Introducción: ponemos fin a la serie partiendo de la influencia de Pinkerton y su agencia y de cómo la historia reciente de la seguridad ha influido en la ficción literaria y cinematográfica y viceversa.
1.- LA BALADA DEL FBI: JUGANDO A “POLIS” Y “CACOS”
Es ésta una institución que ha ganado fama internacional por su actividad de lucha contra el gansterismo. De hecho, la cultura popular registra el personaje del special agent del FBI, los famosos G-men de Edgar H. Hoover, el carismático director de la institución desde 1935 hasta su muerte en 1972(1). Anteriormente, desde 1924, dirigía el Bureau of Investigation, antecedente del FBI, porque esta organización, al igual que ha pasado con la Policía española, ha cambiado de nombre repetidas veces a lo largo de su historia(2). Hoover era un personaje con un gran instinto para lo dramático y lo espectacular (quizás por eso en privado se travestía de mujer). Esa capacidad le llevó a controlar la información suministrada a los medios de comunicación y favorecer la creación de una imagen prestigiosa y moderna de su departamento y de sus miembros, que fue amplificada entre otros medios por la radio y por el cómic y las ilustraciones “pulp”(3). La fascinación ejercida por los gangsters se trasladó hacia quienes les combatían, y Hoover supo ver la oportunidad: al hilo de los tiroteos y las portadas en prensa tuvo la habilidad de controlar el medio de mayor audiencia y el que representaba la modernidad: la radio. En el año 1935, coincidiendo con la muerte durante su detención del archienemigo público John Dillinger, se lanza el programa Gang Busters, en el que el locutor era nada menos que el antiguo superintendente de la policía del estado de New Jersey, el coronel Norman H. Schwartzkopf, padre del general Schwartzkopf, héroe de la primera Guerra del Golfo(4). La entradilla del programa causó sensación y se convirtió en un icono: sobre un fondo de armas automáticas disparando a ráfagas y el ulular de sirenas de policía se escuchaba una voz tonante a través de un megáfono, proclamando “Calling the Police, calling the G-men, calling all the Americans to fight the underworld!”(5). El sentido de urgencia y al mismo tiempo la apelación a todos los americanos a alinearse con los admirados y prestigiosos Special Agents del Gobierno hizo que su popularidad aumentara espectacularmente. El mismo negocio del cine se hizo eco del nuevo personaje y lo trasladó a la gran pantalla. Con el apoyo expreso de Hoover se filmó en 1935 la película Special Agent(6) y el “enemigo público” James Cagney, conocido por sus papeles de gangster, se pasó al lado de la Ley y declaró la guerra al crimen en la película G Men(7). A estas películas les siguieron Bullets or Ballots (con Edward G. Robinson, otro duro notorio), Show them no mercy y Public hero number one, todas en el mismo año, 1935, y protagonizadas por actores encarnado a agentes del FBI(8).
Así entendidos, los G-Men y la imagen que Hoover proyecta del FBI bajo su mando se pueden considerar como “socialmente construidos”, según la definición de Berger y Luckmann(9). Hoover aprovecha su posición de poder para influir en los medios de comunicación, y singularmente en la radio y el cine, para imponer un nuevo modelo de detective, trufado de científico y superhombre: fiel servidor público, moderno, física y profesionalmente excelente, versado en las últimas técnicas de policía científica, dotado de los últimos avances tecnológicos, como podían ser aeroplanos, teléfonos y comunicación por radiofrecuencia, luchador incansable para abatir a los gangsters, un jacobino incorruptible mitad monje mitad soldado. Pero sobre todo se identifica por su espíritu de equipo: debe su devoción al propio FBI. Ya no se estila el lobo solitario tipo Hammett. Lo moderno ahora será el trabajo colectivo y someterle a una organización superior. A pesar de ser un ferviente anticomunista, Hoover copió el espíritu de cuadros de partidos de izquierdas.
Lo curioso es que los hechos objetivos desmienten esa imagen de caballero andante de brillante armadura tecnológica. Originalmente el FBI (y las organizaciones que lo anteceden) se crea para combatir el terrorismo dentro de Estados Unidos. En ese sentido ha sido un fiasco. Richard Gid Powers comienza el primer capítulo de su libro Broken: The Troubled Past and Uncertain Future of the FBI con una dura admonición: “Esta es la historia de una tragedia americana. La historia de cómo una institución americana tan colosal como el FBI se volvió tan traumatizada por su pasado que falló en la obligación que había jurado cumplir de proteger a su nación”(10). La tragedia a la que se refiere es evidentemente la del 11 de septiembre de 2001.
Rodhri Jeffrey-Jones, en el capítulo primero de su libro, nos hace un relato de cómo comienzan a actuar las agencias públicas de seguridad en los Estados Unidos(11). Arranca en la década de 1860. El primer agente especial documentado perteneció al servicio postal americano e investigó el caso de un robo de correspondencia en Sandusky (Ohio) por parte de un menor huérfano que mediante sus pequeños delitos sostenía a su madre viuda. Nada muy heroico, como podemos apreciar. Posteriormente, durante la Guerra Civil, el Presidente Lincoln creó el Servicio Secreto de los Estados Unidos como una división del Departamento del Tesoro para investigar los delitos de falsificación de moneda. El Departamento de Justicia no se crea hasta 1870, ya muerto Lincoln, y el Servicio Secreto le es adscrito. El principal cometido es infiltrarse en el Ku Klux Klan(12), formado en los estados sureños después de la derrota e identificado como una organización marcadamente terrorista y contraria al Gobierno federal. Conseguida la infiltración, el objetivo es desarticularlo. No andaban demasiado desencaminados en cuanto al carácter terrorista de las organizaciones radicales sudistas, porque uno de miembros, John Wilkes Booth(13), asesinó al presidente Lincoln en el teatro Ford de Washington D.C. el 14 de abril de 1865. La conspiración incluía los asesinatos del vicepresidente Andrew Johnson y del secretario de Estado William H. Seward, que no llegaron a consumarse. Como ya hemos señalado, Poe había muerto diecisiete años antes. Ya quedó dicho que hay un punto de inflexión entre las épocas de Poe y la Guerra Civil. Resulta curioso destacar que de haber vivido, a la sazón quizás habría sido un furibundo sudista y posiblemente ni hubiese deplorado la muerte del presidente.
2.- EL ENEMIGO INTERIOR
El miedo a otro levantamiento y los antecedentes del magnicidio propiciaron una ocupación militar del Sur, sobre todo bajo la presidencia de Ulysses S. Grant. El rechazo a la ocupación y a la derrota motivó que bandas de antiguos combatientes sudistas se dedicaran a cometer robos y atracos contra intereses de bancos y compañías mercantiles del Norte, sobre todo a ferrocarriles. No olvidemos que la aprobación de la Homestead Act(14) en 1862, que autorizaba la construcción de líneas de ferrocarril a lo largo de todos los Estados Unidos, había sido uno de los motivos del estallido de la Guerra Civil(15). La más famosa de todas fue la banda James-Younger, capitaneada por Jesse James en el condado de Clay (Missouri). Se han mencionado de pasada al hablar de Deadwood Dick. El Ejército y el naciente Servicio Secreto se vieron impotentes para contener la oleada de desorden, de modo que los banqueros y empresarios recurrieron a los servicios de la agencia de detectives Pinkerton, poco o nada escrupulosos en sus métodos. Un periodista, antiguo soldado confederado de nombre John Newman Edwards, transformó por obra de su genio narrativo a los pendencieros hermanos James y Younger en una suerte de caballeros andantes que luchaban para defender al Sur de los abusos del Norte. Escribió un libro llamado Noted Guerrillas or the Warfare on the Border”(16) en el que, a pesar de que era consciente de la violencia y los desmanes de los forajidos, los presentaba como “guerrilleros” que continuaban irredentos e irreductibles la lucha en nombre del derrotado Sur. En ese momento los outlaws ganaban claramente la partida a los agentes especiales del Gobierno. En ese ambiente de desorden social generalizado emerge la figura de otro de los villanos de esta historia, pero que a su vez juega un papel crucial en el desarrollo del actual sistema de seguridad: Allan Pinkerton.
Conviene recordar que nos situamos en las décadas de 1870 y 1880 en los Estados Unidos. El país seguía traumatizado por las secuelas de la Guerra Civil, por el magnicidio de Lincoln y el miedo a un posible levantamiento en el Sur. Pasarán casi treinta años hasta que se cree el FBI en 1909. No existía una organización nacional de seguridad como tal, por lo que Pinkerton convierte a su agencia de detectives en lo más parecido a una policía estatal. Recordemos además el miedo que existía en el Norte entre sus banqueros y sus capitalistas a los terroristas y bandidos confederados. A los problemas en el Sur vinieron a sumarse los generados por las nacientes clases obreras en los suburbios industriales, en las siderurgias y en las minas de carbón. Estados Unidos estaba en expansión y demandaba ávidamente cantidades crecientes de materias primas, singularmente carbón y acero para el ferrocarril, que sostenía la expansión hacia el Oeste. Pinkerton sabrá canalizar ese estado de ánimo en su favor.
En una obra ya clásica, Geoffrey Pearson acuña el término de respectable fears(17) para referirse a este tipo de situaciones en las que la facción acomodada de la sociedad tiene miedo a los grupos que ponen en peligro su prosperidad social y económica. Este concepto enlaza con otro todavía más invocado en ciencias sociales: el de “pánico moral” de Stanley Cohen(18), con un libro basado en su tesis doctoral que ya es un clásico: Folk Devils and Moral Panics: The Creation of the Mods and Rockers. En el primer capítulo, “Deviance and Moral Panics” (desviación y pánicos morales) define lo que entiende por este concepto: “una situación, episodio, persona o grupo de personas emerge para ser definido como una amenaza para los valores e intereses de una sociedad; su naturaleza se presenta de una forma estilizada y estereotipada por los medios de comunicación, las barricadas morales son ocupadas por los editores, obispos, políticos y otros ciudadanos de pensamiento correcto; expertos socialmente reconocidos emiten su diagnóstico y (proponen sus) soluciones”(19). Pinkerton se erigió como uno de esos expertos socialmente reconocidos y propuso sus particulares soluciones con notoria inverecundia: crear un “chivo expiatorio”. Richard Slotkin(20) nos relata la saga de este emigrante escocés que a su llegada a América se alinea de inmediato con el poder político y económico. Durante la Guerra de Secesión hace el trabajo sucio para el ejército de la Unión, actuando como espía y agente provocador. Al terminar la guerra persigue forajidos a sueldo de los banqueros y del ferrocarril, como la banda James-Younger, llegando a provocar la muerte de uno de los hermanos James y la amputación del brazo de la madre al arrojar una bomba al interior del domicilio familiar. En 1873 es contratado por el magnate B.F. Gowen, propietario de minas de carbón en Pennsylvania, para contrarrestar la huelga de mineros, sobre todo irlandeses, que amenazan la producción de sus minas. Los más radicales se encuentran integrados en una sociedad secreta llamada los Molly Maguires, con estrictas reglas de ingreso (ser católico, irlandés y pasar una rigurosa selección) y unidos por un juramento de secreto. Pinkerton decide desacreditar públicamente a los Molly Maguires y constata que la “literatura barata”(21) puede ser un buen recurso para llegar a un público mayoritario. Por tal, Slotkin se refiere a las ya mencionadas dime novels (ver nota 7). En 1875 escribe personalmente la novela The Detectives and the Expressmen, seguida en 1877 de The Mollie Maguires and the Detectives y de Strikers, Communists, Tramps and Detectives. Su hijo Robert Allan Pinkerton continúa sus veleidades literarias y escribe Detective Surveillance on the Anarquists. La tesis mantenida por padre e hijo es fácil de elucidar: existe una conjura de elementos comunistas y anarquistas que quiere acabar con el orden establecido en Norteamérica, conjura que supone una enfermedad social que amenaza a toda forma de vida civilizada; es obligación de todos los americanos el oponerse y luchar activamente contra ella. Esta lucha será llevada en primera línea por los detectives, singularmente los de la Agencia Pinkerton. Robert Allan Pinkerton tiene además la ocurrencia de deportar a todos los anarquistas y demás elementos “peligrosos” a las Islas Filipinas(22).
Si recordamos la definición de Cohen de lo que constituye el “pánico moral” (ver nota 56), éste es un ejemplo paradigmático. Desencadenó lo que se conoce como el Red scare (literalmente “miedo rojo”: aquel inculcado en la sociedad americana por la infiltración de comunistas e izquierdistas con el objetivo de socavar y destruir a la sociedad). Stanley Cohen nos advierte que hay básicamente siete categorías de personas a las que se culpa de ser una amenaza y provocar pánico moral(23), y el red scare encaja como una combinación de la primera de ellas, “hombres jóvenes violentos”, y la séptima, “refugiados y solicitantes de asilo que inundan nuestro país y colapsan nuestros servicios (públicos)”. El miedo al otro caracterizó la amenaza con este perfil: un extranjero, antiamericano, joven y violento y que se había insertado peligrosamente en la sociedad americana, poniéndola en peligro cierto e inmediato. Las Agencias de Seguridad fueron infectadas de este miedo, acrecentado por la Revolución rusa de 1917. El miedo a los comunistas se sumó al terror a los rusos y a las masas violentas. El FBI fue el martillo utilizado para golpear esa realidad socialmente construida (ver nota 21). A partir de 1919, como se relata en FBI: a Comprehensive Reference Guide(24), el servicio de emigración utilizó la información proporcionada por el FBI para expulsar a los extranjeros que eran considerados radicales. En 1919 se crea la General Intelligence Division (GID), bajo el mando de J. Edgar Hoover, el que luego será mítico director de la institución. El objetivo de la GID: “investigar a huelguistas, comunistas y otros radicales”(25). Hoover pasará la mayor parte de su vida dedicado a estos menesteres. Y lo hará con gusto, porque sus opiniones políticas coincidían con su orientación operativa. Recordemos el caso de Hammett y la contribución decisiva del FBI en la “caza de brujas” macartista(26).
Lo curioso es que las pruebas aportadas inicialmente por Pinkerton para toda esta teoría conspiranoica eran (como mínimo) un montaje: como cuenta Richard Slotkin(27) e incluso el propio Pinkerton(28) preparan a un detective de la Agencia, de nombre James MacPhelan, para que contacte con los Maguires en 1870. Poco a poco va ganando su confianza y consigue llegar a la cúpula de la organización. En 1876 retorna junto a Pinkerton y MacPhelan se convierte en el testigo principal de un sonado caso judicial que acaba con la condena y la ejecución en la horca de veinte miembros de los Molly Maguires. Como ha quedado relatado, no es la única intervención de los Pinkertons en las huelgas mineras, donde siguieron utilizando maniobras como mínimo poco éticas que les llevaron a ser finalmente considerados por la sociedad como meros matones y mafiosos. Hubo que esperar hasta 1930 para que se contara la verdad de lo ocurrido(29). Sería recomendable acudir al libro de Kevin Kenny Making Sense of the Molly Maguires (1998) para tener una opinión más amplia del caso en cuestión, que en su época fue tan notorio que llegó a inspirar a Conan Doyle para una de las aventuras de Holmes, concretamente El Valle del Terror.
Hemos hecho un repaso y un relato de los episodios fundamentales que han tenido que ver con la ficción literaria y la realidad que afecta a los detectives y a los policías. Es hora de acabar, y se imponen unas mínimas conclusiones.
CONCLUSIONES
A partir de este punto se podría avanzar en la dirección de cómo han evolucionado las fuerzas de seguridad y al mismo tiempo, cómo se ha desarrollado el género literario y cinematográfico emparentado con la creación original de Edgar Allan Poe. Originalmente la “novela policíaca” se crea en un contexto de grandes convulsiones sociales y políticas como son las secuelas de la revolución industrial, con su crecimiento imparable de los nuevos núcleos urbanos y la eclosión de los movimientos de masas. Estos nuevos escenarios implican la definición de nuevas “realidades sociales” y la aplicación de nuevos sistemas de control, uno de los cuales es la moderna policía urbana. Esa nueva policía presenta dos caras: una son las fuerzas uniformadas que se dejan ver en el nuevo entorno urbano y la otra es la del detective investigador, individualista y mimetizado en la jungla moderna. Los nuevos narradores se hacen eco de esta situación y reproducen de forma literaria esta nueva figura. El creador, Edgar Allan Poe, reviste a su detective de un halo de singularidad que le sirve entre otras cosas para ridiculizar a la policía oficial, a la que considera intelectualmente inferior. Poe en cierto sentido representa un estilo de sociedad que va en retirada frente al progreso.
La justificación teórica la podemos encontrar en la obra de Berger y Luckmann (1968) y su concepto de la construcción social de la realidad, así como en las contribuciones de Geoffrey Pearson respecto a los respectable fears y Stanley Cohen sobre el pánico moral.
En ese sentido las obras literarias constituyen una metáfora que nos proporciona un reflejo, aunque sea reflejo en un espejo oscuro, de la realidad social de cada época en torno a la seguridad y la policía.
Quiero despedirme con un cuadro de la genial pintora Carmen Cantabella. Representa a un navegante. En la Mar, como en la vida, no hay caminos. Cada uno nos labramos nuestro camino. Ha sido un privilegio poder caminar a lo largo de estas entregas con los que hayan frecuentado estas páginas. Muchas gracias a todos.
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[1] Para un estudio completo de la trayectoria de Hoover al frente del FBI y de la creación de los “G-Men” se puede consultar Breuer, William B. J. Edgar Hoover and his G-Men. Ed. Praeger, Wesport, Connecticut London. 1995
[2] Potter, Claire Bond. “War on crime: bandits, G-Men and the Politics of Mass culture”. Author’s Note, pg. XI.
[3] Ashby, Leroy. With amusement for all: A story of the American popular culture since 1830. Pg. 258. The Kentucky University Press. 2006.
[4] Nachman, Gerald. Raised on Radio. California University Press, 1998. Pg. 302.
[5] Llamando a la policía, llamando a los G-Men, llamando a todos los americanos para luchar contra el hampa. Sin embargo “calling” también se podría traducir como “le habla la policía, le hablan los G Men llamando a todos los americano, etc. Op. cit. pg. 302.
[6] Ver reseña en https://www.imdb.com/title/tt0027029/
[7] Ver reseña en https://www.imdb.com/title/tt0026393/?ref_=nv_sr_1
[8] Ashby, Leroy. With amusement for all: A story of the American popular culture since 1830. Pg. 257-258. The Kentucky University Press. 2006.
[9] Ver nota 19.
[10] Powers, Richard Gid. Broken: a troubled past and uncertain future of the FBI. Ch. I. pg. 1. Free Press, a Division of Simon and Schuster. 2004. La traducción es del autor de este artículo.
[11] Jeffrey-Jones, Rhodri. The FBI: A History. Ch. I: Race and the character of the FBI. Yale University Press. 2007.
[12] Para conocer los antecedentes y la historia de esta organización se puede recurrir a Chalmers, David Mark. Hooded Americanism: The History of the Ku Klux Klan. Duke University Press, 1981.
[13] Podemos encontrar un relato de la conspiración y magnicidio de Abraham Lincoln en Kauffman, Michael W. American Brutus: John Wilkes Booth and the Lincoln conspiracy. Ch. 12: Sic Semper tyrannis. Pg. 226-242. Random House Trade Paperbacks. 2005. Sobre el pensamiento politico del asesino y sus motivaciones para el magnicidio se puede consultar Rhodehamel, John y Taper, Louise. Wright or Wrong, God judge me. The writings of John Wilkes Booth. University of Illinois Press. 2001.
[14] Ver Schamel, Wynell, and Lee Ann Potter. «The Homestead Act of 1862.» Social education 61.6 (1997): 359-64.
[15] Jeffrey-Jones, Rhodri. 2007. Op. cit.
[16] Edwards, John Newman. 1877. Noted Guerrillas or the warfare on the border. Bryan, Brand and company. Saint Louis.
[17] Pearson, Geoffrey. Hooligan: A history of respectable fears. Schocken, 1984.
[18] Cohen, Stanley. Folk devils and moral panics: The creation of the mods and rockers. Psychology Press, 2002. La primera versión es de 1973.
[19] Op. Cit. Pg. 9. La traducción es del autor de este artículo.
[20] Slotkin, Richard. Gunfighter Nation: The Myth of the Frontier in the Twentieth century America. 1993. Chap.: “The Pinkerton detective: Hawkeye among the Communist”. Pgs: 139-143.
[21] Ibid.pg. 145.
[22] Pinkerton, Robert A. “Detective surveillance of the Anarquists”. Pg. 614. The North America Rewiev. 1901.
[23] Cohen, Stanley. Folk devils and moral panics: The creation of the mods and rockers. Introduction pg. 8 Psychology Press, 2002.
[24] Op. Cit. Pag. 8. El Profesor Rafael Rabadán, de la Universidad de Murcia apunta la posibilidad de que Robert Allan Pinkerton se inspirara en el ejemplo de las colonias de convictos en Australia y Nueva Zelanda, fundadas y controladas por Gran Bretaña.
[25] Theoharis. Op. Cit. Pg 10.
[26] Theoharis. Op. Cit. Pgs 24-31.
[27] Slotkin. Op. Cit. Pg. 142.
[28] Pinkerton, Allan. The Molly Maguires and the Detectives.
[29] Coleman, James Walter. The Molly Maguire riots: industrial conflict in the Pennsylvania coal region. Garrett and Massie, 1936.
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