Como el autor ha tenido oportunidad de decir, en alguna otra ocasión, el proceso de escribir es la historia de una frustración, y, a poco que lo empujen, admite —no sin rubor— que siempre sufre cierto proceso de desolación espiritual al plantearse ponerse frente al teclado y tratar de hacer la traducción cerebro-papel. Solamente debiera escribirse, bien para decir algo que nadie ha dicho —cosa prácticamente imposible—, bien para decir algo de mejor forma que lo que ya se ha dicho (de forma más completa, más inteligente, más bella…), pero esto también es virtualmente imposible: como en el Far West, siempre hay alguien más rápido. Desolación.
Los Héroes de Yakutia es una obra de ficción, basada en la realidad: ninguno de los capítulos impares, que cuentan historias, son del todo verdad; y ninguno de los capítulos pares, que cuentan vivencias, son totalmente ficticios. Sin embargo, todo esto significa, sencillamente y a fin de cuentas, que Los héroes de Yakutia es algo en buena parte impúdicamente autobiográfico. Únicamente los genios pueden correr tanto como para conseguir huir de sí mismos.
“Yakutia era todo eso. Yakutia, en tiempos de cordura, sólo era un territorio de un juego de mesa de estrategia con el que los condenados a la otra Yakutia afrentaban a la tristeza en tardes y mañanas interminables. En aquella Yakutia, unos héroes siempre resistían las avalanchas del enemigo; en su Yakutia, los héroes también resistían todo lo que empujaba por invadirlos por dentro. Yakutia, cuando sopla la locura, era simplemente la otra Yakutia, en la que resistían el empuje del tiempo y de la cárcel” (Capítulo VIII, págs. 44 y 45).
La vida es complicada, y, un buen día, un tipo normal —si por normal queremos entender alguien ajeno al mundo carcelario, a sus campañas de entradas y salidas, a sus reglas y a sus contingencias— ve cómo, por circunstancias que en realidad no importan, su vida cambia de golpe, viéndose inmerso durante años en un pozo en el que nadie piensa, ni cree que de verdad existe, hasta que se cae en él.
En ese momento, en el que se convierte en una especie de súperconductor de tiempo, en una sociedad donde —no existiendo la esclavitud— no hay un escalón más abajo al que poder mirar con cierta resignación feliz del podría haber sido peor, en el que el pasado se borra y el futuro no se presiente, desaparecen las referencias, uno no se ve en el espejo y se da cuenta de que todo es tan absurdo y tan terrible que la condena es simplemente a envejecer.
Y si ese tipo normal, además es un policía, el choque de dos realidades es todavía más cruento. Pero Los héroes de Yakutia no cuenta las penalidades de un policía en las cárceles (eso ya lo ha hecho mucha literatura), sino las del preso que no sabe muy bien si existirán los expresidiarios, ni si existen los expolicías, y las historias del día a día de esa nueva realidad que dan munición a la perdición y a la supervivencia. Lo que es va desapareciendo poco a poco, y lo que empieza a ser va creciendo a pasos de gigante. ¿Perdería la esperanza? ¿Hay un camino de vuelta en alguna parte?
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Autor: Manuel Jesús Pérez Lorenzo. Título: Los héroes de Yakutia. Venta: Todostuslibros y Amazon
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