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Los lunes en Titán, de Óscar Montoya

Los lunes en Titán, de Óscar Montoya

Aquí dentro, encerrado en el cuarto de baño del trabajo, sigo sin asimilar que es lunes. Sentado en el váter, recuerdo mis sueños infantiles: «¿Qué quieres ser de mayor?», me decían mis padres, mis tíos, todo el mundo. «Científico de la NASA», respondía yo, feliz y orgulloso. Pero el tiempo ha pasado y los sueños son solo eso, libélulas vagas, homenajes al candor. Cuarenta y pico años después de aquella sentencia, pertenezco a la más baja casta de currantes de mi oficina: un administrativo rutinario y gris que debe darse con un canto en los dientes por conservar su empleo; un tipo que se duerme en el trabajo y se encierra en el baño para cagar o hacer que caga mientras hojea Instagram o la novela negra de moda; un don nadie habituado a estirar tanto los quince minutos del desayuno que hasta el de la cafetería se siente obligado a darle el toque. Joder. Yo estaba destinado a hacer grandes cosas, a escribir siquiera una triste letra en el manoseado libro de la vida. ¿Quién no ha escuchado alguna vez esa voz que surge del corazón (si procede de la cabeza, malo), esa llamada a considerarnos únicos? ¿Quién no se ha sentido identificado al leer los primeros versos de La Satrapía, de Cavafis, esos que dicen: “Ay, qué desgracia, que estando tú hecho / para obras hermosas e importantes / la injusta suerte tuya tenga siempre / que negarte la osadía y el éxito”? Reacio a la posibilidad de un más allá, he volcado todas mis energías en esta vida. Nacimiento sin fórceps, el mejor de la guardería, notable en el colegio, regular en el instituto, discreto en la carrera (Derecho), máster sacacuartos, idiomas, friegaplatos en Inglaterra, prácticas no remuneradas a mi regreso, ninguneo de jefes y cuadros medios… Todo esto, carajo, ¿para qué? De nada ha servido. Hasta aquí llega el lamento de la fotocopiadora. Y el silencio lunar (de lunes, claro) de mis dormidos compañeros. Científico de la NASA, decía aquel niño. ¡Ja! Me limpio el culo y tiro de la cadena. Gases, metano, imposibilidad de vida. Al menos, en este reducido espacio he conseguido recrear la atmósfera de Titán, el mayor satélite de Saturno.

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Patricia
Patricia
1 año hace

Me encantó la analogía entre la realidad y los sueños escondidos en el subconsciente del alma más que de la mente. Ese lugar donde permanece intacta la esencia de quien se anhela ser. Patmonte