Manuel Andújar (1913-1994) es uno de los nombres imprescindibles de la literatura española de posguerra. Su polifacética obra tienta en todos los géneros no como prueba de versatilidad, que también, sino como exigencia de una escritura de raíz ética y preocupación social que busca en cada caso el molde formal más oportuno para expresar tal designio moral e intelectual. Toda su obra —narrativa larga y breve sobre todo, poesía, teatro y ensayo— puede por ello entenderse como un vasto proyecto de interpretación española. Por eso, hace unos años, cuando preparé una antología general del escritor, publicada por la editorial Fondo de Cultura Económica en 1995, le puse el título englobador Lares y penares. Ese criterio de resaltar la visión totalizadora de la vida hispana contemporánea buscado por Andújar me guió para utilizar esta inspirada etiqueta que juega no sin apesadumbrado cálculo con el nombre que daban los romanos a un par de sus dioses domésticos, los lares y penates.
De “Lares y penares” forma también parte otra novela de la que a Andújar no le gustaba hablar, Junqueras de Carpetonia. La escribió al poco de su regreso a España (está datada en Barcelona, en mayo-agosto de 1967), la presentó sin éxito a un premio literario y la dejó abandonada, sin hacer, que yo sepa, esfuerzos por publicarla. Quedó inédita y ahora la dan a la luz pública Rafael Alarcón y Blas Medina. El olvido inmerecido de Manuel Andújar y la peculiaridad de la novela aconsejaban el trabajo de contextualización dentro de la obra narrativa del autor y pedían el análisis del texto inédito con que ambos estudiosos preceden la edición. Excelente, además de oportuna, es su amplia introducción. E imprescindible, diría, respecto del examen de la novela rescatada. Digámoslo sin cautelas: Junqueras de Carpetonia es una fábula difícil. El trabajo de Alarcón y Medina facilita la lectura. Su prólogo desvela la complejidad constructiva y las peculiaridades retóricas y esclarece algo básico, la propia trama anecdótica, pues sirve como faro para la labor de montar con un mínimo de seguridad el puzle de noticias y sucesos que va dispersando el autor en un laberíntico juego de tiempos y de voces.
También corre por cuenta de Alarcón y Medina el aparato de notas complementarias del texto. Las explicativas de contenidos resultan oportunas y constituyen una nueva ayuda para entender mejor la obra y sus veladas referencias. No ocurre, en cambio, lo mismo con las que constatan las abundantes variaciones y correcciones de sus dos mecanoscritos. Suponen un obstáculo para la lectura seguida del libro. No es para despreciar ni silenciar esta paciente y valiosa labor ecdótica. Provechosa solo para el mundillo profesoral, tendrían los editores que haber buscado, sin embargo, un modo de presentarla sin que interrumpa el progreso del relato.
Junqueras de Carpetonia es la historia de un lugar. De Junqueras, un imaginario y simbólico pueblo emplazado en las cercanías de Cuenca que pertenece a un país real, Carpetonia, nombre también simbólico derivado del que recibió la región central de la península habitada en la antigüedad por los carpetos. Si Andújar mostró un certero instinto en rotular sus libros con expresiva y sugerente concisión (recordemos: “Vísperas”, Cristal herido, Historias de una historia…) no puede decirse lo mismo en este caso. El título solo sugiere un algo enigmático que el lector deberá esclarecer. Y no resulta sencillo. Solo transcurrido un buen trecho de la anécdota se percibe con claridad su contenido. Se trata de la historia de Junqueras a lo largo de un tiempo bastante dilatado.
Un primer recorte cronológico se remonta al siglo XVI, en el momento de la revolución comunera. El siguiente se emplaza de manera tan flexible como imprecisa hacia los años veinte y lustros inmediatos posteriores de la pasada centuria. El tercero se corresponde con la dictadura franquista y con la propia circunstancia de la escritura de la novela (figura una mención explícita a 1967). Estas recortaduras temporales se vinculan mediante sucesos distantes pero vinculados que permiten una continuidad en la evolución histórica. Un comunero vencido en Villalar, Marcos de Junqueras, logra huir a América. Aquí establece, en agradecimiento por su salvación, una manda en honor de la Virgen del Milagro de su pueblo. El legado lo cumplirá, unos cuatrocientos años después, su descendiente Rubén Junquero, quien encargará la talla de la imagen que será honrada en Junqueras al escultor David Gubia. Cerca de medio siglo más tarde se encadenan una serie de peripecias que muestran el laberíntico desenlace de aquella remota promesa.
Las tres instancias temporales comportan específicas significaciones, no son tajos aleatorios. La época primera supone un momento idealista y avant la lettre de esperanzas democráticas: los años de comienzos de siglo, el desvelamiento de los males de la patria, dicho con fórmula regeneracionista no ajena al sentir de Andújar. Se palpan aquí los modos de la intolerancia, enemiga de la modernidad. La tercera secuencia, ya en plena larga dictadura, resulta el corolario natural de lo anterior. Supone el triunfo rampante de la corrupción franquista, de los políticos sumisos al poder, de la gente servil, de la Iglesia ultramontana, de los nuevos aires que deterioran ciertas esencias y de las novísimas tendencias económicas que acabarán con una sociedad más equilibrada y justa.
El trazado histórico general de la novela, de Villalar, 1521, al presente de la escritura, 1967, tiene la carga de una enorme parábola con un desenlace pesimista, desencantado y sin ningún horizonte de esperanza. Por eso una novela muy tendente a la abstracción se llena, con ocasión de llegar al tiempo actual, de datos concretos y premonitorios. Ahí deja Andújar testimonio del turismo ya pujante mientras Junqueras languidece en una falta absoluta de fibra moral. Y deja un todavía más incisivo testimonio con la profética especulación inmobiliaria, que acabará con el paisaje milenario del pueblo. Sin apenas forzar la analogía, Andújar adelantó con este crematorio rural el Crematorio levantino de Rafael Chirbes.
Junqueras de Carpetonia encabeza, en el orden de la escritura, la tendencia abstracta, la complejidad formal y el barroquismo expresivo que marcaron la prosa de Manuel Andújar a partir de su retorno del exilio. Estos fueron los rasgos estilísticos sobre los que, desde entonces, levantó su amarga reflexión moral acerca de los españoles. Por ello era debido el rescate de esta narración parabólica que amplía su proyecto literario global y muestra la firmeza insobornable con que lo llevó a cabo.
—————————————
Autor: Manuel Andújar. Título: Junqueras de Carpetonia. Editorial: Renacimiento. Venta: Todostuslibros
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: