En el libro Historias notorias de Valladolid reuní una colección de artículos de prensa basados en acontecimientos ocurridos en la ciudad. Dediqué uno de ellos a las visitas de Federico García Lorca, que ahora tengo ocasión de ajustar al máximo. Fueron cuatro.
La segunda, para dar una conferencia sobre el cante jondo en el Teatro Zorrilla el día 27 de marzo de 1932.
La tercera como director de “La Barraca” para actuar en el Teatro Pradera el día 11 de abril de 1933.
Y la cuarta, de regreso de una tournée por Castilla, el día 5 de septiembre de 1933 para volver a actuar en el mismo teatro variando la programación.
De todas iremos dando cuenta en esta recopilación de textos periodísticos que dan fe de la realidad de los hechos.
En la primera visita leyó algunos de sus versos (entre ellos, fragmentos del Romancero gitano que estaba escribiendo por entonces y que se publicaría dos años después) y tocó el piano y cantó canciones populares de Castilla y de Andalucía en una sesión celebrada en el Ateneo pinciano para clausurar su curso académico.
Lorca estuvo por segunda vez en Valladolid seis años después, el 27 de marzo de 1932, pronunciando una conferencia sobre el cante jondo una mañana de domingo en el Teatro Zorrilla. Valladolid estaba en plena Semana Santa y el día antes de la conferencia ésta se anunció en los periódicos. El Norte de Castilla le dedicó una columna en su primera página del domingo 27, entonando, de forma poética, las alabanzas de Lorca y de su pueblo natal.
Después de oír de boca de Federico García Lorca algunos versos del cante jondo, el periodista encargado de escribir la reseña de la conferencia del joven poeta granadino, probablemente Francisco de Cossío, director del periódico, escribió del siguiente modo, que puede sorprender, pues ya no se escribe así en los periódicos y menos aún en la primera página. Bajo el titulo: “Señas: Poesía. Federico G. Lorca”, y debajo, una preciosa columna de la que entresacamos estos párrafos:
“La pluma es ágil. La idea es ágil. Salta el ingenio juvenil, airoso, de lugar en lugar, con locura de salto, con prestancia admirable de pirueta, de grito…
“Libro de poemas”, con canciones de García Lorca.
El poeta sigue dejándose llevar de su inquietud constante, de su genial capricho, de un dinámico concepto de la vida, de la palabra, de la estética. Visita, recorre España: lo ve todo. Las miradas se hacen agudas y amplias, luminosas y fuertes para ver mejor el fino secreto – oculto casi en la sombra de lo milagroso -, la silueta más honda, más incorporal. (…) Con paso de cristal sigue el camino y voz de los cantores. Hay un pueblo que habla y hay un pueblo que canta –como hay pozos y hay fuentes-: un pueblo que hace política y otro que hace poesía. (Obra superior, ingenua y maravillosa; poesía o política hecha por quien –a lo mejor- no sabe lo que hace).(…) Federico García Lorca busca en sí mismo la refracción de aquella luz humilde que atraviesa –exactamente- el centro de su espíritu. El acento popular se hace arenas de sus ríos. El agua caudalosa y segura, en su tromba potente, casi vertical, suena casi imperceptible, tierna. (…) En cada poema vibran sutilezas populares, una Andalucía inmortal con un cielo más alto que ninguno, un cielo que el poeta levanta con sus manos para pasar cómodamente bajo él, sobre la tierra calcinada, sobre la ventura encantada de un pueblecito que goza de la feria abrileña bajo un arco de banderines de romance”.
En la tercera visita no intervino directamente el poeta sino la agrupación teatral que fundara un año antes junto al falangista Jiménez Caballero y codirigía al lado de Eduardo Ugarte, “La Barraca”, con la que debutó en Valladolid el día 11 de abril de 1933 en el desaparecido Teatro Pradera, a las puertas del Campo Grande. La representación formaba parte de una programación en la que se incluían actuaciones en diferentes ciudades del entorno, entre ellas Valladolid, Zamora y Salamanca. Existe una fotografía (foto de portada) de la camioneta y los actores a su alrededor, en la Plaza Mayor de Tordesillas, en un día de mercado, con toda seguridad un martes, pero ni rastro de ninguna representación teatral en el teatro Escudero, ni memoria de que la hubiera, lo que nos hace pensar que se trataba de una parada, sin fonda, propuesta por el jefe de expedición atraído por la fama histórica de la localidad y el placer de asistir a su mercado semanal.
No olvidemos que Lorca y su gente tendrían un buen recuerdo de la afición al teatro de los castellanos de pueblo, ya que su primera actuación fuera de Madrid la hizo en El Burgo de Osma (Soria), en julio de 1932, en cuya plaza representaron, muy nerviosos pero entusiasmados, los entremeses de Cervantes La cueva de Salamanca, Los dos habladores y La guarda cuidadosa; y el auto sacramental de Calderón La vida es sueño. Estas mismas obras constituyeron el programa de las actuaciones hechas en San Leonardo, en la iglesia de San Juan de Duero, en Soria capital, Ágreda, Vinuesa, y Almazán, antes de retornar a Madrid con una sensación de triunfo.
Su primera visita a Valladolid fue propiciada por el vallisoletano José María de Cossío, que mantenía muy buena relación con los escritores integrantes de la luego llamada Generación del 27. La velada fue presentada por el poeta Jorge Guillén, gran amigo de Lorca. Ante mí, tengo escrito lo que dijo tan admirado profesor y poeta vallisoletano.
Compartió Lorca la sesión con Guillermo de Torre, ensayista, crítico literario y poeta, que todavía no se había casado con Norah Borges, la hermana del escritor argentino Jorge Luis Borges. Guillermo de Torre era un escritor mucho más conocido en los ambientes literarios que el joven poeta Federico García Lorca, que procedía de un modesto pueblo de la vega de Granada llamado Fuente Vaqueros, contaba 28 años y poseía una importante obra incipiente.
Jorge Guillén presentó el acto; y de Lorca dijo que era “un gran amigo que en seguida será amigo de todos, y un gran poeta. Porque, cuidado, que todos serán, que todos seremos suyos, en cuanto rompa a cantar. Ya empiezo por prevenirles. Oír a Lorca y rendirse a su poesía es todo uno. Lorca se impone necesariamente con esa fuerza inédita y simplicísima de la evidencia”.
Después de todo aquello del Ateneo, Jorge Guillén se mantuvo firme en que “nosotros previmos en Federico García Lorca al gran poeta glorioso que iba a ser. Nosotros fuimos de los hacedores, no de los enterradores”.
Por su parte Francisco de Cossío (hermano mayor de José María, el organizador de la velada y futuro autor del Tratado Técnico e Histórico Los Toros) fue testigo presencial de aquella sesión de la que escribió: “Federico García Lorca es todavía un desconocido. Aún falta tiempo para que los niños canten en corro sus baladas y las muchachas reciten en secreto sus canciones. Pero llegará el día, y entonces podré decir: Fui uno de los primeros espectadores y oyentes, y no me equivoqué”.
Lorca, pues, cuando visitó las dos primeras veces Valladolid estaba despegando de su vuelo de altura. Y la tercera vez, siendo director de teatro, permaneció en un segundo plano, pero su fama de buen poeta y autor teatral había crecido.
Del debut en el Teatro Pradera de “La Barraca” tenemos varios testimonios periodísticos publicados en la prensa local. En primera página del día 7 de abril de 1933 El Norte de Castilla publicaba un artículo advirtiendo la próxima presencia de “La Barraca” en Valladolid e invitaba a los hombres de la cultura de aquellos años a que abrieran polémica sobre la compañía ambulante recién nacida. El autor del artículo era el escritor hispano-mejicano José Suárez Carreño, quien, afincado en España, ganó después tres importantes premios literarios: el Adonáis de poesía en 1943, el Nadal de novela en 1949 y el Lope de Vega de teatro en 1951. Por el interés de su artículo (el director del periódico también así lo consideró al publicarlo en primera página) y por lo que tiene de “histórico”, traemos aquí un par de párrafos.
“VIERNES 7 DE ABRIL DE 1933. ANTE UNA VISITA. PERFIL Y SIMBOLO DE «LA BARRACA».
“Viene “La Barraca” a Valladolid, popular, juvenil, ágil. Como es. Un repertorio venerable. Toda la sustancia ilustre del teatro hispano —Calderón, Lope y ese Cervantes de última hora y nueva cara de los entremeses— con el pulso e impulso de una poesía de eternidad”.(…) Si en un esquema pudiera apreciarse el movimiento y quedarse en él, batiendo toda la vida de “La Barraca”, podría descomponerse el todo único de ella en elementos autónomos. Uno de ellos, el equipo de nuevos universitarios actores y montadores del espectáculo -dinámicos, vivaces- en sus manos anónimas y cordiales, olorosas a caminos españoles, ruedas, máquinas de tramoya y versos de Calderón.
A Ugarte se le nombra mucho pero se dan pocas noticias suyas. ¿Quién era el co-director de la compañía de teatro Eduardo Ugarte? Su ficha de urgencia debe decir estas cosas: Nació en Fuenterrabía. Su padre fue ministro durante la regencia de María Cristina y reinado de Alfonso XIII. Tenía habilidades de escritor. Fue guionista, y director de teatro y cine. Se casó con una hija de Carlos Arniches, Pilar. Firmó obras de teatro junto a López Rubio y trabajó como adaptador de diálogos en Hollywood en los tiempos en los que también estuvo en estas labores cinematográficas Enrique Jardiel Poncela. Firmó guiones de películas de Buñuel. Creó la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, lo que le obligó, por razones de seguridad, a trasladarse a Méjico y pedir la doble nacionalidad.
Aquellos días del mes de abril del año 1933, en las redacciones de los periódicos había mucha tarea informativa. El día 11 no pudo publicar El Norte de Castilla (precio, 10 céntimos) la crítica del debut de “La Barraca” por falta de tiempo y espacio, limitándose a insertar, en primera página y a una columna una caricatura de Lorca hecha por Geache, (Gregorio Hortelano Martínez), el caricaturista de moda entonces. El grueso de la información se la llevaban los discursos de los señores Azaña, Prieto y Marcelino Domingo, en la plaza de toros de Bilbao. A una columna y en la página 4 se insertó un suelto que decía: “Apremios de espacio y de tiempo nos impiden publicar hoy el juicio crítico de la presentación en nuestra ciudad de “La Barraca”. Lo haremos en el próximo número, anticipando que obtuvo un éxito tan rotundo como merecido”.
En efecto, al día siguiente, miércoles 12 de abril de 1933, en primera página (primera plana, se llamaba antaño) y compuesto al ancho de dos columnas apareció el artículo “Presentación de La Barraca”, firmado por el director del periódico Francisco de Cossío. He aquí el texto íntegro.
“Valladolid ha presenciado, al fin, la representación de “La Barraca”. Y no fue en una barraca, con toda la sugestión de feria, de alegría pasajera que tiene esta palabra, sino en un teatro, en el teatro Pradera que, en sus orígenes, fue barraca también. Esta juvenil agrupación trashumante, encargada de llevar a los pueblos las viejas farsas de nuestro teatro, no tiene empaque alguno oficial. Es la clásica estudiantina que aprovecha la vacación para divertirse y llevar la diversión a los pueblos que visita. Y con una mayor trascendencia cultural que la estudiantina de bandurria y guitarra, ya que el propósito se cifra en escenificar viejas farsas. En este aspecto, y por lo que respecta a los estudiantes de literatura, es un interesante ejercicio de extensión universitaria. Sacar a luz las pequeñas obras origen de nuestro teatro, escenificarlas y vestirlas con una elegante estilización, y decirlas bien aprendidas, seriamente ensayadas, y con esa desenvoltura del buen aficionado, con la gracia que las presta el entusiasmo, tan reñido con el profesionalismo. Al frente de esta improvisada hueste dramática figura Federico García Lorca, el gran poeta que, como ninguno otro de nuestro tiempo, sabe extraer las esencias populares, que equivale a conocer al pueblo. En este aspecto pensamos que “La Barraca” tendrá más éxito en los pueblos que en las ciudades, y que el campesino entrará en la ingenuidad de estos sainetes primitivos con menos reservas y mayor efusión que el obrero ciudadano, maleado por el teatro mediocre y por los chistes y situaciones del “astracán”.
“Como esta, y no otra, ha sido la finalidad de don Fernando de los Ríos al crear este juego popular, convencido quizá de que la alegría sana y la risa ingenua son cultura, dicho se está que este nuevo carro de Tespis, aunque en nuestro tiempo se mueva con motor de explosión, cumple un elevado objetivo y representa un interés hasta ahora desconocido en nuestro país, el de restaurar una comunicación entre el ingenio de la ciudad y la risa de los pueblos.
“Tres entremeses, dos de Cervantes y uno anónimo de la misma escuela, dieron a conocer estos muchachos en Valladolid. “La cueva de Salamanca”, “La guarda cuidadosa” y “Los dos habladores”.
“A los tres les dieron gracia, agilidad, desenvoltura y alegría. Actores y actrices rivalizaron en una interpretación cuidadísima, haciéndose acreedores a los más justos aplausos, que sonaban en la sala no como en una fiesta de invitación, sino como en una representación de pago. En esto el público, en una gran mayoría de carácter popular, que llenaba el teatro, dio muestras de comprensión y cultura.
“Mas para dar valor a estos elogios se me van a permitir algunos reparos que afectan más a los escenógrafos que a los intérpretes. ¿Por qué desposeer estas pequeñas piezas, de las que arrancan los mejores sainetes españoles, de un sentido realista? El decorado sintético, lleno de sugestiones y de gracia, no corresponde exactamente a una acción en la que intervienen tipos populares, llenos de alusiones de actualidad y en las que la imitación de la vida debe prestarlas su mayor eficacia escénica. Los personajes, caracterizados un poco en caricatura y con la estilización que arranca de la comedietta italiana, pierden, a mi modo de ver, su sentido más íntimo, su significación más humana.
“Pero sea este reparo no más que una observación cariñosa, ya que “La Barraca”, hoy por hoy, no significa sino la iniciación de empresas teatrales de más fundamento. Del teatro incipiente podrán saltar al buen teatro de nuestro siglo XVII y ¿por qué no, a un teatro moderno, que puede tener en estos buenos aficionados un magnífico laboratorio? Mucho podemos esperar de Federico García Lorca, de tan profundo sentido teatral.
“Lo importante es que “La Barraca”, en esta su primera presentación, obtuvo entre nosotros un éxito brillante”.
Lorca y Ugarte pensaron en aquellos meses de 1933 en sacar de Madrid “La Barraca” para que le diera el aire por la llamada entonces Castilla la Vieja. En esta excursión artística estaban previstas varias capitales (Valladolid, Zamora y Salamanca), pero salieron propuestas para ir a León y Santander.
De la visita a Zamora podemos contar cuatro cosas. Importantes las cuatro. Lorca visitó Zamora con “La Barraca” inmediatamente después de actuar en Valladolid, en la primera quincena del mes de abril de 1933 para actuar en el teatro Ramos Carrión, poniendo en escena La vida es sueño, de Calderón. Se dice que a dicha representación asistió Miguel de Unamuno que se encontraba por aquellos días en la ciudad. Lorca ya había estado en Zamora años atrás. En 1916, contando 18 años y siendo estudiante de la universidad de Granada, se apuntó a una excursión, que llevaría al frente al profesor Domínguez Berrueta (salmantino y profesor en dicha Universidad) por las siguientes ciudades: Madrid, El Escorial, Ávila, Salamanca, Zamora, Santiago, La Coruña, Lugo, Burgos y Segovia. Parece que este tipo de excursiones solía organizarlas para estudiantes universitarios la Institución Libre de Enseñanza. Hemos encontrado en la prensa zamorana una reseña de la fiesta que se organizó en el Círculo de Recreo o Casino en la que Lorca triunfó como interprete al piano de música popular. En 1928 volvió Lorca a la capital zamorana invitado por la Coral del maestro Haedo, para dar una conferencia.
De la visita a León no tenemos demasiados datos. Una breve información publicada en la prensa local, decía: “Los alumnos de las diversas universidades que componen la agrupación teatral “La Barraca”, que dirige el poeta Federico García Lorca, darán en nuestra capital una representación teatral, con carácter gratuito. Pondrán en escena la obra de Lope de Vega “Fuenteovejuna”.
La advertencia de que para asistir a la representación no se requería el paso por taquilla es importante y significativa en aquellos años en los que ir al teatro suponía para muchas familias un modesto lujo. Desconocemos dónde se hizo la representación, si en un teatro o en un tablado montado al aire libre en una plaza. El anuncio es del domingo 13 de agosto de 1933.
En aquella tournée (o excursión por provincias, que es la expresión utilizada por los críticos de teatro), se incluía a Santander, con cuyas autoridades se estaban haciendo gestiones para que acudiera a hacer varias representaciones. Los datos publicados por la prensa del viernes 11 de agosto de 1933 dicen lo siguiente: “Se están haciendo gestiones encaminadas a conseguir que el teatro universitario “La Barraca” venga a Santander, y caso de llegar a un acuerdo, se verán cuatro funciones públicas, en el recinto de la península de La Magdalena, los días 14, 15, 16 y 17 del actual (agosto de 1933) poniendo en escena obras de Lope de Vega, Calderón de la Barca y Cervantes”.
Esta noticia esperanzadora se publica en El Norte de Castilla en la página Crónicas de la Región, muy cerca de otra noticia a la que se nos han ido los ojos inmediatamente, para leer que “un grupo de mujeres y niños asaltó un carro cargado de pan en la localidad de Aguadulce”. Aguadulce era una pedanía de Roquetas de Mar en la provincia de Alicante, pero el asalto al carro cargado con pan podría darse en cualquier lugar de España, donde no sobraba nada y hacia falta de todo.
Las gestiones realizadas debieron dar su fruto, ya que unos días después (13 de agosto de 1933) se publicaba en la prensa santanderina un suelto que decía: “Mañana llegarán los comediantes del teatro universitario “La Barraca”. El objeto de este viaje es el de dar unas representaciones teatrales en el escenario de la Universidad Internacional. Bajará a la estación a esperar a los comediantes la banda municipal”.
Los comediantes efectivamente llegaron. Con Lorca y Ugarte a la cabeza fueron recibidos en la estación de Santander por la banda municipal a ritmo de garbosos pasodobles, supongo. En nuestra imaginación constituyen una escena encantadora y berlanguiana anticipada.
No queremos seguir adelante sin aclarar una cuestión que hemos dejado atrás. Nos referimos al apodo que le puso Lorca a la camioneta que les trasladaba de un lado para otro. La llamaba “la bella Aurelia” porque quien la conducía era un estudiante, llamado Aurelio, que cuidaba con tanto mimo a la esforzada camioneta como si fuera una hija.
El Norte de Castilla del día 5 de septiembre de 1933 publicaba la siguiente crítica de la segunda actuación de “La Barraca” en Valladolid, dada también en el Teatro Pradera a las diez y media de la noche del día anterior, 4 de septiembre. Firmaba el redactor titular de la sección de teatro, cuyas iniciales E. C. corresponden al polivalente Emilio Cerrillo (“Pepe Alegrías”, en la reseña taurina).
“Anoche en Pradera.
“La Barraca” (Teatro-Universitario), obtiene un gran éxito antes de regresar a Madrid, después de una lucida excursión por provincias.
“La Barraca” (teatro Universitario, reanudó anoche su contacto con el público vallisoletano.
“Éste respondió con creces a tal deferencia, llenando totalmente la amplia sala de Pradera.
“Constituían el programa “Fuenteovejuna”, la conocida obra clásica, y la deliciosa farsa “El retablo de las maravillas”.
“Antes de la representación, el ilustre poeta Federico García —que en unión de Manuel Ugarte asume la dirección escénica de la juvenil agrupación— dirigió breves palabras a los espectadores, explicando el alcance de la “restauración” de “Fuenteovejuna”.
“Bien pronto, a los pocos momentos de iniciada la representación, se echó de ver la hábil dirección artística, que preocupada de todos los detalles ha llegado a lograr una identificación perfecta entre personajes e intérpretes.
“Así supo el público sentir les diversos matices psicológicos que se manifiestan bien pujantes en la acción. Y por ello mostró su simpatía ante los amores de Laurencia y Frondoro y siente la repulsa grande –justificadísima- ante el comendador Fernán Gómez.
“La acción, en esta nueva versión escénica, transcurre de modo rápido, al objeto de que el interés no decaiga por un solo momento.
Gana con ello la obra, que está ilustrada con un baile y una canción del más puro sabor popular ambos.
“Todos los intérpretes —es costumbre tradicional en “La Barraca” no citar nombres— rivalizaron en su labor, por lo que se les premió con grandes ovaciones.
“Cerró la representación El retablo de las maravillas, primitiva pieza de humor, que deleita al espectador durante media hora.
“Los picaruelos de Montiel con su “retablo”, y la ignorancia del alcalde Benito Repollo y la sapiencia del escribano Pedro Capacho, son francamente deliciosos.
“El público aplaudió largamente al final de la representación. Merecidos aplausos de los que es justo separar los más rendidos y cariñosos para los señores García Lorca y Ugarte, que han sabido llevar a la artística organización estudiantil una disciplina y un entusiasmo tan necesarios para lograr el éxito que anoche obtuvieron los elementos de “La Barraca”.—E. C.
Todavía en el año 1934, en el mes de agosto, la compañía universitaria de teatro actuaría en Valladolid, en Peñafiel, que formaba parte de la decimosexta salida “a provincias”. En aquella ocasión el recorrido fue por Santander – Ampuero – Villarcayo – Frómista – Palencia – Peñafiel – Cuellar – Sepúlveda – Riaza y Segovia. Llevaron en aquella ocasión a Tirso de Molina con “El burlador de Sevilla”, a Juan del Enzina con Égloga de Plácida y Victoriano y a Antonio Machado con La tierra de Alvargonzález, según el testimonio Modesto Higueras, actor de “La Barraca”.
Incluyo a continuación una nota informativa sobre el nacimiento de esta compañía itinerante de teatro español, quiénes lo compusieron y tuvieron responsabilidades actorales, empresariales y artísticas.
Empezó a funcionar en 1931 y se dispersó, tras los prolegómenos de la guerra y la muerte de Lorca, en 1936. Fueron sus directores Federico García Lorca y Eduardo Ugarte; nació con el patrocinio del Ministerio de Instrucción Pública que presidía Fernando de los Ríos. El auténtico debut se produjo en el Paraninfo de la Universidad Central de Madrid en la Navidad de 1931. Durante la guerra asumieron la dirección Manuel Altolaguirre y Miguel Hernández, con desigual fortuna. Fueron escenográfos los artistas Norah Borges, José Caballero, Ramón Gaya, Eduardo Ródenas, Santiago Ontañón, Benjamin Palencia, Manuel Ángeles Ortiz, Alfonso Ponce de León y Alberto Sánchez.
El plantel de actores y actrices es también muy interesante. En los cuatro años que duró “La Barraca” actuaron los estudiantes Pilar Aguado Rodríguez, Germán Bleiberg, Rafael Calvo Revilla, María del Carmen García Lasgoity, Isabel García Lorca, Emilio Garrigues, Jacinto Higueras Cátedra, Modesto Higueras Cátedra, Diego Martín, Juan Antonio Morales, Arturo Sáenz de la Calzada, Luis Felipe Vivanco y Álvaro Custodio.
Lo sorprendente del caso, entre las muchas curiosidades que pueden desprenderse de estos nombres, es que la mayoría de ellos procedían de las facultades de Filosofía y Letras y Arquitectura y unos eran falangistas declarados y otros comunistas convencidos. Pero les unía su amor por el teatro de Cervantes, Lope, Calderón, Lope de Rueda, Juan del Enzina y otros autores del siglo de oro, que hicieron del elenco un grupo especial. Montaron un total de 13 obras representadas en los teatros (algunos eran tablados colocados en la Plaza Mayor, donde no había teatro) de 74 localidades. Los actores no cobraron nunca por su trabajo. La última representación la hicieron en el Ateneo de Madrid, en el año 1936, con la puesta en escena de El caballero de Olmedo, de Lope de Vega.
Tres años después de lo relatado por Cossío en Valladolid, Federico García Lorca moría el 18 de agosto de 1936 “a consecuencia de heridas producidas por hecho de guerra, siendo encontrado su cadáver el día veinte del mismo mes en la carretera de Víznar a Alfacar”, según consta en el Acta de Defunción inscrita en el Registro Civil de Granada un año después de los hechos.
Artículo amplio e interesantísimo.
Ni puñetera idea de geografía. Empiece por saber las provincias que formaban parte de qué regiones. Estudie.
El artículo de fondo es magnífico pero la consideración como la » vieja Castilla» a territorios como Zamora o León es un error que desmerece al artículo y al autor. Lorca estuvo en Castilla, si, pero también en el antiguo y muy vivo Reino de León, en Zamora.
Dos cosillas: Lorca y Ugarte no formaron -que yo sepa- La Barraca con Giménez (no «Jiménez») Caballero. En cuanto a «Los dos habladores», su autoría está aún discutida: no se sabe si Cervantes fue realmente su artífice. Buen día.