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Los milagros prohibidos, de Alexis Ravelo

Los milagros prohibidos, de Alexis Ravelo

¿Otra maldita novela sobre la Guerra Civil? Pues sí y no. ¿Cómo? Alexis Ravelo ha realizado en Los milagros prohibidos (Siruela) un ejercicio literario de complicada culminación. Articulada en torno a una historia de amor y a una persecución de un hombre vil a otro decente (con aroma a El duelo y homenajes a Tiro de gracia, dos de los miles de libros que lleva este letraherido en la mochila), la historia cuenta los sucesos desencadenados a raíz del 18 de julio de 1936 y la Semana Roja que le siguió en La Palma. Unos acontecimientos poco conocidos y que Ravelo nos relata a través de la acción y con la ayuda de seis capítulos testimoniales insertados entre la narración. Pero lo hace sin didactismos, sin párrafos wikipedia, sin rastro burdo de los cuatro años de documentación.

Tampoco es una novela en la que se vea la fuerte carga ideológica con la que Ravelo afronta la vida y la literatura. No es una obra maniquea, no. Está poblada de claroscuros, de representantes de la tercera España, que pasan por ser los mejores personajes.

"Paradójicamente, en La Palma los alzados fueron los protagonistas de la Semana Roja, en la que la República defendió la legalidad y no se mató a nadie."

Agustín es un profesor granadino que se esconde en el monte porque fue un entusiasta defensor de la legalidad en los días posteriores al golpe de los nacionales. Intelectual ajeno a la acción, Agustín sufre, tiene miedo, echa de menos a Emilia, su mujer, una burguesa de familia liberal que le espera en casa. Floro el Hurón es un falangista enamorado de siempre de Emilia, que le ignora. Un indeseable bastante perdido que ve en la guerra una posibilidad de vengarse de todo y sale a la caza de Agustín. En medio, el sargento Vidal, un Guardia Civil cabal que trata de respetar también a los enemigos. Un tipo decente que sirve a la autoridad nacional porque ha caído en ese lado, pero que respeta la vida. También está doña Rosita, madre del Hurón, al que trata de usted cuando le mete en vereda por sus desmanes:

—Yo soy un caballero, madre…- intentó protestar Floro.

—Rosita se puso en jarras y lo trató de usted:

—Cállese, zarandajo. Un caballero no se junta con gentuza como el Manoabierta ese. Ni se dedica a ir por ahí con una pandilla de matones buscándoles la ruina a los vecinos suyos, a los mismos que jugaban con usted en el recreo.

—¿Qué culpa tengo yo, madre, de que ellos se hayan ido por el mal camino?

—¿El mal camino? ¿El mal camino? El mal camino lo llevas tú, Floro. El hijo de mi comadre, Carmela, ¿qué hizo de malo? O Dieguito el Herrero, que hizo las rejas de esta misma ventana y nos cobró de a poquito porque sabía que no podíamos pagar de una vez ¿qué mal camino tomó?

—Estaban con los alzados, madre.

—No: los que se alzaron son los militares. Y ustedes, que no tienen maldita vergüenza.

Paradójicamente, en La Palma los alzados fueron los protagonistas de la Semana Roja, en la que la República defendió la legalidad y no se mató a nadie. “Eso ha sido asimilado así por todo el mundo por allí”, me comentaba la semana pasada el autor. La posverdad en acción hace 80 años.

“Los hombres hacen la historia, las mujeres la sufrimos”, le dice Emilia a Agustín en una carta. “Claro que hubiese querido hacer un personaje femenino más decisivo”, me contaba Ravelo en esa misma conversación, “pero para mí la verosimilitud en la novela lo es todo y no habría sido verosímil”. En efecto, Los milagros prohibidos es una historia de hombres que se odian, se persiguen y se matan, pero también de hombres que se resisten, que sueñan, que luchan por mantener la esperanza. En la novela se ve cómo Agustín se transforma, resiste —“lo que los modernos llaman resiliencia”, comenta el autor con sorna— como empujado por el miedo, acepta la violencia en su vida, se endurece, pierde la esperanza.

"Tras La otra vida de Ned Blackbird, Alexis Ravelo continúa transitando con acierto los caminos ajenos al género negro que le hizo conocido."

La historia tiene otros personajes, agazapados pero esenciales. El primero, la isla de La Palma, ese lugar magnífico que se ha convertido en una ratonera para Agustín y sus compañeros. Después, Juan el Malhablado, un obrero comunista que acompaña al protagonista en su huida y con el que tiene grandes conversaciones. Eso sí, uno intuye que en otra latitud, en otra época, Juan habría mandado al maestro al gulag. También están esos señores de bien a los que no les importa la política pero que piden a sus amigos que se preparen para la poda que está por venir. Y las familias de los llamados alzados, que sufren la socialización de las represalias y el odio de sus vecinos.

Tras La otra vida de Ned Blackbird, Alexis Ravelo continúa transitando con acierto los caminos ajenos al género negro que le hizo conocido. “Siempre trabajo con varios finales. Lo importante es mantener la narración en alto, que no caiga al final”, asegura el autor cuando se le pregunta por esa carga de justicia poética con la que remata un libro dedicado a los que se negaron a olvidar. Un pequeño regalo lleno de matices en un mundo de blancos y negros.

Autor: Alexis Ravelo. Título: Los milagros prohibidos. Editorial: Siruela. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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