El Gran Teatro de Oklahoma, según Kafka “el teatro más grande del mundo”, albergó en su seno un archivo con centenares de libros prácticamente desconocidos. Los tres escritores que firman esta sección presumen de haber descubierto algunos de esos libros y han decidido dar a conocer breves retazos de los más oscuros, inquietantes y extraños de ellos.
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La noche brava de la güera Lupita León, de Elena Lucía Argüello, México, 1961.
(Nota promocional). ¡Lo ha vuelto a hacer! Argüello, la gran dama del crimen mexicano, ha escrito un thriller romántico de intriga y pasión en el que se supera a sí misma. El argumento, en sus líneas más generales y sin desvelar el final, cuenta la historia de amor salvaje en el Hollywood de los años 50 entre la actriz mexicana Lupita León, cuyo verdadero nombre es Magdalena Canaval, con el actor Ramón Cruz, también mexicano, cuyo verdadero nombre es Manuel Estremera. Lupita León es contratada para sustituir a otra actriz en el rodaje de una película de serie B dirigida por Jacques Tourneur. En el set del rodaje conoce a Ramón Cruz y ambos, con una simple mirada, se enamoran compulsivamente, hasta la locura. Después de varios días sin huella, con sus respectivas noches, acostándose, bebiendo, yendo a garitos lumpen de juego y drogas y volviendo a yacer en camas de hoteles de todas las categorías, el cadáver de Ramón Cruz aparece tirado en una cuneta. ¿Quién lo ha matado y por qué? Previamente, la esposa de Cruz había denunciado a la policía la desaparición de su marido, de quien estaba en proceso de divorcio. Todas las pistas conducen a Lupita, la cual, al ser detenida, no recuerda absolutamente nada de lo que ha ocurrido desde la primera noche que salió con el seductor Ramón. El detective Sam McFarlane reconstruirá lo que sucedió aquella primera noche en la que Lupita, de la mano de Ramón, entró en la vorágine autodestructiva de drogas, alcohol y pasión que la llevó al olvido y al crimen. La pista principal, y más intrigante, es que Lupita era una mujer morena cuando empezó su “noche brava” y apareció rubia platino cuando la policía la encontró en el suelo del W.C. de una gasolinera de carretera, con la mirada perdida y después de haber escrito en el espejo, con el carmín de su barra de labios, la frase: “Yo lo maté y ella también”.
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Vidas Ejemplares, volumen XVII: Santa Lícora de Procida, de Yves-Marie Carmenère S. J., Pamplona, 1949.
(Sumario). Prólogo y bendición papal de Su Santidad Pío XII – Introducción: los cristianos en el siglo II – Fundaciones cristianas en el sur de la península itálica – Bernabé, obispo de Procida – Nacimiento de Lícora – Infancia y pérdida de un brazo – Bendición al leñador que la amputó – Conversión de sus padres – Terremoto de Procida y destrucción de la capital de la isla – Muerte de sus padres y orfandad de la futura santa – Primeros milagros: la curación de su prima Metela – Otros milagros: la sanación de los huérfanos leprosos y el embarazo de una vieja esclava – La pesca milagrosa en Procida – Lícora habla en lenguas desconocidas ante el obispo Bernabé – Bernabé proclama que es una enviada de Dios – El gobernador romano Daciano Vorulo crucifica a los cristianos de Procida – Martirio de los niños cristianos de la isla – Los niños cristianos son arrojados al mar desde un acantilado – El milagro de Lícora: los niños no se ahogaron – Los niños convertidos en peces llegan a Siracusa – Lícora es detenida y enviada a Alejandría como hechicera – Huida de Alejandría a Éfeso – Fundadora de comunidades cristianas en Creta – Lícora es prendida por los romanos y llevada a Roma – El tormento del corpiño de púas – La crucifixión de Lícora en una cruz de un solo brazo – Una cruz vacía: la desaparición del cuerpo de Lícora en la cruz – Santificación de Lícora en el siglo X – Aparición del rostro de Santa Lícora de Procida en una pared de los aposentos del papa Julio II – Miguel Ángel Buonarroti, a petición del Papa, esculpe su rostro – Evanescencia del rostro de Lícora en la escultura de Buonarroti – Epílogo, del cardenal Giuseppe Roncalli – Índice onomástico – Índice de ilustraciones.
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Un profeta de hoy, de Sixto Ferrer, Madrid, 2045
Quiero insistir en la absoluta incapacidad del soñador para descifrar sus sueños, a pesar de su empeño en lograrlo. Si cotejamos cualquiera de los periódicos de la década de los 20, podemos comprobar cómo hay una nítida correspondencia entre las catástrofes sísmicas, bélicas y económicas de aquellos años con lo que nuestro protagonista apuntaba en su diario. Sin embargo, él se empeñaba en atribuirles significados superficiales o egocéntricos. Tomemos otro ejemplo, especialmente significativo para nuestra historia del siglo XXI. Reproduzco el texto que escribió en la mañana del 24 de febrero de 2022:
«Sueño que un hombre tiene una serpiente. Hablo con él. Es una especie de mascota. Asegura que de cuando en cuando se alimenta de ella. Solo un pedacito, porque ella se regenera. El hombre de la serpiente no está solo. Le rodea una gran familia, o un pueblo pequeño, que él lidera con claridad. Es día de fiesta y el líder comienza a cortar un trozo de la serpiente. Es carne fresca que hombres, niños y mujeres comen con placer. También el dueño de la serpiente. Yo muestro mi preocupación porque el animal va a morir pero el hombre me dice que, de verdad, me tranquilice, pues es condición de la serpiente regenerarse. Veo cómo aquella gran familia o pequeño pueblo sigue repartiéndose pedazos de carne. Hay hogueras y alcohol. Veo a una madre con su hijo comiendo con ganas en las afueras del poblado. Paseo por una tierra desolada y festiva. Siento angustia. Me encuentro entonces con lo que queda de la serpiente. Solo la cabeza. Hasta allí han comido: el largo y grueso cuerpo del animal. Me acerco con la esperanza de que permanezca con vida. Con la esperanza de que aquel hombre -¿el diablo?- haya dicho la verdad. Pero la cabeza está muerta. Alguien, la mujer o el niño, le da una patada. Y, ella, inerte, rueda hasta quedar boca arriba, desangrada.»
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Nunca saldrás de la Zona, de Thadeus Kowiczi, trad. de Dorotea Bocenague, Barcelona, 1987.
El astronauta Axel es el protagonista de muchas de las novelas de ciencia ficción de Thadeus Kowiczi. Todas son excelentes, pero probablemente Nunca saldrás de la Zona es su obra maestra. Como el resto de las novelas de Kowiczi, está escrita con una prosa de deslumbrante complejidad y belleza, algo poco común en el género y quizá la razón principal de que Kowiczi haya terminado por ser un autor tan poco conocido. Los que podrían admirarlo por su estilo despreciaban el género que eligió, y los que amaban el género no comprendían ni admiraban su lenguaje. Kowiczi apenas concedió entrevistas a lo largo de su carrera (o quizá es que fueron muy pocos las que se las pidieron), pero en una que hemos logrado desenterrar afirma lo siguiente: «¿Qué puede hacer un autor más que seguir su naturaleza, aunque eso le condene al aislamiento y al fracaso? Desde niño he sentido una pasión por James Joyce y también por los relatos de las estrellas, y cuando comencé a escribir lo que deseaba era unir mis dos pasiones en una. ¿Escribir con un estilo más «sencillo»? No me interesa. ¿Contar historias que tengan que ver con la vida «real», con los calzoncillos y las paradas de tranvía? ¡Mucho menos aún!»
Un párrafo tomado al azar de Nunca saldrás de la Zona podrá dar una cierta idea, supongo, del lenguaje de Kowiczi, aunque sea a través de una traducción, en este caso la de Dorotea Bocenague.
«La eclosión de mil soles no bastaría para explicar aquel rutilar que descubría por debajoencima, en el panoramado donde Rama se ubría en los pechos de Lima la nautaflor. Amar a Rama, ramar al amo estelar, Rama lo era, éralo floraleal la nauta de los astros, la austraflor. Lima la nauta volvía hacia Rama en la ramaflor carmín, floreal de la carnación, una herida de sangreflor y las perlarubíes ascendían destrellando, astrofloreando, sangre querida, allá va la vida, allá va el adiós de Lima a Rama, Limarama, Ramalima, astro o flor. Esto vio Axel: cómo Lima derrama la vida en brazos de Daba, como Rama veía morir a su armada, cómo amar era Rama y Rama era mar.»
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El opositor eterno, de Maribel Santisteban, Madrid, 2005.
La novela cuenta la vida de Julio Martín Helgueras desde su juventud hasta su jubilación. Es una historia triste y desesperanzada que oculta una ácida crítica al sistema de oposiciones español, en palabras de la autora «una auténtica ‘trituradora de carne’, por usar una conocida definición del sistema estalinista, un horror silencioso que amarga la vida de infinidad de hombres y mujeres en nuestro país y del que nadie habla». No nos sorprende enterarnos de que la propia Maribel Santisteban fue opositora.
Julio Martín estudia la carrera de Filología Hispánica. ¿Por qué? Por la peor de las razones: porque le encanta la literatura y porque lo que más le gusta es leer. Durante la carrera estudia historia de la literatura española, literatura comparada, teoría de la literatura, lingüística general, fonética y fonología, gramática, etc. y aprende infinidad de cosas sobre el poema de Mio Cid, Lope de Vega y el teatro barroco, Rubén Darío y el modernismo, la yod, el sistema fonológico español y la teoría de rección y ligamiento de Chomsky. Al terminar la carrera, decide hacer unas oposiciones a Secundaria para dar clases en un instituto, un trabajo que, desde luego, no le entusiasma, pero que le permitirá independizarse. Forma un grupo de trabajo con unos amigos y se pasan un año entero preparando los 120 temas de la oposición, ya que el ejercicio más difícil de todos consiste en el sorteo de dos de los 120 temas al azar, uno de los cuales hay que desarrollar por escrito en una «encerrona» de tres horas. El trabajo es ingente, pero los cinco compañeros logran elaborar unos noventa temas, confiando en que no tendrán la mala suerte de que salgan dos que no han preparado. Hay que tener en cuenta que muchos de los temas del temario versan sobre materias desconocidas y acerca de las que no existe bibliografía. ¿Por qué los han puesto? Nadie lo sabe.
Cuando llegan las oposiciones, uno de los dos temas que salen, «Rubén Darío y el modernismo», lo ha preparado el propio Julio, lo que considera un signo de buena suerte. Hay 125 plazas ese año y se presentan 4.000 opositores. Los cuatro amigos, como es lógico, suspenden. No se desaniman por eso. Son muy jóvenes, unos niñatos al fin y al cabo, y tienen toda la vida por delante. Se apuntan a la lista de interinos, pero están al final de la lista, no tienen antigüedad ninguna ni tampoco méritos. Ya que para aprobar la oposición no solo cuenta el gigantesco examen, que tiene tres partes y obliga además a la confección de una «Memoria didáctica» que también es evaluada, sino que también se tienen en cuenta los años de antigüedad y los méritos: publicaciones, cursos, otras titulaciones, aunque los baremos y criterios de evaluación de los méritos, como todo en España, cambian de año en año, de manera que algo que hace dos años daba puntos este año no da ninguno, etc. También la lista de temas cambia de año en año. Todo cambia de año en año.
Julio entra, pues, a trabajar en un colegio privado, donde le explotan miserablemente y le pagan mal. Sabe además que su trabajo en el sistema privado no le dará puntos para las oposiciones, pero desea salir de casa de sus padres e irse a vivir con su novia, una sevillana muy salada que se llama Isabel y, por lo que podemos deducir, le engaña continuamente.
En las trescientas páginas que siguen vemos cómo Julio se presenta una y otra vez a las oposiciones a Enseñanza Media, que se convocan cada dos años aproximadamente, y cómo una y otra vez se tiene que poner a estudiar el poema de Mio Cid, Lope de Vega y el teatro barroco, Rubén Darío y el modernismo, el sistema fonológico español, la yod y la teoría de rección y ligamiento de Chomsky. A veces aprueba, pero sin plaza, con lo cual el aprobado no le sirve para nada, porque los aprobados no se guardan. Finalmente, logra avanzar en la lista de interinos y comienza a trabajar cubriendo bajas o maternidades, cada curso en un instituto distinto, a veces con largos períodos sin trabajar.
La vida sigue, y nuestro opositor eterno cumple los cuarenta y todavía no ha logrado aprobar las oposiciones. Isabel y él han tenido tres hijos, pero Julio, mientras Isabel se pasa las noches sin dormir, se pasa el tiempo estudiando el poema de Mío Cid, Lope de Vega y el teatro barroco, Rubén Darío y el modernismo, la yod y la teoría de rección y ligamiento. Y sigue presentándose a las oposiciones. A veces aprueba sin plaza. En otras ocasiones, suspende, a veces con un 2,5 o un 1,75, notas bajísimas que le destrozan la moral. Poco a poco se va convirtiendo en un ser amargado y resentido, que paga todas sus frustraciones con sus alumnos. Se convierte en un profesor ácido, exigente y maniático y se gana fama de hueso, de cabronazo y de hijo de puta. Ahora ya tiene todos los puntos del mundo, de modo que ya no tiene que hacer más cursos de didáctica ni de informática aplicada al aula, temas que no le interesan lo más mínimo, desde luego.
Cuando cumple los 54 años, Julio ya es un veterano del sistema español de oposiciones. Lleva más de treinta años dando clases de lengua y literatura en Institutos de Secundaria, pero todavía no ha logrado aprobar las oposiciones y cada dos años tiene que pasarse varios meses estudiando el poema de Mío Cid, Lope de Vega y el teatro barroco, Rubén Darío y el modernismo, la yod, el sistema fonológico español y la teoría de rección ligamiento de Chomsky. Suspende a los 54 y también a los 56. Se divorcia. Su hijo menor se mete en las drogas. Su hija tiene problemas de salud y es hospitalizada. Su hijo mayor tiene dos hijos y Julio ya es abuelo, pero todavía no ha logrado aprobar las oposiciones, y en medio de tantos cambios y tantos problemas tiene que seguir estudiando el poema de Mío Cid, Lope de Vega y el teatro barroco, Rubén Darío y el modernismo, etc. etc.
Cuando cumple 60 años, decide no volver a opositar jamás. Pero tiene que hacerlo para seguir dentro de la lista de interinos. Lleva toda la vida siendo profesor, pero la administración considera que todavía no ha demostrado que puede hacer bien su trabajo y que se merece tener un puesto fijo para poder pensar en otras cosas que no sean los puntos, la memoria didáctica, la legislación española (ya que se ha añadido un nuevo examen sobre legislación, en la que hay que ser un experto), Rubén Darío y el modernismo, la yod, el sistema fonológico español, etc. etc.
A los 65 años se presenta a las oposiciones por última vez. No le aprueban, lógicamente, porque ¿para qué malgastar una plaza en una persona que se va a jubilar dos años más tarde? Julio se jubila a los 67, eterno opositor. No ha conseguido aprobar las oposiciones, es cierto, pero al menos ya no tendrá que volver a estudiarse el poema de Mío Cid, Lope de Vega y el teatro barroco, Rubén Darío y el modernismo, la yod, el sistema fonológico del español y la teoría de rección y ligamiento de Chomsky. Una teoría, por cierto, que ha caído en total descrédito y a la que nadie hace el menor caso desde hace décadas.
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