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Lo que llamamos casa es mucho más que un simple lugar

Lo que llamamos casa es mucho más que un simple lugar

Si en Aprender a hablar con las plantas la muerte era una presencia casi física que la autora utilizaba para hablar de la soledad tanto como de la necesidad de avanzar, en Ese lugar al que llamamos casa la autora continúa adentrándose en dicha necesidad utilizando las relaciones que construimos en el camino tanto como las que dejamos. Ambas novelas comparten narradoras fuertes con profesiones buscadas para enfatizar, y una prosa capaz de convertir situaciones que pudieran haber sido dramáticas en experiencias comunes, dejando claro que hay voces destinadas a conectar con los lectores por su honradez. Miradas de frente a vidas comunes, porque todos somos muy parecidos en ciertas cosas.

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“Nunca hay que olvidar que lo peligroso es no tener nada que perder”, dice la protagonista de la nueva novela de Marta Orriols, Ese lugar al que llamamos casa. En ella, la autora reflexiona sobre las relaciones humanas y la vida que no se detiene cuando por algún motivo faltamos a ella. La vida no se detuvo durante el confinamiento y, para Valentina, la narradora y protagonista, tampoco lo hace durante las casi dos décadas que pasa fuera de Barcelona como corresponsal de prensa. Para Valentina, el regreso a Barcelona es definitivo. “Mis padres están mayores”, dice al reencontrarse con su relación más importante. Pero, más allá de eso, es una vuelta a poner en marcha los engranajes de una vida que ella creyó que había quedado en stand by. Una vida en la que su ex, ese con el que la relación se diluye hasta desaparecer sin palabras y del que tuvo noticias de su boda, es padre de familia y compra en supermercados. Una vida, además, en la que su abuela se despide mientras su padre parece empezar a encontrar el mismo triste camino, y en la que ella no sabe dónde está su sitio. Y es que, más allá de una trama, que en este caso es una vida, Orriols reflexiona sobre la vuelta a casa y lo que realmente consideramos como tal. La protagonista busca un piso y recuerda su balcón en Hamra tanto como su época de estudiante en Barcelona, mientras evita preguntarse si será capaz de encontrar ese espacio en el que se atesoran los sonidos y olores que impregnan nuestros recuerdos. Los de Valentina se mezclan con los caminos que anteceden a las crónicas que escribió, los compañeros, la muerte que siempre pilla por sorpresa, los olores y los sentimientos. El amor por sorpresa: Valeria o lo sentimientos que se desbordan cuando la confianza hace que las barreras se difuminen. Y, pese a todo, el gran mérito de la novela de Orriols, es la normalidad. Logra un texto honesto en el que, pese al trabajo de la protagonista, pese a su vida fuera, pese a sus condicionantes, el lector empatiza con ese estado de desubicación en el que uno finge saber por dónde pisa mientras intenta que las conversaciones retomadas tras años de silencio suenen con normalidad. No trata de deslumbrarnos con acciones que nos pillen por sorpresa ni busca conmover al lector con escenas inolvidables. Lo que encontramos aquí es el paso a la madurez de quien busca lo que cree que debe y acaba encontrando el camino adecuado. En este caso, el camino a casa.

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Autora: Marta Orriols. Traductor: Manuel Pérez Subirana. TítuloEse lugar al que llamamos casa. Editorial: Destino. VentaTodos tus libros, Amazon, FnacCasa del Libro.

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