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Los 7 hábitos de la gente desinformada y cómo combatirlos

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Los 7 hábitos de la gente desinformada y cómo combatirlos

Utilizar nuestra capacidad crítica y elegir correctamente las fuentes son las dos claves principales que ofrece el periodista barcelonés Marc Argemí para combatir la desinformación en el libro «Los 7 hábitos de la gente desinformada», que acaba de publicar.

Con un enfoque divulgativo y práctico, el manual desgrana los problemas a los que se enfrentan los usuarios del entorno digital informativo. Internet ha abierto las puertas al conocimiento, pero también parece haber menoscabado nuestra capacidad de análisis y reflexión.

1.- El «cuñadismo» alude a «la tendencia a opinar sobre cualquier asunto queriendo aparentar ser más listo que los demás», aclara en el libro, que corren el riesgo de estafas informativos al sentirse «poderosos con una información de la que el resto carece».

2.-La indecisión crónica de los usuarios les lleva a fiarse de las recomendaciones de los medios, que dice que son «la tabla de salvación de los indecisos», y por tanto solo leen una información creada según un algoritmo personalizado basado en sus gustos, algo que remarca como peligroso en el caso, sobre todo, «de las decisiones democráticas».

3.- La incredulidad crédula es la característica de las personas dogmáticas e inmovilistas con un conocimiento sesgado sobre un asunto que le lleva a creer en las soluciones médicas milagrosas que abundan en el entorno digital. Estos bulos sobre la salud son «uno de los ámbitos en los que es más fácil advertir los riesgos de la desinformación», advierte Argemí.

4.- El activismo visceral de los que cumplen el papel de víctima y de verdugo en el fenómeno de transmitir y difundir, pero también recibir y sufrir, marcos mentales pensados para favorecer una causa concreta conecta directamente con el fenómeno de las noticias falsas, que, aunque no es nuevo, «sí lo es que el coste de ponerlas en circulación de forma masiva sea muy barato», aclara el periodista.

5.- El confusionismo relacional lleva a los usuarios a no dar el valor adecuado a las fuentes, y esto considera que es lo que ha favorecido el reciente auge de las personas con capacidad de influencia parte de «la desconfianza de los medios tradicionales que nos lleva a mirar a personas que consideramos cercanas por cualquier motivo».

6.- En situaciones de lo que define como ansiedad informativa, un atentado o una catástrofe natural, «el papel de los medios debe ser el de contrastar toda la información que los usuarios mueven en redes sociales, y es en esa verificación donde recuperan credibilidad», da Argemí como solución a los medios ante su descrédito.

7.- El último de estos hábitos es la precariedad informativa, que en el libro el autor define como «el que tendría Sócrates si fuera un usuario de Twitter», y la posibilidad de estar al día de todo «es un mito, la solución no es intentar no perderse nada, sino aceptar la elección», resuelve el autor.

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