La considerada mejor y más representativa poesía de mediados del XX la crearon más autores que aquellos en los que durante décadas ha insistido la crítica, la investigación filológica y la historiografía de la literatura española contemporáneas. Un poeta que demasiadas veces suele preterirse a la hora de acordarse de los del cincuenta fue uno que pudiera ser considerados entre los seniors de aquella renombrada promoción del pasado medio siglo, el barcelonés Lorenzo Gomis (1924-2005). También periodista, fue inspirador y uno de los cofundadores de la interesantísima revista de pensamiento y cultura El Ciervo, que sigue editándose en la capital catalana por su más que notable índice de recepción, y cuya comparecencia ha sido ininterrumpida desde que salió en 1951.
La ha publicado la sabadellense editora Papers de Versalia, en una edición y prólogo que han corrido a cargo del poeta sevillano afincado en Barcelona Alejandro Duque Amusco, asimismo avezado y cuidadoso editor de poesía y conspicuo crítico literario. En Mediodía, que es el título del libro, se antologa una nutrida porción de poemas que van desde los del citado El caballo hasta los que datan de 2005, año del fallecimiento de Lorenzo Gomis. Corresponden a una singladura creativa de la que surgieron ocho entregas de poesía, desde la inicial de 1951 hasta la póstuma Fanfarria, que vio la luz en 2009.
En su preliminar ha llamado la atención Duque Amusco sobre la poética de diapasón postista implicada en El caballo, libro que a su juicio habría sido el más logrado de una tendencia a cuya reducida nómina no acostumbra a asociarse a Lorenzo Gomis, cuyo talante y práctica afín al Postismo no se circunscribiría a esa obra, pues las resonancias de aquel ismo de posguerra se advertirían en las subsiguientes. Creo que así es, porque algunos de los rasgos vinculables a dicha estética de mediados de los cuarenta, entre ellos el punto de vista insólito, el humor de marchamo absurdo y paradójico, y la desmitificación de lo venerando, salen al paso del lector en las diversas entregas que jalonaron la creación literaria del poeta barcelonés.
Esos rasgos los evidenció con más o menos énfasis en todo el elenco temático tan desacostumbrado que inspiraría sus versos, y sobremanera cuando enfocaba con aquella óptica tan lúdica e irreverente los postulados católicos en los que se formó como alumno de los jesuitas. Era una doctrina en la que creía y profundizaba, y cuyos ritos litúrgicos practicó. No obstante, ese credo lo hizo compatible en poesía con la desactivación lúdica de algunas de las mitografías que comporta. Así ocurre en sus libros, en alguno de los cuales, por ejemplo en el de 1995 Jonás, comidilla de ángeles, ni siquiera el título se sustrae a su irresistible facundia humorística.
Esa pudo ser, quizás, una de las principales contribuciones morales de Lorenzo Gomis a “las poéticas del compromiso” que practicaron tantos de sus coetáneos, unas poéticas de unos sesgos “comprometidos” en los que acaso chirriasen otras formas de entender el modo de comprometerse con la literatura y la sociedad en los tan franquistas años cincuenta y sesenta. Lorenzo Gomis pudo contribuir, por tanto, y desde la poesía, a una renovación de las actitudes cristiano-católicas y cívicas desde la desmitificación irónica y hasta paródica al menos de algunos de sus mitos más consabidos.
La peculiar presencia animalística (caballo, toro, león, perro, serpiente, ballena, cigarra, búho) que fue poetizada por Lorenzo Gomis es otra de las peculiaridades temáticas que resaltan en sus versos, donde campea tanta imaginación. La plasmó desde un planteamiento a contracorriente y a la par lúdico, compasivo, tierno, irónico, y no sin mensajes morales subyacentes. El poeta se inspira a menudo en esa fauna como si lo hiciese desde la conciencia animal, y así plantea un distanciamiento pionero en el uso de los animales para recreo del animal humano, y en este punto ofrece una lectura de las corridas de toros, en su libro de 1971 Oficios y maleficios, que en la estela de Miguel de Unamuno las interpreta como símbolo de la crudeza de la vida humana, con lo que establece un puente argumentativo que en fechas recientes ha cruzado el cineasta gerundense Albert Serra en el documental Tardes de soledad.
El lenguaje poético generalmente ligero que caracteriza la poesía del cincuenta se conjugó en Lorenzo Gomis con la pauta de escritura periodística que practicaba profesionalmente, pero no sin introducir en sus versos lúdicas salpicaduras sintácticas e indirectas semánticas de marchamo postista. El poeta barcelonés también fue bien atípico en valerse de formas métricas acreditadas secularmente por la preceptiva (liras, octavas reales, cuaderna vía, etcétera). No pretendo decir que fuese original por el hecho mismo de usarlas, sino porque acaso pretendió lograr una extrañeza literaria que residiría en hacerlo de un modo tan continuado que la lectura de su obra completa, y la de Mediodía, ofrece una suerte de muestrario rítmico con vitola diferencial y alternativa de prácticas coetáneas.
En su obra de 1991 Libro de Adán y Eva hay un poema que en serventesios alejandrinos que lleva por título “La serpiente y Adán hablan de poesía”. A la vista de que Adán ya tiene obra poética en su haber, le tienta el sibilino ofidio con la argucia de que aún podría coequipararse en cierto sentido con Dios en tanto que creador, asunto literario que tampoco ha sido tan raro en poesía, sobre todo desde que lo puso en marcha Vicente Huidobro. Sin embargo, el interpelado, que sería trasunto del propio Lorenzo Gomis, no pica el anzuelo, y se refiere a su quehacer lírico en una cómica autoparodia con sonoridades de Gonzalo de Berceo alegando que
Ni siquiera recuerdo la cuarteta empezada
de un soneto al león y su alegre camada.
Mi obra nunca escrita la doy por terminada. (110)
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Autor: Lorenzo Gomis. Título: Mediodía: Antología poética, 1951-2005. Prólogo y edición de Alejandro Duque Amusco. Editorial: Papers de Versalia. Venta: Todos tus libros.
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