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Los héroes de mi infancia, de Julio Llamazares

Los héroes de mi infancia, de Julio Llamazares

El año que viene se cumplirán cuarenta años del debut narrativo de Julio Llamazares. El escritor leonés irrumpió en el panorama literario con Luna de lobos, un homenaje a los soldados republicanos caídos en la Guerra Civil. La editorial Seix Barral celebra tal acontecimiento reeditando tanto la citada obra como su segunda novela, La lluvia amarilla, que lo confirmó como un escritor de un enorme talento.

En Zenda reproducimos el Prólogo a la nueva edición de Luna de Lobos (Seix Barral, 2024).

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Falta un año para que se cumplan cuarenta de la publicación de esta novela, la primera que escribí y la que me abrió las puertas de una editorial, Seix Barral, que en aquel momento era la más codiciada por los escritores para publicar en español. Yo pude hacerlo gracias a la mediación de Pere Gimferrer, que fue el primero en leerla fuera de algún amigo, y al atrevimiento de su director de entonces, Mario Lacruz, que apostó por un desconocido novelista de veintinueve años cuando ser joven no era un factor a favor para publicar novela, al revés, y también al servicio de Correos, que hizo que mi original llegara a su destino. Yo había buscado la dirección de Seix Barral en uno de sus libros, concretamente Confieso que he vivido, de Pablo Neruda, recuerdo perfectamente, pero desde su publicación la editorial había mudado su sede y cambiado de dirección postal. Así que siempre digo que mi padrino literario fue Correos, que con la profesionalidad de sus trabajadores hizo que Luna de lobos llegase a su destino y a las manos de Pere Gimferrer.

Luna de lobos la había escrito en dos años, los que van de 1982 a 1984, recién llegado a Madrid, y era mi primera incursión en la narrativa después de un par de libros de poesía que habían tenido cierta aceptación, la suficiente al menos como para que un poeta reconocido como Gimferrer me escribiera una breve carta alabándolos, que fue lo que me animó a enviarle a Seix Barral, donde ejercía de lector, la primera novela que escribía. Mi sorpresa fue que a las dos semanas (hay que descontar de ellas los días que el libro anduvo de un sitio a otro por Barcelona) Gimferrer me llamó para decirme que la novela le había gustado y que la iban a publicar. Solo con lo primero me habría dado ya por satisfecho, así que el anuncio de que mi novela saldría en la editorial que en aquel momento estaba reservada a los más grandes novelistas españoles y extranjeros de la época imaginarán que me hizo feliz.

"Como en los westerns, Luna de lobos cuenta la historia de unos hombres que persiguen a otros sin descanso y cómo en ellos el paisaje y la violencia se confunden al igual"

En realidad yo nunca había pensado en escribir una novela. De hecho, la noche en que comencé a escribir aquella historia que, como tantas otras, había escuchado docenas de veces a los vecinos de las aldeas en las que transcurrió mi infancia, especialmente la de mi padre, donde pasaba las vacaciones con mi familia, mi intención era simplemente escribir un relato corto, un ejercicio narrativo surgido de mi memoria más que de mi imaginación. Pero fue como abrir la espita de los recuerdos, como meter la mano en un cesto de cerezas que, enredadas, empezaron a tirar unas de otras como si sólo esperaran a que yo cogiese las primeras. Así surgió Luna de lobos, sin premeditación ninguna y sin que yo pensara en ser novelista. Y así se construyó esta novela que tanto debe a la narración oral, puesto que en parte cuenta sucesos reales que a mí me contaron de niño. Aunque la mayoría entraran en mi conciencia con la mitificación del niño que creía que sus protagonistas eran héroes de ficción y no personas de carne y hueso a los que les tocó sufrir y protagonizar una historia real que en el halo de su mitificación escondía su verdadera tragedia. Aquellos héroes de mi infancia con los que yo soñaba mientras me dormía después de escuchar contar sus historias en voz baja a los vecinos de mis padres (como a todos los héroes, la injusticia les perseguía incluso después de huidos o muertos) situándolos en un plano de igualdad con los de las películas y las novelas del Oeste que yo leía por aquel entonces fueron en realidad unos desdichados, pero eso tardaría en saberlo.

He citado las novelas del Oeste. Cuando con Julio Sánchez Valdés, el director de cine que llevó a la pantalla Luna de lobos al poco de publicarse el libro, comencé a escribir el guion (fue Julio el que se empeñó en que fuera así), comprendí hasta qué punto esta novela le debe su inspiración, además de a las narraciones que de los hombres del monte, como les llamaban en aquel entonces (lo de maquis, que es un extranjerismo, vendría con el tiempo), me contaron siendo un niño, a las novelas de quiosco que yo leía de adolescente, como tanta gente en aquella España desharrapada de los sesenta, a falta de otras posibilidades, pues el libro era aún un objeto inaccesible y más en pueblos remotos como en los que yo viví. Fue Julio el que me lo hizo notar: esta novela es un western, un western español, me dijo. Y tenía toda la razón: como en los westerns, Luna de lobos cuenta la historia de unos hombres que persiguen a otros sin descanso y cómo en ellos el paisaje y la violencia se confunden al igual que en las novelitas del Oeste que yo leía de adolescente y a cuyos desconocidos autores rindo homenaje en Vagalume, mi última novela publicada hasta este momento. Como los personajes de Luna de lobos, sus nombres escondieron los verdaderos y sus vidas transcurrieron en la clandestinidad.

"La novela guarda otra particularidad; una particularidad de la que yo no sería consciente hasta años después, cuando leí en algún lugar que no se puede escribir en primera persona del presente una novela"

Por lo demás, la novela guarda otra particularidad; una particularidad de la que yo no sería consciente hasta años después, cuando leí en algún lugar que no se puede escribir en primera persona del presente una novela, y que me ha convencido de que las afirmaciones categóricas siempre sobran. Precisamente para mí Luna de lobos tiene el mérito de trasgredir esa norma no escrita, es lo que, sin yo saberlo mientras la escribía, le da la fuerza y la intriga que la hacen sostenerse en manos de los lectores, que siguen la narración como si sucediera en ese momento. Del mismo modo en que la poesía, que fue mi primer lenguaje en literatura, contribuye a calmar un relato que, de otra forma, sería de pura acción, algo que, en opinión de algún crítico, tampoco se debe hacer. En fin, que Luna de lobos no sólo apareció en un momento, mediados de los ochenta del siglo XX, en los que parecía ya superada la memoria de la guerra y la posguerra (así lo sentenciaban los gurús de la cultura y la política españolas de entonces), por lo que era demodé hablar de ellas, sino que literariamente navegaba también en contra de la corriente general.

Fuera como fuera (a mí tampoco me enorgullece recordar que, cuando la novela apareció, apenas mereció la atención de la crítica, no así la de los lectores, que en seguida agotaron varias ediciones), Luna de lobos sobrevivió y aquí sigue, ahora reeditada nuevamente por la misma editorial que la publicó por primera vez, cosa que le agradezco y valoro. Por mí y por aquellos hombres del monte cuyas vidas la inspiraron (y a algunos de los cuales conocí después de ser publicada) y por los que me contaron sus historias en las noches de verano a la luz de las estrellas o en invierno junto a la lumbre. A ellos les debo su inspiración, como a los escritores de novelas del Oeste que leía siendo joven su estructura, y así lo quiero reconocer aquí. Como dijo Norman Mailer (también lo leí después), todo escritor en su primera novela intenta contar los cuentos con los que le dormían de niño, y ésta fue la primera mía.

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Autor: Julio Llamazares. Título: Luna de lobos. Editorial: Seix Barral. Venta: Todostuslibros

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