Hay unos versos en la canción-poema “Esposa con los ojos cerrados” donde Nick Cave (Warracknabeal, 1957) afina en su muestrario de las oscuridades del mundo, y lo hace con un “Eh”, un achtung!, una llamada de atención a lo que nosotros solemos darle el significado de ‘alerta’ con la exclamación ‘¡ojo!’. Nick Cave se frena en esa letanía que habla de bestias salvajes, brujas negras, ira ponzoñosa, arañazos, y escribe: “Eh, no digo que no haya ninguna esperanza./ Porque sé que hay un momento intermedio / entre el horror de estar despiertos y el sueño de estar dormidos / donde la belleza del mundo y de ella es apasionante, / donde la belleza del mundo y de ella es apasionante.” Necesita apuntar dos veces esa última frase para que no quede asomo de duda. Sí, el mundo es belleza (más que decir que hay belleza en el mundo) y la belleza de la esposa es apasionante. Pero con Cave hay que andarse siempre con cuidado. Todo lo que nos ha dicho lo ha expresado desde la certeza de que, en efecto, hay esperanza, aunque sólo sea en unas determinadas circunstancias, en una selección de instantes, o en una pausa del tiempo en la que lo que se muestra apasionante no es únicamente la belleza del mundo, ni tampoco la belleza de ella, de la esposa. Es la belleza combinada de ambos, la del mundo y la de la esposa lo que resulta apasionante. Eh, no todo está perdido, hay esperanza, o al menos puede pugnarse por conseguirla. Pero, ¡eh!, nada cabe sin belleza. Será entonces cuando ni la muerte tenga señorío, como decía el poeta.
La vida es, según lo que contaba Nick Cave en Más extraño que la bondad (Sexto Piso, 2022) lo que prevalece entre la construcción de nuestro relato, su consiguiente destrucción y su aceptación final, entendiendo la vida más como un deseo que como un sentido, y todo bajo la atenta mirada de un demiurgo comunitario en forma de conciencia colectiva plagada de polvo de estrellas con la que se sostienen los cielos. Es Nick Cave expresándose y Seán O’Hagan tratando de poner orden a las palabras del padre del maravilloso Ghosteen (2019) en un libro-conversación que habla, precisamente de Fe, esperanza y carnicería: en realidad se trata de un camino sin retorno hacia la conquista de la misericordia, desde la soberbia, la condescendencia y la vanidad de los primeros ropajes —todos ellos necesarios en la juventud, todos ellos prescindibles en la madurez— hasta alcanzar ese estado beatífico que conlleva la aceptación sin tapujos de la piel que envuelve a nuestra “misma maldita serpiente” de siempre. Así, lo que parecía una autobiografía se convierte en una suerte de buceo emocional a propósito del último tramo de vida de uno de los artistas más complejos y apasionados del panorama musical del último medio siglo. Un arte fraguado en parte como salvación ante la tragedia que conlleva la vida, abocada a la muerte desde el mismo nacimiento. Lidiar con la muerte prematura del padre, con la catástrofe que supone la pérdida de dos hijos del cantante australiano (en 2015 Arthur y en 2022 Jethro) y con sus propios fantasmas forma parte del juego de estar vivos.
Pero Fe, Esperanza y Carnicería es algo más que un compendio de recuerdos, vivencias y reflexiones bien dispuestas bajo la mirada cómplice de ese testigo locuaz que es Seán O’Hagan. Desapasionado cuando debe, instigador, ávido de curiosidad y plagado de sensible impertinencia, el crítico de The Guardian saca de los meses de conversaciones con Nick Cave oro de muchos quilates. Lo que Mac Montandon hizo con la figura de Tom Waits al compendiar conversaciones, entrevistas y opiniones de diversa índole y procedencia (Global Rhythm, 2007) lo logra O’Hagan de una tacada y con un grado de intimidad difícil de conseguir por medios naturales. No es simplemente el retrato en marcha de un artista global, es además un oscuro conjuro para sublimar la experiencia del arte y, de paso, arrojar luz a la evolución musical y personal del líder de los Bad Seeds. Ya sabíamos dónde habían ido a parar las guitarras eléctricas en sus últimos discos, paridos casi al alimón con su querido Warren Ellis; ahora sabemos por qué. Cave resume el proceso creativo en una frase: “Me parece que pasamos la vida recomponiéndonos la mayor parte del tiempo. Pero espero que de formas novedosas e interesantes.” Novedosa e interesante como esta obra singular escrita a cuatro manos. Libro hermoso y oscuro, como hermosa y oscura es la antigua balada de “The Butcher Boy” [El joven carnicero]. El amor, una silla, un papel, una pluma, un tintero y una soga. Eso basta para que el arte consiga encontrar un camino a la eternidad.
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Autor: Nick Cave y Seán O’Hagan. Título: Fe, Esperanza y Carnicería. Traducción: Eduardo Rabasa. Editorial: Sexto Piso. Venta: Todostuslibros.
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