«El nombre de filósofo unas veces fue honrado y otras envilecido, como el de poeta, el de matemático, el de fraile, el de sacerdote, como todo lo que depende de la opinión». —Voltaire.
En 1995 organicé uno de los encuentros anuales que hacía desde hacía diez años y que hasta entonces habían sido solo literarios. Esta vez se trató de charlas que motivaran la reflexión y que, como escribí luego en la introducción del libro que publiqué, “que removieran los cimientos de la sociedad del Bienestar”.
La idea me llegó de la mano de Italo Calvino, que en 1988 había publicado el libro Seis propuestas para el próximo milenio (Siruela), resultado de un ciclo de conferencias que el autor italiano había preparado para impartir tres años antes en Harvard, pero la muerte le sorprendió una semana antes de viajar a la universidad estadounidense y las conferencias nunca se pronunciaron.
El libro de Calvino comienza así. “Estamos en 1985: apenas nos separan quince años del comienzo de un nuevo milenio”.
Pues bien, en 1995, a solo cinco del año 2000, yo organicé este encuentro “contra el desorden económico y social imperante, enfocado a poner en evidencia las injusticias, a espolear el pensamiento acomodado y suscitar la idea de un rearme moral de la sociedad” (lo digo en la introducción del libro; la vida política entonces andaba algo revuelta… ¿y ahora?).
El Encuentro duró dos días, lo llamé 50 propuestas para el próximo milenio, y cada uno de los invitados —Gabriel Albiac, Gustavo Bueno, Antonio Escohotado, Luis Racionero y José Saramago— me enviaron un decálogo de propuestas que luego desarrollaron en público. Los cinco estuvieron próximos, sobre todo en lo referente a la guerra, al hambre y a la solidaridad. Tal vez fuera Gustavo Bueno el que más llamó la atención, por abordar aspectos de la vida política y cultural señalando que sus propuestas se referían “solo a la parte de España”, por su carácter actual e inmediato.
En una de las entradas de su Nueva enciclopedia, Alberto Savinio da su personal visión del nacionalismo, contando que en su cuarto de trabajo tenía colgados tres retratos y un cuadro de fantasía. Un día le visitan cuatro personas, dos de las cuales se interesan por los retratos, “por ser de personas que conocen”. Ninguno mira el cuadro de fantasía, y Savinio afirma: “En este pequeño episodio está el germen del nacionalismo” (…): «las guerras no terminarán hasta que la gente aprenda a interesarse no solo por los retratos, y en particular en los retratos de personas que conocen, sino también en los hechos y en las cosas que van más allá del círculo familiar y personal, o sea, en las idas generales y, en la medida de lo posible, en las cosas de la imaginación”. Esta quiso ser la visión del Encuentro: una mirada amplia y desprejuiciada al cuadro de fantasía.
Las propuestas (5+1) de Italo Calvino son estas: Levedad, Rapidez, Exactitud, Visibilidad, Multiplicidad y Consistencia (esta última palabra aparece garabateada solo como título).
Las 50 propuestas
El miércoles, 13 de diciembre de 1995, a las 12,30h, comenzó 50 propuestas para el próximo milenio con un decálogo que desarrolló Luis Racionero, presentado por Manuel Herrero Montoto, y que resumió así: 1. Espiritualidad. 2. Transvaloración. 3. Ecología. 4. Nuevo paradigma. 5. Ocio. 6. Desarrollo personal. 7. Abolir las guerras. 8. Descentralización. 9. Gobierno mundial. 10. Belleza.
A las 17,30h., continuó Gustavo Bueno, presentado por José Mª Fernández:
1. Reorganización del Estado de las autonomías (disposición a permitir la autodeterminación de independencia de las autonomías que no quieran aceptar su integración plena en la unidad española). 2. Transformación de la actual monarquía hereditaria / Limitación del tiempo profesional de los ciudadanos a la política. 3. Plan energético nacional que tome en consideración la energía nuclear y el aprovechamiento de las posibilidades agrícolas y ganaderas. 4. Servicio nacional obligatorio para jóvenes de ambos sexos con funciones sociales, militares, policiales, etc., sin posibilidad de objeciones de conciencia. 5. Implantación de la eutanasia para asesinos convictos y confesos de crímenes horrendos. 6. Rebajas de las cuantías escandalosas de los premios literarios afines hasta niveles proporcionados a los salarios mínimos. 7. Política orientada a conseguir, como mínimo, un uno por ciento de lectores de libros escritos en español sobre temática científica o filosófica. 8. Eliminación paulatina de conceptos de “actividades culturales”, “páginas culturales, “animadores culturales”, “Ministerio de cultura”… y sustitución por conceptos más precisos de “Consejería de Música sinfónica”, “Páginas literarias”, “Dirección general de Teatro de títeres”… 9. Eliminación del concepto de “tercera edad como edad del merecido descanso” y asignación a los pensionistas no impedidos de tareas obligatorias de interés asistencial, educativo o social. 10. Eliminación del concepto “colectivo de desempleados” y asignación a los parados y población ociosa, mediante retribución, de tareas de interés público.
Jueves, 14, 12,30h. Gabriel Albiac, presentado por José Manuel Cepedal, desarrolló este decálogo: 1. Abolición del trabajo. 2. Abolición del capital. 3. Extinción del Estado y de sus aparatos difusos. 4. Crepúsculo de los monoteísmos: Religión y Nación. 5. Contra la pulsión de identidad: por una subjetividad dispersa y una sociedad mestiza. 6. Contra el sentido, contra las finalidades: por una estética epicúrea. 7. El provenir de una ilusión: reglamentos ficticios de una sociedad de placer. 8. Un sociedad sin miedo ni esperanza. 9. La Biblioteca de Babilonia: reconstrucción de la forma-libro y de las mercancías inmateriales. 10. La muerte en el Jardín: vivir en la inmanencia.
A las 18,00h., habló José Saramago, presentado por Francisco Sosa Wagner. Estas fueron sus diez propuestas: 1. Desarrollar “para atrás”. 2. Crear un sentido nuevo de los deberes humanos. 3. Vivir como “supervivientes”. 4. Evitar que las religiones continúen siendo factores de desunión. 5. “Racionalizar” la razón. 6. Resolver las contradicciones entre “cada vez estamos más cerca” y “cada vez estamos más lejos”. 7. Definir éticas prácticas de producción, distribución y consumo. 8. Hacer desaparecer el hambre del mundo. 9. Reducir la distancia cada vez mayor entre “los que saben” y “los que no saben”. 10. Regresar a la filosofía.
Cerró Antonio Escohotado a las 20,00h, presentado por Ricardo Labra, con 1. Volver al campo. 2. Que los contratos vuelvan a ser contratos —acuerdos entre dos— en vez de adhesión unilateral. 3. Que lo común no sea negocio particular, y nadie urda comprometer a otro sin su consentimiento. 4. Que la dulzura prospere, a expensas del miedo. 5. Que reparemos en lo pequeño y cotidiano, sin quedar hipnotizados por ello. 6. Que lo clásico se sobreponga a vanguardias, y el aburrimiento no sea combatido con novedades. 7. Que las cosas sigan tan bien como hasta ahora. 8. Que la ciencia abandone vocaciones proféticas y se haga generosamente descriptiva. 9. Que los celos declinen, sin merma del ardor. 10. Que la ebriedad asuma sus responsabilidades, y entre en el catálogo de las bellas artes.
***
Han pasado 25 años desde entonces y, si pudiera, volvería a reunirlos a todos para planteares idéntica propuesta. Sería interesante conocer ahora sus decálogos. Y si yo entonces hablé del rearme moral de la sociedad, ¿qué diría en estos momentos de ascensión de propuestas tan extremas, de elementos que manejan el parlamento para sus fines partidarios más espurios sin importarles mentir o manipular? ¿Diríamos hoy, como Escohotado, «que las cosas sigan tan bien como hasta ahora»?
Mi propuesta de 2020 sería solo una: Creación de una Vicepresidencia Primera para la Educación (con presupuesto especial y seguimiento permanente por un comité de sabios).
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