Representación del condensado Bose-Einstein. Fuente: Nist/Jila/Cu-Boulder.
Estamos acostumbrados a pensar que el dominio de la física cuántica es el microscópico, el de las partículas elementales, los átomos o las radiaciones, pero no es así, aunque es cierto que históricamente estos fenómenos fueron los responsables de su génesis. Una de sus manifestaciones a nivel macroscópico son los llamados “condensados de Bose-Einstein”, que acaban de ser noticia porque en un experimento diseñado por el Jet Propulsion Laboratory del Instituto Tecnológico de California, y llevado a cabo en el denominado Cold Atom Lab instalado en la Estación Espacial Internacional (ISS), se han podido estudiar algunas de sus propiedades, que en laboratorios terrestres son muy complicadas de investigar, y algo menos en el espacio, donde se cuenta con la ventaja de la gravedad cero y donde existe mayor facilidad para conseguir temperaturas muy bajas. Los resultados se acaban de publicar en Nature (Robert Thompson y otros, “Observación de condensados de Bose-Einstein en un laboratorio de investigación que orbita la Tierra”).
Pero antes de decir algo sobre las propiedades de estos condensados, a los que se considera el quinto estado de la materia, después del sólido, líquido, gaseoso y plasma, explicaré un poco de su historia, asociada a los científicos que le dan nombre. Es una historia interesante porque muestra que, a pesar de no ser frecuente –pero tampoco insólito– en ocasiones los avances científicos siguen caminos diferentes a los habituales. En este caso, el camino que siguió un científico que, temeroso de que el resultado al que había llegado no fuese apreciado por otros, se aventuró a pedir ayuda al hombre que más respetaba. El 4 de junio de 1924 Satyendra Nath Bose (1894-1974), un físico prácticamente desconocido fuera de la India, que trabajaba en la Universidad de Dacca, escribió a Albert Einstein, ya entonces la gran estrella de la física: “Me atrevo a enviarle el artículo adjunto para su conocimiento y opinión. Estoy ansioso de saber lo que piensa de él”. Y después de mencionar brevemente su contenido, añadía: “No sé suficiente alemán para traducir el artículo. Si usted piensa que merece ser conocido le agradecería si dispone que sea publicado en el Zeitschrift für Physik. Aunque sea un completo extraño para usted, no siento ninguna duda en realizarle tal petición. Porque todos somos sus discípulos, habiéndonos beneficiados de sus enseñanzas a través de sus escritos”.
El manuscrito que Bose envió a Einstein incluía una nueva forma, más satisfactoria, de deducir la ley de radiación de un cuerpo negro, que Max Planck había obtenido de manera semiempírica en 1900, ley que puso en marcha la física cuántica. Einstein entendió perfectamente la importancia del trabajo de Bose, y además se dio cuenta de algo que éste no apreció. Tradujo el artículo de Bose, hizo que se publicara, y añadió una “nota del traductor” señalando que él mismo iba a desarrollar algunas de las consecuencias del trabajo.Y así lo hizo en dos artículos que aparecieron en 1925 y en los que señaló que en un gas de fotones (las partículas de masa nula, los “cuantos” de energía que según la física cuántica forman la luz) se podría producir una “condensación” o en otras palabras, que un grupo de fotones (y también otras partículas elementales, los denominados “bosones”, que comparten propiedades de los fotones) podía actuar como si fuese una unidad, sin que entre ellos pareciese que existieran fuerzas de interacción. Además predijo que “si la temperatura desciende lo suficiente” se produciría en ese gas “una caída brutal y acelerada de la viscosidad en el entorno de una cierta temperatura”, que estimaba para el helio líquido en unos 2 grados kelvin (equivalentes a 271,15 grados centígrados bajo cero). Se refería a la superfluidez, una propiedad que, junto ala superconductividad, acompaña a los condensados de Bose-Einstein.
Los aniversarios, a los que tan aficionados somos en la actualidad, no pasan de ser coincidencias numéricas con escaso significado, pero el experimento realizado en la Estación Espacial Internacional, cuando se cumplen 95 años de la extrapolación que Einstein hizo de la aportación de Bose y 25 años del trabajo de Cornell y Wieman, ayuda a no solo a rellenar noticias sino también a educar, pero sobre todo constituye un avance importante en la comprensión delas propiedades macroscópicas de la física cuántica, ya que las condiciones existentes en la Estación Espacial han permitido que los condensados permanezcan estables durante algo más de 1 segundo, mientras que en un experimento anterior al lanzamiento se mantenían únicamente 40 millonésimas de segundo, y que contengan el triple de átomos de rubidio, con lo que las propiedades cuánticas se pueden medir con mayor precisión. Un paso más en la exploración de un mundo científico poco conocido todavía: el de los sistemas cuánticos macroscópicos. En alguna ocasión he manifestado la poca fe que tengo en la Estación Espacial Internacional. Al menos en esta ocasión no ha sido así. Justo es reconocerlo.
-
Alejandro Jodorowsky, el navegante del laberinto, el humanoide asociado
/abril 27, 2025/Tiempo después, cuando la fórmula se traspasó a las madrugadas televisivas que las cadenas no abandonaban a las teletiendas, la etiqueta se hizo extensiva tanto a los clásicos más bizarros —el Tod Browning de La parada de los monstruos (1932)—, como a los de la pantalla surrealista —Un perro andaluz (Luis Buñuel, 1929)—; o esas impagables maravillas del cine de los países del Este, según el orden geopolítico de entonces. Entre estas últimas delicias se impone mencionar El sanatorio de la Clepsidra (1973), del polaco Wojciech Has, grande entre los grandes del cine alucinado; y, por supuesto, Alondras en el…
-
Robert Walser, el despilfarro del talento
/abril 27, 2025/El caso de Robert Walser es un antiejemplo literario, un caso extremo de autenticidad y de ocultamiento que contrasta con los egotismos y mitomanías de los escritores que pululan con denuedo por el epidémico mundillo literario. Mientras, habitualmente, los escritores luchan por permanecer; Walser, tal vez reforzado por su enfermedad, se empeña en desaparecer, aislándose en un “manicomio”. Los manicomios, aunque sus muros sean un remedo de los monacales, no dejan de ser los auténticos monasterios del siglo XX, las últimas ensenadas de los náufragos de un siglo tumultuoso. Walser ingresa en el sanatorio bernés de Waldau en 1929, y…
-
¿Volverán?
/abril 27, 2025/Todo eso me lo ha producido la última publicación de la doctora en Filología Inglesa María Dueñas (Puertollano, 1964), titulada Por si un día volvemos, libro que pertenece al género de novela histórica, puesto que recrea el ambiente y los hechos ocurridos en la colonia francesa de Orán desde los años veinte del siglo XX, hasta la proclamación, en los años sesenta, de Argelia como nación independiente, sin el tutelaje de la metrópoli francesa. María Dueñas decide que la narración sea realizada en primera persona por la protagonista, dando comienzo a la novela con un fogonazo que deslumbra al narrar de…
-
Zenda recomienda: El puente donde habitan las mariposas, de Nazareth Castellanos
/abril 27, 2025/La editorial apunta, a propósito del libro: “El cerebro es un órgano plástico, que puede ser esculpido con la intención y la voluntad como herramientas. Conocer su capacidad para aprender y adaptarse al entorno es descubrir aquello que nos construye desde fuera. Pero, paradójicamente, es esa misma plasticidad neuronal la que nos brinda la oportunidad de transformarnos desde dentro. En este libro, Nazareth Castellanos se asoma a la filosofía de Martin Heidegger y propone tres pilares fundamentales en los que se sustenta la experiencia humana: construir, habitar y pensar. El relato comienza exponiendo la huella que los ancestros y las…
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: