Desde que era un niño la lectura ha sido para mí una aventura, un desafío a la imaginación. Leer requiere un compromiso por parte del lector, que debe aceptar las reglas que le sugiere el texto para que las palabras se conviertan en imágenes en su cabeza. Al otro lado del compromiso estamos los autores, obligados a dar lo mejor de nosotros mismos y a tratar de que nuestras historias estén a la altura de lo que merecen los lectores.
Hemos venido a jugar, amigos.
Así las cosas, cuando comencé a pergeñar la idea de Los Días Felices, decidí ir un paso para allá y convertir su lectura en un pequeño juego. Al comienzo de la novela, en una breve nota introductoria, ofrezco al lector dos posibles modos de lectura: una forma tradicional, esto es, desde la primera página hasta la última y sin saltarse nada, y una lectura alternativa, en la que el lector debe leer en primer lugar ciertos pasajes antes de acometer la lectura completa del texto.
La piedra angular de este juego es un interrogatorio introducido en la trama, dividido en cuatro partes, que vertebra y da sentido a la historia. El lector puede leer cada pieza del interrogatorio conforme le vaya saliendo al paso, o bien puede leer el interrogatorio completo en primer lugar y después enfrentarse a la lectura del resto de la historia. Este modo de lectura alternativo sitúa al lector en un plano de conocimiento superior, lo que le aporta un nuevo y diferente punto de vista de las situaciones que se van sucediendo a lo largo de la lectura.
El resultado son dos formas de leer Los Días Felices, ambas perfectamente válidas y que ofrecen dos experiencias de lectura distintas, aunque comparten el ADN de una historia común. Como pueden imaginar, me ha costado sudor y sangre elaborar estas dos alternativas de lectura de manera que no se solapen ni incurran en spoilers que arruinen la experiencia. Y lo he hecho de la única manera que sé: dedicando muchas horas a reescribir, a pulir y a comerme la cabeza para que el resultado esté a la altura de lo que merecen los lectores.
Debo confesar que este divertimento, en apariencia inocente, me tiene con las carnes abiertas. Espero con ansia el veredicto de los lectores, mucho más nervioso que con cualquier otra novela de las que he publicado hasta la fecha. Sea cual sea, he disfrutado el proceso de escritura, que al final es lo más importante. Este oficio ya es demasiado duro como para encima no pasarlo bien. Sólo faltaba.
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Autor: Benito Olmo. Título: Los días felices. Editorial: ADN. Venta: Todostuslibros
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