viveza y determinación. La barbilla también, prominente y maciza, delataba en su dueño a un hombre de firmes resoluciones. Las manos aparecían siempre manchadas de tinta y distintos productos químicos, siendo, sin embargo, de una exquisita delicadeza, como innumerables veces eché de ver por el modo en que manejaba Holmes sus frágiles instrumentos de física. Conan Doyle, Arthur. Estudio en escarlata. Disponible en: https://www.ataun.net/bibliotecagratuita/Cl%C3% A1sicos%20 en %20Espa%C3%B1ol/Arthur%20Conan%20Doyle/Estudio%20en%20escarlata.pdf.
[6] Marx, Karl, et al. Manifiesto comunista. No. 04; HX276, M3.. Ediciones Europa-América, 1932. (obra original 1848) Disponible en https://profesionalespcm.org/Marxismo/ManifiestoComunista_MarxEngels_Prologado_Explicado_Anotado_Glosado_GomezCrespo_11marzo2012.pdf
[7] Pearson, Geoffrey. Hooligan: A history of respectable fears. Schocken, 1984. La traducción al español es complicada si se hace literalmente, porque no se respeta el verdadero sentido del concepto. Se refiere a los miedos “de la gente respetable”, es decir, de aquel segmento de la sociedad que ha alcanzado un estatus y un estilo de vida confortable y teme perderlo por la amenaza de grupos asociales, sobre todo jóvenes.
[8] Podemos encontrar un pormenorizado relato de la relación de Hammett con el partido comunista y su posterior enjuiciamiento en el libro de Robert Gale A Dassiell Hammett Companion (2000), páginas 42 y 43.
[9] La Quinta Enmienda de la Constitución de Estados Unidos garantiza los derechos de la persona acusada de un delito. Salvando las distancias, sería el equivalente al artículo 520 de nuestra Ley de Enjuiciamiento Criminal. Básicamente contempla cuatro derechos: el derecho contra la auto-incriminación forzada; el derecho a un gran jurado; el derecho a no ser juzgado dos veces por el mismo delito (excepción de cosa juzgada) y el derecho al debido proceso. Para más información consultar: Cornell Law School. Legal Information Institute. https://www.law.cornell.edu/wex/es/la_quinta_enmienda
[10] Joseph Campbell postula el término “monomito” para representar el “viaje interior iniciático” que caracteriza a los mitos humanos. Tiene un sentido cíclico de renovación, carece de principio ni final y es como la vida: un perpetuo devenir. El autor lo define de forma gráfica: “Es un círculo completo, de la tumba del vientre al vientre de la tumba; una enigmática y ambigua incursión en un mundo de materia sólida que pronto se deshace entre nuestros dedos, como la sustancia de un sueño”. Campbell lo resume en tres fases: la Partida, la Iniciación y el Regreso; y en total hay diecisiete episodios o capítulos, aunque no es necesario que el “monomito” los agote todos exhaustivamente. Joseph Campbell, El héroe de las mil caras. Disponible en https://fido.palermo.edu/servicios_dyc/blog/ docentes/trabajos/ 251439131 8.pdf.
[11] El “trickster” es un arquetipo semidivino habitual en las tribus indias de Norteamérica. Habitualmente toma la forma de un animal inteligente y astuto, generalmente un coyote o un cuervo. Tiene un carácter curioso y viaja constantemente enfrentándose a dificultades y solucionando acertijos. Joseph Campbell y Jung lo identifican como una forma “humanizada” del ello que ha conseguido civilizarse y transformar sus impulsos incontrolados en una imaginación creadora. A menudo el trickster se convierte en un salvador ocasional de la humanidad, pero a continuación no puede contener su carácter burlón y asocial y sigue con sus molestos engaños y transgresiones. La identificación del trickster con el delincuente es fácil y directa, pero no es esa la interpretación literal. En la literatura occidental han quedado vestigios en determinados cuentos como El gato con botas, pero sobre todo en los cuentos sobre zorros astutos, entre los que destaca la serie del Roman de Renart y su enemigo el lobo Isegrin.
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