Conozco a un jovencito de 11 años al que una vez, cuando era apenas un bebé, un amigo le regaló el cuento famoso de Los tres Bandidos, del escritor e ilustrador francés Tomi Ungerer. Ese libro maravillosamente editado por Kalandraka se convirtió durante meses en el acompañamiento obsesivo(los niños, en su etapa de aprendizaje, son como locos rutinarios en miniatura) del pequeño a la hora de ir a dormir.
“¿Qué cuento quieres que te lea esta noche?”
“El de los bandidos”
“¿Otra vez…?”.
Así que la palabra bandido se fue llenando para él, imagino, de significados añadidos: la aventura con compañeros increíbles, el placer de una buena historia mientras te acuna el sueño, la acogedora habitación en penumbras, la diversión casi de espectador de teatro, cuando mamá disfrazaba su voz con las voces de los bandidos, los diálogos reproducidos en voz baja, de memoria; el hormigueo del comienzo, la pasión del desenlace, la tranquilidad satisfecha de un final conocido y feliz.
Así fue como el término bandido quedaría para siempre vinculado a la felicidad y la vida. Por eso cuando hace unas semanas este niño leyó, inclinado sobre la mesa de novedades de una librería, la palabra Bandídez, su resorte de cazador/lector disparó el automático e invirtiendo varias pagas semanales (de tres euros, calculen), se llevó el libro en su mochila de vacaciones.
Durante cuatro días y medio de infinito disfrute lector, nada hubo que se interpusiera entre el muchacho y Los Bandídez: ni la música en el coche, ni el mar Tirreno, ni los spaghetti alle vongole, ni los increíbles paisajes, ni (lo que es más increíble todavía) la irresistible Nintendo y sus Pokémon.
Me cuenta la madre de este muchacho que, aunque su hijo es lector hay libros que, lógicamente, le enganchan más que otros, y que esta aventura de los Bandídez ha superado con éxito todos los filtros de calidad.
Por eso cuando la editorial Nórdica nos brindó la oportunidad de reseñar Los Bandídez para Zenda, no lo dudé. Me abalancé a su lectura con mucha curiosidad, pero enseguida la acción de esta “road story” entre malotes terminó atrapando a aquella niña del pelo corto sedienta de aventuras de la que ya apenas me acordaba, diluida en la memoria de 42 años intensos de libros y vida.
El talento de la autora de Los Bandídez, Siri Kolu, reúne una cantidad de elementos que, conjugados con habilidad y oficio, son infalibles para una buena historia: un grupo de personajes bien trazados con personalidades construidas con habilidad, imaginación y mucho humor; una pizca de maldad; una buena dosis de atrevimiento, un poquito de misterio, un camino lleno de peligros por recorrer y un final inevitable trazado desde el comienzo, que hace que el lector, implicado de lleno en la aventura trufada de acción sin límites, lea feliz con esa mezcla maravillosa de pasión lectora por saber el final e inevitable desconsuelo por tener que llegar a él.
Los Bandídez (Me Rosvolat, es su título original) recibió el premio Junior de Finlandia en 2010 y las aventuras de esta familia de Bandidos singulares editada en España por el sello Nórdica, divierte desde entonces a niños repartidos por más de 18 países. Hace dos años fue llevada a la gran pantalla en una adaptación de gran éxito y en Finlandia, país natal de la autora, los Bandídez son ya una serie literaria con seis tomos plagados de aventuras.
Sé que este muchacho de once años espera ansioso la publicación de más aventuras de los Bandídez, pero intuyo que algún que otro adulto deseamos en secreto volver a compartir el vómito alienígena después de ensayar nuestro sello criminal despreciando siempre los pedos de ratón que solo traen problemas, antes de huir en la Bandidofurgona entonando a grito pelado en mitad del bosque extrañas canciones con Kaarlo el Feroz, Hilda, Hele, Kalle, Vilja y Pete Dientesdeoro.
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Autor: Siri Kolu. Título: Los Bandídez. Editorial: Nórdica. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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