Inicio > Poesía > Los mejores poemas de Antonio Machado

Los mejores poemas de Antonio Machado

Antonio Machado

Su legado es inmenso. Sus versos siguen mostrando el camino tantos años después. A continuación puedes disfrutar una selección de los mejores poemas de Antonio machado.

1.- Orillas del Duero

Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.
Girando en torno a la torre y al caserón solitario,
ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno,
de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.
Es una tibia mañana.
El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.

Pasados los verdes pinos,
casi azules, primavera
se ve brotar en los finos
chopos de la carretera
y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.
El campo parece, más que joven, adolescente.

Entre las hierbas, alguna humilde flor ha nacido,
azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,
y mística primavera!

¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,
espuma de la montaña
ante la azul lejanía;
sol del día, claro día!
¡Hermosa tierra de España!

2.- Anoche cuando dormía

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.

Di, ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
de donde nunca bebí?

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;

y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas
blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.

Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.

3.- Retrato

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—;
mas recibí la flecha que me asignò Cupido
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñò el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansiòn que habitò,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje
y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

4.- Preludio

Mientras la sombra pasa de un santo amor, hoy quiero
poner un dulce salmo sobre mi viejo atril.
Acordaré las notas del òrgano severo
al suspirar fragante del pífano de abril.

Madurarán su aroma las pomas otoñales;
la mirra y el incienso salmodiarán su olor;
exhalarán su fresco perfume los rosales,
bajo la paz en sombra del tibio huerto en flor.

Al grave acorde lento de música y aroma,
la sola y vieja y noble razòn de mi rezar
levantará su vuelo süave de paloma,
y la palabra blanca se elevará al altar.

5.- La saeta

Dijo una voz popular:
«Quién me presta una escalera
para subir al madero
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?»

Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos
siempre con sangre en las manos
siempre por desenclavar.
Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz.

Cantar de la tierra mía
que echa flores
al Jesús de la agonía
y es la fe de mis mayores
!Oh, no eres tú mi cantar
no puedo cantar, ni quiero
a este Jesús del madero
sino al que anduvo en la mar!

4.3/5 (380 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

9 Comentarios
Antiguos
Recientes Más votados
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
JESUS
JESUS
2 años hace

VIVA LA MADRE QUE LO PARIO

Eduardo Gutiérrez
Eduardo Gutiérrez
1 año hace

¡Caramba! Nada me gustaría más que ser un robot porque así, no lloraría al leer RETRATO de Antonio Machado.

bichito siu siu
bichito siu siu
10 meses hace
Responder a  Eduardo Gutiérrez

igual eres un robot , no te veo llorrar

Juana
1 año hace

Oye caminante no hay camino es un romance

bichito siu siu
bichito siu siu
10 meses hace
Responder a  Juana

el mejor poema es caminante no hay camino verdad

Gustyavo
Gustyavo
1 año hace

Me gusta mucho pero seguro que a Antonio le gustaba mucho su tío.

Aquella noche mientras dormía,
Vino mi tío, sobrio de la droguería
Me metió todo la pollería
Con la rapidez de una buena infantería,
Porque lo único que sentía
Era el placer con la que me la metía.

Estaba agotado de tantos asaltos
Y de pelársela a negros altos
Cada vez que tropezábamos con un basalto
Se la metía por abajo
Hasta quedar de SIDA infectado.

Última edición 1 año hace por Gustyavo
Negro alto
Negro alto
1 año hace
Responder a  Gustyavo

oye publicalo por mas sitios que despues de 500 años se hara famoso

CARMEN SALVÀ
CARMEN SALVÀ
7 meses hace

GRACIAS, ANTONIO, POR TU MAGIA, POR TU UNIÓN CON LA VIDA.

Naia
Naia
6 meses hace

Antonio Machado era una verdadera MAAAAAADREEE!!