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los bloques naranjas o el silencio que se arrastra

los bloques naranjas o el silencio que se arrastra

Luis Díaz (Alcalá de Henares, 1994) publica los bloques naranjas en la editorial Caballo de Troya. Sabina Urraca está al frente durante este año del sello que pertenece a la familia de Penguin Random House. El joven alcalaíno había publicado el poemario Hombres con un diente de leche (Cántico, 2020).

Este libro, a medio camino entre la novela y la poesía, carece de signos de puntuación. Pese a ello es cierto que su lectura no resulta incómoda, pues gracias al ritmo trabajado de la palabra escrita se distinguen sin dificultad las distintas voces que pueblan el libro. Escrito de forma sencilla (que no simple), Luis Díaz parece homenajear la tradición oral por la que años ha se transmitían los textos al carecer entonces de la cuidada y desarrollada escritura de la que hoy disponemos, por lo que destaca el tono conversacional.

"Desde las primeras páginas el lector entiende que el libro que tiene entre manos está motivado por la inexpresividad extendida entre los hombres, de la idea errónea de que mostrar o no ocultar los sentimientos es signo de debilidad"

La obra se divide en tres partes de capítulos breves, con conclusiones propias aunque hilvanados dentro del telar general de la obra: la primera parte se titula “las ciudades” y consta de un entramado, de un conjunto de las relaciones entre hombres unido por el territorio donde se construyen. Muestra de ello son las constantes imágenes que aparecen en los capítulos de esta primera parte, se trata de la figura de los gorriones y su desaparición de las ciudades así como de los bloques de edificios, presentes desde el título y la cubierta, que da al lector la idea de una determinada clase social. Imágenes concretas y tangibles que acercan al lector al espacio donde se desarrolla la obra. Desde las primeras páginas el lector entiende que el libro que tiene entre manos está motivado por la inexpresividad extendida entre los hombres, de la idea errónea de que mostrar o no ocultar los sentimientos es signo de debilidad; también se aborda el descubrimiento sexual propio en la adolescencia y la revolución emocional que conlleva.

La segunda parte, titulada “el deseo”, cuenta el desconocimiento. Es decir, cómo un adolescente va desarrollando pensamiento crítico y debe enfrentarse a sí mismo, entendido en esos años como el peor enemigo que cualquiera pueda imaginar. La sexualidad propia, el deseo (o, mejor dicho, la frustración), la orientación sexual, las imágenes explícitas con el pene como protagonista y la incapacidad de verbalizar todos los tipos de afecto dirigen este segundo bloque naranja.

"También adquiere gran importancia en el texto cómo afecta la ausencia de atención en los años críticos de formación personal, de descubrimiento, en las primeras veces donde uno toma conciencia de estar en el mundo y lo que eso significa"

La tercera y última parte tiene por título “el futuro”. Aquí se presenta el deterioro del cuerpo, el paso del tiempo, los resbalones de la memoria. En la página 84 se dice «pasará el tiempo y el sentido y el nombre de las calles y todo lo que podía recitar de memoria ya no servirá para nada». También en un determinado momento (página 98) se alude al año 2059 y a la «feria mundial de nueva york» como el instante en que podrá ponerse fin a los problemas heredados del pasado que asuelan el presente, como la pobreza o las enfermedades.

También adquiere gran importancia en el texto cómo afecta la ausencia de atención en los años críticos de formación personal, de descubrimiento, en las primeras veces donde uno toma conciencia de estar en el mundo y lo que eso significa.

Finalmente, todo el libro es en sí mismo un nudo en la garganta de las voces que lo cuentan, voces sin concretar. Es decir, se menciona un verano, una ciudad, unos hombres determinados pero jamás se especifica qué verano, qué ciudad y quiénes son esos hombres. La identidad le interesa poco al autor. No hay que olvidar que la literatura debe ser ese espejo que atraviesa una multitud y refleja tanto al autor/a como al lector/a. Un buen poema es aquel que cuenta la vida de quien lo lee y no tanto la vida de quien lo escribe. Lo mismo sucede, o debería suceder, con todo texto literario. Muestra de ello es los bloques naranjas.

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Autor: Luis Díaz. Título: los bloques naranjas. Editorial: Caballo de Troya. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

© Alejandro de la Torre.

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