Inicio > Firmas > El bar de Zenda > Los hijos del taxista
Los hijos del taxista

A menudo, cuando a uno se le sube la pólvora al campanario y mira en torno deseando que caiga el meteorito, encuentra analgésicos que hacen a España soportable y devuelven las cosas a su sitio. Hay días en los que tras ver la tele, mirar los periódicos o escuchar la radio, cualquiera que pueda hacerlo se pregunta qué hace aquí en vez de estar viviendo en otro sitio. Y cuando eso ocurre, como supongo que les pasa a otros, hay un truco que no me falla casi nunca: voy a un bar de barrio, me apoyo en el mostrador, pido una cerveza y un pincho de tortilla, tiendo la oreja y a los cinco minutos una sonrisa me despeja el horizonte. Los españoles, acabo diciéndome, somos unos hijos de la gran puta pero somos nuestros hijos de la gran puta. Y aunque a veces deseas que nos lleve el diablo, hay momentos gloriosos en que no nos cambiarías por nadie.

Me pasó ayer con un taxista. Había estado oyendo por la radio a un político embustero, analfabeto y sin complejos, especie cada vez más abundante. Luego me subí al taxi con la nube negra ofuscándomelo todo, pero me tocó un conductor locuaz –a veces son un martirio y otras una bendición–, y al poco estaba yo fascinado por un monólogo que para sí lo habría querido el gran Leo Harlem. Tenía dos hijos adolescentes, dijo: hija mayor, de 16 años, e hijo menor, de 14. Acababa de hablar con ellos por teléfono y estaba tan desesperado como si estuviera echando las muelas. Y el relato que me hizo entre Atocha y Diego de León fue una antología de hijos y padres; un retrato sociológico perfecto en el que cualquiera que haya tenido o tenga vástagos de esa edad puede reconocerse y reconocerlos.

La hija, aseguraba el taxista, es clásica de manual: de las que tecleas en Google hija adolescente y sale su foto: «Digo por ejemplo que algo es rojo, y sin ni siquiera mirarlo me dice que no tengo ni idea de colores. Luego argumenta como una catedrática, hasta volverme loco, por qué lo que yo veo rojo no es rojo. Y después de ponerme la cabeza hecha un bombo, acaba diciendo que tal vez sea de color burdeos». En cuanto al hijo quinceañero, también es otro clásico, pero en estilo muchacho: «Le digo que esto es rojo, se lo queda mirando y me pregunta qué gana él con eso. Le respondo que es importante diferenciar los colores, y el tío me mira como si yo fuera gilipollas y comenta ‘si tú lo dices…’ antes de seguir dándole al mando de la Play».

En cuanto a los amigos de una y otro, no fallan. Ella tiene dos o tres amigas muy amigas y siempre están mandándose mensajitos y enfadadas entre ellas: «Le habla a ésta y no le habla a aquélla, se pelea y se reconcilia con una u otra». Con el chico, sin embargo, ocurre lo contrario: «Todos los amigos, hasta los más cabroncetes, le caen bien. Es majo, dice todo el rato de todos. Fulano le ha dado un navajazo a un profesor, pero es un tío majo».

Uno de los pulsos más difíciles, sigue contando el taxista, se lo echan sus hijos cuando les pide que bajen a comprar algo al súper de la esquina: «Si se lo digo a ella, inevitablemente escucharé una de estas tres preguntas: ¿Cómo voy a ir si he quedado con una amiga? ¿Qué me pongo para bajar? o ¿Cómo voy a ir si no tengo ropa?… Pero si se lo digo al chico, el diálogo será el siguiente:

-Baja al súper, hijo.
-Vale.
-¿Así vas a ir a la calle?
-Sí, ¿qué pasa?
-Arréglate un poco, ¿no?
-Paso, papá.

Y cuando ya creo –continúa el taxista– que se ha ido al súper, vuelve y me dice que su hermana le ha quitado la camiseta».

Otro de los momentos estelares, sigue contando, es cuando se atreve a entrar en sus cuartos: «Si ella se dispone a salir estará encerrada con pestillo, tendrá veinte prendas de ropa distintas sobre la cama y se las estará probando todas. En cuanto al chico, lo normal es que se le haya olvidado cerrar bien la puerta, tenga el ordenador encendido y se esté haciendo una paja… Le juro a usted que si no los mato es porque no tengo tiempo».

«La vida del taxista es dura», intento consolarlo mientras le pago la carrera, pues hemos llegado al fin del trayecto. Y entonces él me dirige por el retrovisor una mirada de resignación, suelta una risita sardónica y responde: «¿Dura, dice usted?… Para duro lo que tengo yo en casa».

____________

Publicado el 10 de noviembre de 2019 en XL Semanal.

4.7/5 (425 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
reCaptcha Error: grecaptcha is not defined
  • Vivir, viajar, escribir

    /
    abril 24, 2025
    /

    A Marco Ottaiano Tanto me gusta viajar que mientras lo hago no echo de menos escribir, no necesito hacerlo, seguramente porque ya tengo la sensación de estar llenándome por dentro, llenándome para escribir. Como le oí una vez al escritor José Calvo Poyato se puede escribir sin escribir, y yo creo que cuando viajamos ya escribimos, interiormente, y cuando leemos también lo hacemos. De otro modo. Nos estamos preparando claramente para hacerlo. A mí me preguntan mucho cuánto tiempo escribo al día, y yo siempre digo que escribir es la fase final de un proceso, un proceso en el que…

    Leer más

  • Una antología reúne todos los poemas, cuadernos, un guion y las canciones de Jim Morrison

    /
    abril 24, 2025
    /

    El libro ha sido editado, según ha explicado Libros del Kultrum, en colaboración con el Estate of Jim Morrison y desarrollado a partir de las directrices que el propio líder de The Doors esbozó en Plan for Book, un documento que se incluye entre las reliquias exhumadas póstumamente de los cuadernos de Morrison. La edición bilingüe de esta antología recopila en un solo volumen la obra del artista en sus diversas vertientes como creador, que hasta ahora estaba dispersa. El volumen se acompaña de una miscelánea de 160 fotografías que incluyen extractos de sus veintiocho cuadernos, escritos todos de su…

    Leer más

  • Escribir desde el margen

    /
    abril 24, 2025
    /

    Una mirada sobre la lengua, la exclusión simbólica y la posibilidad de seguir escribiendo sin permiso. Ni siquiera desde un lugar claro. Algunos lo hacen desde una fisura. Una zona intermedia, sin linaje ni blindaje institucional. Sin la promesa de pertenecer. Sin una ciudad que respalde ni un canon que nombre. Escribir desde el margen no es un acto de heroísmo. Es una consecuencia. A veces biográfica. A veces política. A veces simplemente geográfica. Hay territorios que no son centro de nada. Ni cultural, ni literario, ni simbólico. En sus mapas, el idioma se quiebra, la identidad se difumina y…

    Leer más

  • Un problema que nos compete a todos: Adolescence

    /
    abril 24, 2025
    /

    Ante los quince minutos de fama warholianos que actualmente se disputan desde el formato audiovisual los distintos programas, surgen constantes propuestas perdedoras y victoriosas que normalmente sucumben al pozo del olvido; sólo algunas permanecerán en la memoria de quienes las visionan, por su indiscutible calidad. Una de las series que actualmente está obteniendo gran éxito de público es Adolescence. Creada para Netflix por Jack Thorne y Stephen Graham, está dirigida por Philip Barantini. Un reconocimiento que ha obtenido gracias al boca a boca y no precisamente a la publicidad desplegada, que ha brillado por su ausencia. Sus creadores han tenido…

    Leer más