Top o’the mornin’ (to ya) es un saludo tradicional irlandés que no es tradicional ni es irlandés. Aunque hoy en día es habitual oírlo en la isla se lo inventaron los guías turísticos a principios del siglo XX y fue popularizado por las películas rodadas en Estados Unidos. Lo que ha sucedido con este saludo inventado es muy ilustrativo de lo que ha sucedido en general con lo que percibimos como identidad irlandesa. Lo cuenta con detalle y brillantez Carlos Menéndez Otero en una aproximación al asunto difícil de encontrar en la literatura académica en lengua española.
Que el cine moldea nuestra percepción de las cosas es algo a estas alturas muy asumido. Pero averiguar por qué la cincela en una u otra dirección es siempre interesante. En este sentido, el caso irlandés lo es más, dado que este moldeado no se promueve desde la propia isla sino desde el otro lado del océano. Es el devenir histórico de la comunidad irlandesa en Estados Unidos lo que determina que, a lo largo del siglo XX y también ahora, se haya hecho un cine u otro. Esa es al menos la tesis central de este libro, que analiza para ello la producción surgida entre 1910 y 1970.
Hubo un tiempo, antes de que terminase la primera década de ese siglo, en que los irlandeses eran borrachos, violentos y supersticiosos. Pero eso fue en el teatro, antes de que el cine empezase a proyectar otra imagen. En las primeras películas de ese siglo los irlandeses siguen bebiendo, se siguen peleando y siguen creyendo en explicaciones más allá de lo racional. Pero todos estos atributos son ahora positivos. Ahora los irlandeses beben para afianzar la solidaridad comunal, sus golpes resuelven conflictos enquistados y sus creencias son motivo de esperanza. Este cambio coincide con el inicio del proceso de autoorganización de la comunidad irlandesa americana, una minoría aún marginada pero que comienza a ser influyente.
A esta autoorganización le suceden los intentos de aculturación de la comunidad dominante: los anglosajones protestantes. Estamos ya en los años 20 y en las películas de esa época proliferan los matrimonios mixtos. Y, además, y tal vez más importante para el futuro, lo irlandés empieza a aparecer como quintaesencia de lo americano. Después de todo, se dijeron en un momento de lucidez los WASP, los irlandeses también se levantaron contra el opresor británico en su particular Revolución: la Rebelión de Pascua. A la clase dominante le permite, además, mostrarse como minoría, frente a las crecientemente molestas demandas de las otras y verdaderamente oprimidas minorías. Lo irlandés, lo católico irlandés, será muy útil también cuando en los 30 prenda la amenaza comunista: la solución a los conflictos sociales residirá más bien en amar al prójimo por encima de todas las cosas.
Aunque, para entonces, se consolida un problema: lo de la Irlanda idílica, la imagen sobre la que se levanta la idealización de lo irlandés, ya no cuela. Guerra civil, terrorismo, pobreza. Los irlandeses no tienen remedio, se dice en Hollywood. Ya no son lo que eran. Por eso en los años 30 triunfan melodramas históricos que, como El delator (1935) nos recuerdan que cualquier tiempo pasado fue mejor. Lo más noble de Irlanda ahora anida en el pasado pero, sobre todo, en el barrio, en los barrios irlandeses de las ciudades norteamericanas. Allí se refugian los valores de la solidaridad vecinal, la violencia legítima y la esperanza. La verde Irlanda empieza a aparecer brevemente al principio de las películas. Será, como mucho, y tal y como sucede en El hombre tranquilo (1952), un lugar de renovación espiritual. Y nada más. Todo lo otro, lo sustancial, pero, sobre todo, lo ejemplar, sucede en América, en la América de, por ejemplo, Siguiendo mi camino (1944).
El esquema que consolidan, entre otras, todas estas películas de John Ford, perdurará más o menos hasta nuestros días, convenientemente reactualizado por el interminable conflicto en el Ulster. De 1970 es La hija de Ryan de David Lean, cuya heroína aparece como un trasunto de la inmadura Irlanda que se deja arrastrar por sus pasiones y que, inexorablemente, acaba castigada.
Autor: Carlos Menéndez Otero. Título: Irlanda y los irlandeses en el cine popular (1919-1970). Editorial: Amarante. Venta: Amazon
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