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Los almirantes del Rey Sabio

Cada nueva obra de la escritora del mar, Montserrat Claros, supone entrar en una aventura que tiene la cualidad de poder transformar la épica en algo cercano y fascinante. En esta ocasión, con Los almirantes del Rey Sabio (Ed. Algorfa, 2022), viajamos a la Edad Media, a la Corte del Rey Sabio Alfonso X, en el tiempo en que el joven infante conoce los dos mundos que formarán parte de su vida: el de la guerra-Cruzada y el del conocimiento, que derivará en su legendario scriptorium alfonsí. Claros narra magistralmente su conflicto interno mientras el futuro rey se debate entre seguir conservando el reino que su padre, Fernando III, ha legado tras sus continuas contiendas contra los sarracenos y consolidar la unión de las coronas de Castilla y Aragón a través del matrimonio con Violante de Hungría, y seguir recopilando el conocimiento que le llega a través de sus amados libros.

Su vida transcurría a lomos de un corcel haciendo la guerra para construir la voluntad de Dios. Y la de su padre, el rey. Sentía cansancio sobre sus espaldas. Y hastío rondándole el pensamiento. Codiciaba, con toda su alma, tener tiempo para la traducción y las artes.

La recuperación de Sevilla en la batalla naval del Guadalquivir, a manos de los Guerreros de Mar dirigidos por Fernando III, marca uno de los momentos culminantes y magistrales de esta obra. Son hombres y mujeres nobles, valientes, con la ética que caracteriza a todos los soldados que ha retratado Claros a lo largo de toda su obra, atractivos personajes a los que reconocer en sus gestos y maneras. Pero los almirantes del Rey Sabio no solo defendían la cristiandad en el mar o en tierra firme. La magia de esta obra es cómo Claros dibuja a los otros almirantes, los que desde el scriptorium traducían al latín y a la lengua vulgar los tesoros literarios que llegaban al reino. En especial uno de ellos, el carismático y misterioso fray Teobaldo Percival, seduce al Rey Sabio tras prometerle la magia de un libro prohibido y secreto, el Liber Razielis, también conocido como El libro de los Secretos, que poseía la cualidad de conceder la merced que necesitaran aquellos que supieran interpretar sus extraños sortilegios.

Tenía la certeza de que su destino estaba escrito en las estrellas. Lo supo desde que Teobaldo Percival, que cabalgaba unos pasos atrás junto a los obispos de la hueste, le mostró el Liber Razielis rescatado bajo el puente de barcas. Al caer las cadenas, el Liber Razielis había sido encontrado.

Montserrat Claros es una verdadera especialista en dejar al lector atrapado con los personajes, y tiene la pericia de que éstos sorprendan al lector. Los lleva al límite, pues ellos mismos experimentan un viaje interior, un crecimiento personal no exento de contradicciones y aristas. La autora traza con línea clara, como lo hacía Hergé: para que se vean los contornos, pero detrás se vislumbra el infinito. Uno navega en la cabellera negra de Violante y puede acompañarla en su irrefrenable deseo de conocer el mar. Puede sentir la peligrosa obsesión de Alfonso con algunos libros, como si se trataran de los anillos de poder, su avaricia por hacerse con el trono del Sacro Imperio, la pasión que lo mueve, en carne y hueso. Y puede admirar el orden y la fidelidad de los almirantes, almirantes que fueron capitanes de mar, y de tinta.

Una novela, en suma, que dobla la esquina de la imagen regia, sobria, conocida por todos del Rey Sabio, y nos descubre el lado oculto de unos personajes absolutamente inolvidables, que dieron luz a uno de los momentos más interesantes y gloriosos de nuestra Historia.

***

—Querida Montse, encantada de encontrarme de nuevo contigo en territorio zendiano. Cuéntanos. ¿Cómo se gestó esta nueva aventura, y por qué elegiste a Alfonso X y a sus almirantes?

"Yo no sé lo que es un juego de realidad virtual de nueva tecnología. Pero me apuesto lo que quieras a que la imaginación humana, en pleno proceso de creación, es mucho más poderosa que cualquier maquinita de esas simulando mundos"

—Yo también estoy encantada de volver a Detrás de las palabras en Zenda, Susana. Sabes muy bien que para mí es un privilegio poder hablar de mi nueva novela a tus lectores. Siempre es difícil saber de qué hilo se tiró para llegar al centro de la madeja y, luego, volver a enrollar el ovillo en forma de novela histórica, pero recuerdo que me pregunté dónde estaba el origen de la que luego fue la legendaria Real Armada española, hasta dónde tenía que viajar en el tiempo para encontrarlo. Las lecturas me llevaron ocho siglos atrás. El rey Alfonso X fue el que inició las políticas necesarias para dar forma al incipiente embrión de una leyenda: la Armada que ostentó el dominio de los mares durante siglos. Así empezó a gestarse la novela, que me ha permitido vivir una emocionante aventura de creación.

—Se percibe al leer que has disfrutado escribiendo esta obra. Que no te ha costado. ¿Estoy en lo cierto? 

—Para dar forma a una novela histórica, el trabajo de meses rastreando documentación antes de escribir ni una sola palabra no te lo quita nadie. Pero una vez que tienes toda esa tarea resuelta es apasionante dar vida a cada uno de los personajes, urdir las tramas, contemplar a los alfaquíes en el scriptorium alfonsí, navegar a bordo de las naves, presenciar los combates, vivir en la Edad Media… Ese ha sido el caso de Los almirantes del Rey Sabio. Y es verdad. He disfrutado muchísimo. Pero me pasa con cada novela. Yo no sé lo que es un juego de realidad virtual de nueva tecnología. No los he usado en mi vida. Pero me apuesto lo que quieras a que la imaginación humana, en pleno proceso de creación, es mucho más poderosa que cualquier maquinita de esas simulando mundos. Y lo mismo pasa cuando se lee. La imaginación es el pasaje más barato que conozco para viajar lejos en el tiempo y en el espacio. Si eso lo supieran los que no han cogido un libro en su vida, leerían alguna vez. Yo me divierto escribiendo. Y me evado absolutamente. Esa es la realidad, al margen de las dificultades que puedan presentarse mientras trato de componer la línea argumental, de construir los personajes y todo lo demás. Pero el balance es una inmersión total en la aventura histórica que relato. Y es lo que procuro que experimenten los lectores.

—El punto esotérico en esta historia viene de la mano del libro de los Secretos, el Liber Razielis. ¿Es real todo lo que cuentas de este libro?

—Absolutamente. Es uno de los libros de magia y astrología cuya traducción se realizó en el scriptorium alfonsí. Un libro que arrastra una historia extraordinaria que es fundamental para el argumento de la novela. El Liber Razielis es esa clase de libros que justifican la bibliofilia a todos los niveles. Y darían de sí para crear alrededor de ellos una buena colección de novelas sobre bibliófilos, bibliómanos y bibliópatas.

Liber Razielis.

Picatrix.

—Cuéntanos algo más también sobre el Picatrix… 

—El Picatrix es un tratado de magia talismánica, en este caso árabe, que fue traducido al castellano y al latín durante el reinado de Alfonso X. Estoy segura de que los lectores van a disfrutar descubriendo la inquietante naturaleza de estos libros. A mí lo que me asombra de ellos es que son códices que existen de verdad. Que no son fabulación de literato. Y que fueron importantes en la vida del Rey Sabio.

—En Nuestra señora de Atocha intervenían las estrellas, y aquí las visiones del rey. Es importante en tu obra que exista la magia. Otorgas la dimensión infinita de la aventura, el efecto 2001. ¿Qué es lo que te influye al escribir para que suceda?

"En la Edad Media la ciencia y la magia no tenían las fronteras bien definidas. Un ejemplo de ello son la astronomía y la astrología, que constituían un mismo saber. No había línea de separación"

—Pues no estoy muy segura. Pero lo que sí sé es que el Hombre, como especie, siempre ha necesitado de dimensiones no racionales para hacer frente a la vida. No estoy hablando de Dios, religión, fe o supersticiones, sino de una faceta espiritual a la que cada individuo da forma como estima oportuno. El Arte, en todas sus manifestaciones, es una de ellas. La novela, la pintura, la escultura o la música, por poner algunos ejemplos, forman parte de esa dimensión no científica que ayuda a vivir. En algunas de mis novelas, no en todas, esto queda muy patente. Y en Los almirantes del Rey Sabio era necesario ponerlo de manifiesto. Entre otras cosas porque en la Edad Media, la ciencia y la magia no tenían las fronteras bien definidas. Un ejemplo de ello son la astronomía y la astrología, que constituían un mismo saber. No había línea de separación. Hoy eso es un disparate. Pero entonces no. Y el rey Alfonso, en su desesperada necesidad de conocimiento, hace uso de los libros de lo que ellos llamaban astromagia. El Liber Razielis y el Picatrix son muestra de ello. Libros cuyo contenido cubrían esa necesidad espiritual, no necesariamente religiosa, y de conocimiento que el rey Alfonso consideraba imprescindible. La magia era algo cotidiano en la corte de la Castilla medieval. Un conocimiento que consideraban tan sólido como el estudio de los astros llevado a cabo por los astrónomos de la corte. Y todo ello —ciencia, magia, espiritualidad, música, pintura— podía compilarse en una sola página de cualquiera de los códices alfonsíes ilustrados con maravillosas miniaturas miniadas. Todo aquello me parece fascinante.

—Háblanos, por favor, de los guerreros del mar, el almirante Ramón de Bonifaz y Camargo, Ramiro Nuño, el capitán don Pao Gómez Chariño, la tobaíritiz María Balteria, sin olvidarnos de Minerva la lechuza. Cómo los conociste, porque parece que hayas estado conversando con ellos varias jornadas…

—¡Lo parece porque lo he hecho en mi imaginación! Un novelista tiene que conseguir eso mismo, que parezca que se ha codeado con los almirantes de la Castilla del siglo XIII y con sus guerreros de mar. Las lecturas sobre aquella incipiente Armada me llevaron hasta ellos. Uno a uno, iban apareciendo en el fascinante escenario de la navegación y el combate naval medieval. Son muy poco conocidos, y es algo que me entristece. Hombres y mujeres que intervinieron en acontecimientos fundamentales no sólo de nuestra Historia, me atrevería decir del devenir histórico de Europa, y apenas si los conoce un puñado de especialistas. Los lectores, a lo largo de la novela, irán descubriendo el papel que desarrollaron aquellos extraordinarios guerreros en combates cruciales. Y me han permitido crear personajes que a mí me parecen maravillosos. El almirante Ramón de Bonifaz y Camargo fue el primer almirante de aquella Armada. Bonifaz, brillante marino y guerrero de mar, es uno de los protagonistas de la trama. El guerrero de mar que dirigió una de las primeras operaciones militares anfibias de la historia: la recuperación de Sevilla para la Cristiandad.

—Vamos con el maravilloso, excéntrico, y desconcertante personaje de fray Teobaldo Percival, contrapunto de Alfonso X. Parece como si fuera su reverso tenebroso, hablando en términos Star Wars

—Fray Teobaldo Percival es uno de los personajes más interesantes. Y me encanta el símil que propones. Su compleja personalidad es muy necesaria en la trama que se desarrolla en la novela. Yo diría que fundamental. Percival es una fuerza de la naturaleza, un fraile guerrero y brillante orador, perteneciente a una de las Órdenes Militares que participan en las campañas de Castilla, cuyas pulsiones y pasiones le arrastran sin remedio. En la Edad Media no había psiquiatras ni psicoanalistas, por lo que está condenado a ser lo que es sin saber por qué. Aunque, en realidad, conozco a algún que otro Teobaldo Percival que anda ahora mismo por ahí y, con o sin psiquiatras, no pueden evitar ser lo que son. En la Edad Media la figura del confesor era el único que podía intervenir en casos como el de Percival.

—¿Qué es lo que crees que quería en realidad nuestro Rey Sabio? Porque tú también lo has conocido, y eso me lleva a preguntarte cómo te has metido en el personaje. 

"Del rey Alfonso X se han escrito océanos de tinta entre ensayos académicos, tesis doctorales o artículos de prensa. Yo me he servido de todo ello para convertirlo en un personaje de novela"

—Salvando las distancias, creo que he llegado a comprender muy bien lo que un hombre como el Rey Sabio deseaba. Él anhelaba tener tiempo para dedicarse a compilar todo el saber existente, el procedente del pasado, Grecia y Roma, el de las culturas coexistentes de la época, así como dar a conocer los progresos de sus propios científicos, astrónomos, médicos o músicos de la Corte castellana. Le interesaba todo. Pero Alfonso también era rey de un reino cruzado. Y esa dimensión política condicionó su vida por completo. Del rey Alfonso X se han escrito océanos de tinta entre ensayos académicos, tesis doctorales o artículos de prensa. Yo me he servido de todo ello para convertirlo en un personaje de novela. Eso me ha dado libertad para interpretarlo, y espero que la lectura de El almirante del Rey Sabio ayude a los lectores a mantener la admiración por este rey castellano, y universal, que vivió hace ocho siglos.

—Violante de Aragón es una mujer riquísima, una de las figuras favoritas de tu obra. Una mujer independiente y fuerte, como lo era Benilde Beltrán, la protagonista del Periplo del talismán. ¿Qué has sentido retratándola, cómo te documentaste?

—Fíjate cómo son las cosas, Susana. Antes te comentaba que del rey Alfonso X había océanos de tinta escritos y publicados. Pues de su legítima esposa, la reina Violante de Aragón, apenas hay estudios serios realizados. Rastrear documentación para crear el personaje de Violante de Aragón fue difícil, porque apenas existe. Encontré un ensayo académico escrito por la Catedrática de Historia Medieval doña María Jesús Fuentes Pérez, que me puso sobre la pista de la biografía de la reina Violante. El personaje histórico es interesantísimo. Espero que también lo sea el personaje novelesco que he creado al interpretar su relación con el Rey Sabio. Al retratarla sentía ternura hacia ella y una extraña nostalgia por tiempos remotos muy difíciles de vivir. Muy duros. Nosotros, ahora, cada uno en su casa, vivimos mejor que cualquier monarca del Medievo residiendo en castillos y fortalezas. Para empezar, tenemos aspirinas y antibióticos. Pero quizás nos falte un sentido orgulloso de la existencia. El nihilismo que arrastramos desde la Revolución Francesa ha demacrado las perspectivas espirituales, y no hablo necesariamente de religión. Hemos ganado en derechos civiles, eso es innegable, pero todo se ha difuminado en, no sé como llamarlo, un “ocaso de las ideas”. Violante de Aragón, como personaje de la novela, representa ese orgullo al que me refiero.

Violante de Aragón.

—Sigamos con Violante. Su papel es delicado, no es el primer amor de Alfonso, Mayor Guillén, y debe equilibrar sus ansias de libertad y su sentido del deber. Ella desea un reino, y su esposo un imperio. En ese complejo mundo mantiene una integridad y sentido ético que también poseen los almirantes… 

—Exacto. Los años que la reina Violante vivió junto a su esposo, Alfonso X, no fueron nada fáciles. Tuvo un papel mediador muy importante en la política interior y exterior y que los especialistas comienzan a vislumbrar entre los pocos documentos que hablan de ella y que han llegado hasta los investigadores. Un historiador es el arqueólogo que escarba en los hechos acontecidos en el siglo XIII, y un novelista usa esos acontecimientos para hacer hablar, para recrear a personajes de tiempos remotos, cuidándose muy bien de conocer cuáles eran los parámetros éticos y morales de la época. Violante fue una reina íntegra, con mucho sentido de estado, e intervino en asuntos muy graves del reinado de Alfonso. Uno de esos asuntos de enjundia fue la rivalidad de Alfonso X y el rey de Aragón. Su esposo se llevaba a matar con su suegro, el padre de Violante, Jaime I de Aragón. Eso, en la Edad Media, y siendo ambos reyes de reinos muy poderosos, era un serio problema. Creo que en la novela el lector va a disfrutar mucho con las luchas de poder. Muy interesantes, porque ocurrieron de verdad.

—Fernando III tiene una puesta en escena impresionante. Parece que su aparición sea como el punto de referencia en el que nuestros protagonistas renuncian a sus pasiones particulares.      

"La guerra es una consecuencia de la naturaleza humana, aunque siempre nos asombre que exista, nos horrorice y nos apene. Dejaremos de guerrear cuando dejemos de ser humanos, cuando nos convirtamos en otra cosa"
 

—Estoy de acuerdo contigo en esto, Susana. El reino de Castilla era un reino cruzado respetado por Roma. Y Fernando III el Santo, padre de Alfonso, tenía una misión que cumplir y exigía ser secundado. En la Edad Media castellana los valores no se cuestionaban. Se respetaban. Y se heredaban. Este axioma conforma el carácter de cualquiera y condicionaba la vida de todo el mundo, desde la del heredero a la Corona, el Infante Alfonso, hasta el último guerrero de mar embarcado en las naves del almirante Ramón de Bonifaz. Y eso es algo que se puede apreciar en la evolución de los personajes protagonistas de la novela.

—El Rey Sabio camina por el borde del abismo en varias ocasiones. Es en los ojos de Violante, en su determinación y en su cabellera, que parece tener personalidad propia, donde halla descanso. ¿Qué te inspiró para recrear esa relación?

—En el hecho que los reyes, hace ocho siglos, entraban en combate al frente de sus guerreros. Eso parece algo sin importancia, pero la tiene. El rey se la jugaba como cualquier otro en el campo de batalla. Podía ser atravesado por un virote o recibir un mandoble en las ingles. O ser muerto. La guerra es una consecuencia de la naturaleza humana, aunque siempre nos asombre que exista, nos horrorice y nos apene. Dejaremos de guerrear cuando dejemos de ser humanos, cuando nos convirtamos en otra cosa. Siempre habrá guerras. No me cabe la menor duda. Y cuando se hace la guerra, lo que se desea es que termine, para poder regresar a la seguridad de un hogar, junto a una esposa o esposo y descansar. En eso me inspiré para recrear la relación amorosa entre Alfonso y Violante. Porque el Rey Sabio también fue un guerrero. 

Montserrat Claros en la Feria del Libro de Marbella de 2022.

—Sabiduría y ambición. La mayoría conocemos a Alfonso X por lo primero. Tú describes muy bien su lucha interna en este pasaje: «A cambio de toda una vida de guerra, merecía gozar del solaz consuelo de su scriptorium y la compañía de sus alfaquíes y trovadores. Añoraba los libros y el olor a tinta. Y las largas conversaciones con los sabios de la corte». ¿Crees que fue así como vivió su vida? 

—Creo que sí. Curiosamente, la esperanza de vida hace ocho siglos era la mitad que la del siglo XXI y, sin embargo, las biografías de algunos hombres y mujeres de aquella época es asombrosamente rica en acontecimientos. Y aunque fueras muy longevo, las condiciones de vida eran durísimas como para adornar la existencia con otros méritos que no fuera la pura supervivencia. Vivir en aquellos siglos remotos resulta épico si lo comparamos con el hoy. Pero Alfonso X, en poco más de sesenta años, tuvo tiempo de dejarnos un legado cultural inmenso y de realizar numerosísimas campañas militares que han sido determinantes en el devenir histórico. Todo esto es asombroso. 

—La gesta del Guadalquivir contra los sarracenos es un momento épico de la novela. ¿Puedes contarnos como recreaste esa magistral escena? 

"La realidad de la guerra es algo que me sobrecoge. Intento comprender por qué un soldado, si decide no desertar, es capaz de combatir hasta morir"
 

—Leí muchísimo antes de escribir ni una sola palabra. Necesitaba conocer el antes, el durante y el después de la toma de Sevilla. Saber de cuántas naves constaba la Armada del Almirante Bonifaz, de qué tipo de naves se trataban, quiénes eran sus guerreros sobresalientes y cómo se hacía la guerra naval en el Medievo, y también en tierra. Todo eso entre otros muchos aspectos. Para recrear un acontecimiento de esas características tienes que presuponer muchas cosas. Supones el valor y el arrojo de los combatientes y su pericia en el arte de la navegación, y también la clase de compromiso que tenían con los propósitos de la Corona castellana. La realidad de la guerra es algo que me sobrecoge. Intento comprender por qué un soldado, si decide no desertar, es capaz de combatir hasta morir. Y bien o mal comprendido, he intentado plasmarlo en una gesta naval como la del Guadalquivir de 1248. 

—Cito las palabras que le dice Alfonso X a Judá ben Mosé, uno de sus traductores árabes: «La antigua sabiduría debe llegar a manos de todos. El mundo debe conocer el saber de los filósofos griegos. Éste no de debe ser accesible solamente a los que ya son sabios e iniciados en letras. Sus doctrinas deben ser conocidas por todos». Ahí reside la vocación que ha movido a nuestros maestros, y tú lo has sido. ¿Te sentiste identificada con él?

—Pues la verdad es que sí. El saber clásico debería ser conocido por todos. Y los que se dedican profesionalmente a enseñarlo saben que es importante la educación en ese sentido. Pero la triste realidad es que eso apenas importa sino a un puñado de héroes que se pelean para aprovechar el reducto de horas lectivas disponibles en el sistema educativo de turno, y lograr que algún alumno le escuche. La vorágine tecnológica ayuda a que a un joven de quince años se la traigan al pairo los sofistas, Aristóteles, el Latín, el Griego y la Historia del Arte Clásico. Es el signo de los tiempos. Pero hace ocho siglos, estoy segura de que Alfonso X compartía esa vocación con los profesores desesperanzados de hoy.

Scriptorio real. Copistas de Alfonso X.

—Cuando Alfonso es un joven infante le pregunta a su maestro por qué los pueblos se matan los unos a los otros. ¿Por qué crees tú que lo hacen? Es más, ¿por qué crees que se anhelan imperios (antes y ahora)? ¿No regresan todos aquellos que lo intentan —y que casi siempre pierden— a su refugio primigenio, el universo que reside en los ojos y en las manos de las personas amadas, a los pequeños objetos… (no sé cómo expresarlo)? 

"Nosotros, los humanos, igualmente tenemos ese instinto de territorialidad, pero resulta delirante que se haya sofisticado tanto como para llegar a almacenar ojivas nucleares. Eso, también, es motivo de estupefacción"
 

—Antes te comentaba que la guerra es consustancial a la Naturaleza humana. Es algo que nos asombra a los que no somos capaces ni de matar a una mosca, pero es una realidad de siglos. Yo no tengo elementos de juicio suficientes para contestarte a esto, Susana. Uno de los motivos puede ser la obsesión de acaparar recursos. Sabemos que la guerra, hoy, es un negocio; esto es algo que ya traté en mi novela Hijo de acero, con el personaje histórico de Basil Zaharoff: gente como él planifica y consigue que estallen las contiendas para su lucro personal. Pero lo cierto es que la guerra es muy anterior al siglo XIX y que la Filosofía Política y la Antropología extienden sus teorías explicativas a todo lo largo y ancho del fenómeno. Y aun así no tengo claro por qué se produce. Porque me resulta difícil de entender y asumir que la muerte y el sufrimiento se puedan trivializar tanto. Hace muy poco tiempo los naturalistas descubrieron que un grupo de chimpancés era capaz de realizar expediciones para ir a matar a otros grupos de chimpancés de territorios vecinos. Supieron que los chimpancés podían organizarse para asesinar. Los naturalistas quedaron estupefactos. Nosotros, los humanos, igualmente tenemos ese instinto de territorialidad, pero resulta delirante que se haya sofisticado tanto como para llegar a almacenar ojivas nucleares. Eso, también, es motivo de estupefacción.

—En esta obra, como en las anteriores tuyas, regresa el mar. Siempre el mar como anhelo, destino, escenario de nobles y no tan nobles gestas. ¿Qué te ha enseñado a ti el mar?

—El mar me ha enseñado muchas cosas. Una de ellas es que es un territorio histórico, como lo son Las Navas de Tolosa, Waterloo, Troya o Machu Picchu. Es una fuente de inspiración continua porque la Historia del Mundo está ligada a la Historia de la Navegación y a la Historia Naval. El mar es territorio histórico desde que fenicios y cartagineses navegaron el Mediterráneo, un explorador remoto cruzó el Pacífico para acabar colonizando las miles de islas de los Mares del Sur, Malaspina realizó la más importante expedición científica del siglo XVIII a bordo de dos corbetas o desde que peleamos contra la flota inglesa en el cabo San Vicente. Y también es uno de los escenarios de Los almirantes del Rey Sabio. El almirante Ramón de Bonifaz comandó las naves de la campaña militar castellana de 1248 librando, también, una batalla contra él, porque el mar hace aflorar el verdadero carácter de una persona mientras lo navega. Porque el mar siempre lleva al límite a hombres y mujeres. Es un personaje más de mis novelas. También me ha enseñado a respetarlo y a temerlo; no tiene compasión ninguna en mitad de un temporal. Puede ser un enemigo feroz surcado sólo por valientes que no temen enfilar un horizonte desconocido. El mar es dramático y novelesco. El mar es la aventura.

—Cuéntanos lo que tus personajes te han contado a ti mientras escribías, si es que nos puedes revelar esas confidencias…

—Me han contado que la vida es efímera y valiosa. Y que los imperios acaban cayendo como castillos de naipes. Que es posible que la vida sea una pasión inútil llena de contradicciones. Mis personajes, como tú decías, Susana, caminan al borde del abismo. Vivieron vidas realmente heroicas. Porque los héroes existen. Y no sólo me refiero a Alfonso, Violante y a Ramón de Bonifaz. En aquellas naves de la Armada castellana del siglo XIII navegaron hombres y mujeres empeñándose en vivir la vida que les había tocado vivir llevados por motivaciones y razones dignas de conocer hoy. Espero que a los lectores les entusiasme su historia.

—Con tus obras recuperas momentos de nuestra Historia, y les otorgas una dimensión cercana, lugares donde siempre poder regresar. ¿Te consideras una rescatadora de la Historia?

"Los novelistas históricos somos esa correa de transmisión capaz de crear la necesidad ilusionante de saber más Historia"
 

—Más bien una rescatadora de historias personales implicadas en momentos históricos que no siempre tienen la difusión que merecerían. Mi trabajo consiste en hacer que un lector, si se apasiona con la narración, acabe pensando que ha merecido la pena conocer ese suceso de nuestra Historia a través de un instrumento infalible, la novela. Este género permite crear, permite fabular lo justo y necesario al novelista para que un alfaquí del scriptorium alfonsí o un guerrero de mar medieval respiren, cobren vida y nos hablen desde el siglo XIII. Estoy segura de que si el lector disfruta con la lectura, acaba recurriendo a los historiadores para saber más sobre ese episodio. Los novelistas históricos somos esa correa de transmisión capaz de crear la necesidad ilusionante de saber más Historia, incluso Historia Naval, esa gran discriminada, más Filosofía, más Historia del Arte. Bueno, al menos eso quiero creer.

Libro de los Juegos. Alfonso X y su corte.

—Siempre hay una razón, o varias, por la que emprendemos una andadura literaria. ¿Cuáles son las tuyas? ¿Qué representa para ti esta obra? 

—A mí me mueven la ética y la estética de la aventura náutica y naval. Me interesa la acción humana desarrollándose en la inmensa magnitud y belleza del mar. Me interesan los navíos y las vidas de los hombres y las mujeres que navegan en ellos. Me he pasado la vida leyendo y me gustan las sensaciones que me provoca la lectura. Y quise probar cuáles eran las que producía la escritura. Cuando me di cuenta de que disfrutaba escribiendo, trasmitiendo a los lectores la imagen que me había creado de un episodio histórico, ya no pude parar. Escribo, esencialmente, porque me divierte. Estoy muy lejos de escribir sobre problemas existenciales que resolver o insoslayables críticas sociales o políticas que exponer. Para mí la literatura es algo muy distinto. La literatura es un viaje a la belleza, y la novela es el último reducto de libertad. Me interesa describir la imagen de naves con las velas desplegadas en pos de una misión, y todo lo que ello implica, la incertidumbre, la pericia náutica, el ensimismamiento del científico expedicionario, la valentía y el pundonor del guerrero, el compromiso con una causa aunque te lleve de cabeza a la guerra y a la muerte. Me interesan la ciencia y la magia de la vida ligada al mar y a los que lo navegan. Me interesa la dimensión artística que puedo componer con todo ello. Y esta obra, Los almirantes del Rey Sabio, espero que represente todo esto que te digo, Susana. Ojalá pueda compartirlo con los lectores.

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Autora: Montserrat Claros. TítuloLos almirantes del Rey Sabio. Editorial: Ediciones Algorfa. VentaTodos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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