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Lo propio y lo ajeno, de Enrique Bueres

Lo propio y lo ajeno, de Enrique Bueres

Hete aquí una crónica irreverente de alguno de los momentos estelares de la vida cultural española de comienzos del siglo XXI con paradas en Madrid, Lisboa y Nueva York. Con prólogo de David Trueba y epílogo de Pepe Colubi.

En Zenda reproducimos uno de los capítulos de Lo propio y lo ajeno (Renacimiento), de Enrique Bueres.

***

Gustavo Bueno, rodeado de telebasura

La sala Simón Bolívar de la Casa de América desprende solemnidad. En los techos, vemos frescos con rechonchos angelitos y mujeres con los pechos al aire, en plan Sophie Calle. Hay bajorrelieves con motivos dieciochescos, un busto en bronce de Simón Bolívar, una chimenea con espejo, tapices floreados cubriendo las paredes, dos lámparas de araña capaces de iluminar una final de la Champions League, y pan de oro en cantidad suficiente como para poner los dientes largos a un corsario inglés. Con esa escenografía, no nos extrañaría nada que en cualquier momento entrase un prócer americano reclamando la independencia de su colonia o Napoleón declarándole la guerra a Austria. Pero no. Quien entra es el filósofo asturiano Gustavo Bueno, que hoy, 19 de febrero, viene a Madrid a presentar Telebasura y democracia (Ediciones B), un ingenioso análisis sobre las razones del éxito de algunos de los programas más vistos en los últimos años. Acompañan a Bueno, el periodista Paco Lobatón y la editora Ana Lafuente. Sobre la mesa, unas botellas de agua con las etiquetas ocultas a la vista del público (será que Perrier no paga el product placement, que dirían en algún departamento comercial).

Gustavo Bueno, tras elogiar el programa Quién sabe dónde, de Lobatón, por su carácter de «servicio público», comienza arremetiendo contra los críticos de televisión y «los llamados intelectuales, que son unos pedantes». Para el autor de El cierre categorial, la misión de los filósofos es hablar de las cosas de hoy. «Ustedes no saben cómo están las facultades de Filosofía, podridas de burocracia. Ahora, después de cincuenta años, puedo decirlo porque me importa un pimiento lo que puedan pensar. Antes, me harían un consejo de guerra». Tras recordarnos que la agricultura es el origen de la cultura (me vino a la mente el manual de Ed Rosental y Mel Frank), Bueno analiza los distintos tipos de basura. «Basura nuclear, basura cósmica, comida basura, basura doméstica, literatura basura. Telebasura es un concepto equívoco. Juzgar qué es telebasura comporta juzgar todo lo que rodea a la televisión, al mundo. La tesis fundamental del libro es que la basura es parte del mundo. En televisión hay basura fabricada, deliberadamente o no, y basura desvelada, que nos desvela la basura del mundo real».

Aunque no suelo hacer preguntas en las ruedas de prensa (por culpa de la «complicidad» que suele crearse), viendo que nadie pregunta por el tema del año, le planteo a Bueno la cuestión: «¿Qué opina de Operación Triunfo? ¿Qué le parecen los valores que vende el programa?». «Mire, es telebasura fabricada, basura ética. ¿De qué triunfo se trata?, ¿de ir a un festival? Es el triunfo fácil, el pelotazo, un triunfo distorsionado desde el punto de vista social. Me parece que el planteamiento es deleznable. La igualdad de oportunidades es un método de desigualdad. En cuanto a la participación democrática del público, lo que se juzga es el paisanaje, no criterios estéticos. Las canciones son cursis, melosas. No tienen nada que ver con la vanguardia. Platón ya decía que el primer síntoma de corrupción de la ciudad empieza por la música. La música de Operación Triunfo es basura. La corrupción no puede ser mayor. Además, se han atrevido a utilizar el término Academia, como la Academia de Platón, en contraposición a la casa de Gran Hermano».

A pesar de que las únicas cámaras de televisión presentes en la sala son las de TVE, imagino que las declaraciones de Bueno no van a salir en el telediario de Ana Blanco. Por mi parte, me siento menos solo. Poco a poco voy encontrando gente crítica con Operación Triunfo: Vicente Molina Foix, Diego Manrique, Pedro Almodóvar, Juan Gatti…

Al terminar, descubro entre el público a Iván Armesto, el asturiano finalista de la primera edición de Gran Hermano. Como no llevo cámara (quedé traumatizado con el fallo técnico Rodríguez Marcos/López Vega en ARCO), le comento al fotógrafo Fernando Rodríguez Gorena, de la agencia Módem Press, si sería tan amable de fotografiar juntos al profesor Bueno y al concursante Iván. Me parece que, a falta de Napoleón o Simón Bolivar, esa sería la imagen del acto.

Más tarde, entre Coca-Cola y Coca-Cola, le pregunto a Iván el motivo de su visita.

—Gustavo Bueno siempre me ha tratado muy bien. He venido a que me firme el libro.

Conozco a Iván de verlo en el Café del Mercado de Fuencarral. Además, es de Gijón.

—Suelo ir a comer allí porque la gente es muy tranquila y no te dice nada.

—¿Y qué haces ahora?

—Estoy colaborando en algunos programas y recibiendo clases de interpretación.

—Te deseo lo mejor.

Al irme, me cruzo en las escaleras con Gustavo Bueno. Sólo tengo tiempo para saludarlo y felicitarlo, pero confío en que en las próximas vacaciones podamos tener una plácida charla en Celorio, a ser posible en la biblioteca del nuevo hotel de su hija Ana, Arredondo, una maravilla que dejaría asombrado al mismísimo Herodoto.

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Autor: Enrique Bueres. Título: Lo propio y lo ajeno. Editorial: Renacimiento. Venta: Todos tus libros.

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