Un monstruoso artefacto cuya anatomía de hierro y aire se esfuerza por arder; el animal transportando un tejido de alientos inacabados que amenaza con detenerse a demasiados metros del suelo: caída violenta que no sabe de tiempos ni temperaturas y cuya estela pronto será un doloroso ardor contra la memoria. Evitarla es un fin en sí mismo. Y fracasar, un ejercicio de negación colectiva, a quienes nos precedieron en ese tumulto de concesiones y reequilibrios; tumulto del que prometimos no apropiarnos y que, muy de vez en cuando, sobrevuela nuestros bajos fondos con palabras y testimonios no exentos de ceniza, jamás libres de este desconsuelo que se reitera hasta la saciedad. Así podríamos definir la experiencia de la vida, a la que Jorge Fernández Díaz define en su última y extraordinaria novela, El secreto de Marcial, como un avión sin motores ni aerodinámica que solo se mantiene en pie gracias al esforzado pedaleo del piloto. Y añade, en uno de sus pasajes más intensos:
Vivir en un constante estado de alerta: es esta la herencia, a veces viva y siempre maldita, de quienes protagonizaron el exilio español en Argentina. Porque el exilio no es sino el lugar desde el que se otea el movimiento de los otros: caudal, a veces disperso, de quienes, anudados por una injusta unicidad, se debaten entre la supervivencia y el olvido, entre los frágiles sedimentos de la madre patria y la construcción allá donde otros bracean con entusiasmo de un mundo nuevo.
Jorge Fernández Díaz es un gran dominador del relato confesional, de la crónica en la que todas las cronologías desembocan en una emoción, en el reflejo aterido por gestos minúsculos y las palabras pronunciadas al amparo del secreto. El secreto de Marcial es, sin duda, una novela en carne propia que nos adentra en la historia familiar del autor con un descenso magistral hacia las cavidades del secreto. Da igual la envergadura de la confesión o la geografía dentro de la cual enraíza el secreto y toma cuerpo, porque posee una doble cualidad que Jorge Fernández Díaz disecciona con una singular crudeza: por un lado, el secreto es sinónimo de renuncia, de exposición al dolor, en ocasiones heredado, que nos liga al esfuerzo y a la herida, al hecho impronunciable de sabernos frágiles, a la estoicidad frente a las tormentosas divagaciones del destino. Por el otro, ejecutar lo inconfesable constituye un ejercicio de resistencia, el deseo vital de retorcer las ecuaciones que desdicen el placer y la felicidad. El secreto: frugal o fulgente, irreversible o ilusorio, sutil o totalitario en su delicada vocación de prolongar lo pretérito. O, como bien expresó Roberto Juarroz en uno de sus poemas verticales:
Una oscura prisa,
un contagio de ala nos alumbra
una ausencia desmedidamente nuestra.
Comprendemos entonces que hay sitios sin luz, ni oscuridad,
ni meditaciones, espacios libres
donde podríamos estar ausentes.
Al igual que el cine ––tan presente a lo largo de esta novela–– y la literatura son espacios imperfectos, a través de los cuales dilatamos nuestra frustración y fijamos verídicas composiciones que justifican nuestros errores y aciertos, nuestra fútil voluntad de convertirnos en héroes de la calle y resurgir, quién sabe durante cuánto tiempo, despojados de nuestra banalidad, subsiste siempre un territorio inmaterial para la redención, que se resume en la ausencia y el deseo invulnerable de comprender el pasado, de revivir aquellos sucesos antiguos que, vistos en la distancia, resultan inofensivos y tienen aún la capacidad de abrir y cerrar heridas, de permitir insólitos reencuentros con quienes, más allá de su muerte física, nunca vivieron a nuestro lado, solo en aquellos arenales de imprecisa profundidad que un día retuvieron su espíritu con el único fin de abaratarlo hasta el final de sus días. El estilo de Jorge Fernández Díaz ha sido siempre un ejemplo de concisión lingüística y sensibilidad poética, y es dueño de unos depurados mecanismos que permiten el diálogo entre el pasado y el presente, la obra del escritor argentino. El secreto de Marcial no es una excepción: el lector comprobará muy pronto que todos sus pasajes demuestran un compromiso magistral con la identidad colectiva y con aquellos lugares en los que todos, de alguna manera, sobrevivimos esfuerzo y anuencia; lugares donde los enigmas que un día fecundaron el silencio de nuestros padres fabrican hoy sin luz espacios en los que estar, al fin, ausentes.
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Autor: Jorge Fernández Díaz. Título: El secreto de Marcial. Editorial: Destino. Venta: Todostuslibros.
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