Tras casi tres meses de parón, algunos libreros de la Cuesta de Moyano, un rincón literario de Madrid con cien años de historia, han vuelto a atender al público con la intención de superar la crisis del coronavirus, pero piden ayuda para afrontar una «cuesta» que llevan arrastrando demasiado tiempo.
La mayoría de los 30 puestos de madera siguen cerrados. Apenas se ven paseantes en esta calle de doscientos metros, antes llena de libros y de vida de la gente que acudía al cercano parque de El Retiro o a los museos aledaños, el Prado, el Reina Sofía y el Thyssen.
Carolina Méndez, actual presidenta de los libreros de Moyano, regenta la caseta 30. Pertenece a la tercera generación de una familia que ha vivido entre tomos de libros. Dice que este trabajo es su vida y espera que lo siga siendo, pero para ello necesita ayuda.
El Gobierno central permitió el lunes 18 de marzo algunas medidas de alivio dentro de la fase 0 en la Comunidad de Madrid como la apertura de los comercios menores de 400 metros cuadrados sin cita previa, por lo que estos libreros podían volver a abrir sus puestos.
«No habré vendido más del total de 50 euros», señala Méndez.
Muchos de estos libreros son de los de «a la antigua usanza»: no han digitalizado su catálogo, no tienen página web ni venden por internet. Asumen esta brecha digital y que deben «dar pasos para solucionarlo», señala Francisco Gomis, jubilado de la industria del petróleo que está desde 2014 al frente de la caseta 28, heredada de su padre.
Su librería destaca por tener una cuidada selección de libros con una antigüedad superior a los cincuenta años.
«La gente no sabe que estamos abiertos. Algunos ni tan siquiera saben que existimos. Cuando era la Feria del Libro nos preguntaban que nosotros cuándo cerramos. ¡Pero, por Dios, si llevamos aquí toda la vida!», se lamenta Fernando Plaza, quien lleva más de cuarenta años regentando la caseta número 6, La Clásica.
Ni la Guerra Civil ni los atentados del 11-M lograron cerrar este rincón literario. Cien años de historia en los que el estado de alarma ha sido el periodo de tiempo más largo con las casetas clausuradas, pero los libreros vuelven con ganas de seguir adelante y mirar al futuro.
«Vivimos en la era de lo digital y de las prisas. Queremos reivindicar el papel histórico de la Cuesta de Moyano en la literatura de Madrid y de la sensación de calma de elegir un libro mientras se pasea. Todo eso es Moyano», cuenta Lara Sánchez, impulsora de la asociación de amigos de la Feria de Libros de Moyano y nieta de José Antonio Fernández Berchi, un histórico librero fallecido en 2010.
La Junta Directiva de libreros de Moyano y la plataforma ciudadana Soy de la Cuesta han presentando al área de Cultura del Ayuntamiento de Madrid y a la Dirección General de Comercio la iniciativa ‘Madrid sube a la cuesta’ para impulsar este enclave literario.
Encuentros culturales y talleres a través de internet o en persona (cuando la situación lo permita), y un mapa con Moyano como «kilómetro cero de la lectura» son algunas de las propuestas.
La supervivencia de estos libreros se ve mellada por el canon que deben pagar por las casetas, que ronda entre los 5.000 y 18.000 euros al año, unos precios que la Junta directiva pide ajustar «a la realidad de las ventas actuales».
Fuentes del área de Cultura del Ayuntamiento de Madrid han señalado a Efe que están estudiando «reducir» este canon y pretenden «ir de la mano» en las iniciativas para revitalizar la Cuesta de Moyano.
Aseguran que son «conscientes del azote económico» que han sufrido estos negocios, por lo que están ultimando una campaña publicitaria de promoción de las librerías que será difundida por diversos canales para animar a los madrileños a volver a ellas.
Mientras tanto, la Cuesta de Moyano vuelve a desempolvar ejemplares de otras épocas, como poemarios de la Generación del 27, que pueden ser un respiro cultural en esta época de incertidumbre.
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