Ilustración: Aitana Castaño y Alfonso Zapico
Hay muchas maneras de empezar a contar qué es Los niños de humo. Pero todas conducirían a un mismo destino: la Memoria. Esta vez se trata de la memoria sentimental de los dos autores de esta belleza de libro publicado por Jorge Salvador en su editorial Pez de Plata: Aitana Castaño, langreana de 1980, con una interesante trayectoria periodística, narradora en este libro de pequeñas historias que conforman una historia común con la del ilustrador, Alfonso Zapico, un año más joven y también nacido en la cuenca minera. Una memoria que coincide con mi historia personal como niño de humo en el Langreo fabril de los años 50, 60 y 70 del siglo pasado.
Me gustaría que este libro emocionara también a los lectores de Madrid, de Sevilla o de Valencia, aunque no hayan sentido, como los lectores de Asturias, la intensa y peculiar vida en una zona eminentemente minera. Pero yo estoy seguro de que esos lectores leerán este libro con parecida emoción, porque sus historias, que Aitana Castaño va hilando con mano maestra a lo largo de sus páginas, son las mismas que las que nos emocionaron leyendo las de Macondo, las de la albufera valenciana o las de cualquier otro territorio legendario de la literatura universal. Porque en el fondo son narraciones que se entretejen en el corazón y se envuelven con la magia de la palabra, y en el caso de estos niños, también con el trazo poderoso y auténtico de Zapico.
Cuántos recuerdos me trae a mí este libro. Naturalmente yo soy un niño de humo por haber vivido en Langreo, como lo fueron también los de Mieres y los de Avilés (estos tiznados con la lluvia de hollín de las fábricas). “Cuando los niños de las cuencas mineras”, escribe Aitana Castaño, “salían de su pueblo no tenía que decir de dónde eran. Todo el mundo lo sabía. ¿Por qué? Su ropa olía a humo de las locomotoras, de las chimeneas…”.
En mi infancia, los domingos de verano solíamos coger el tren Langreo-Gijón, cuyo trayecto, de unos veinte kilometros, duraba más de dos horas debido a una zona de media montaña que llamaban El Plano, y que no era otra que varios kilómetros de un plano… inclinado, que aquel trenecillo de madera tenía que subir, renqueante. Y allí íbamos, en un convoy tirado por una máquina de vapor y pasando de estación en estación igual a lo que dibuja Zapico.
Aitana Castaño tira de la memoria sentimental de lo vivido y lo contado. Y lo ha asimilado, amado, respetado, y ha contado con veracidad y honradez. Y con orgullo.
La historia del comandante Saito, a propósito de la película El puente sobre el río Kwai, me trajo el recuerdo de cuando la vi de niño, hacia el 59, porque a mitad de la cinta se fue la luz y tuvimos que estar más de media hora a oscuras antes de que continuara. Mis recuerdos son también los de ellos: la cuenca marca la vida de sus habitantes, porque no se pueden olvidar los accidentes mineros, las muertes, los entierros, el llanto, los bares, el olor, el color… Aitana Castaño va hilando los relatos de una forma de vida que es la del mundo de la minería, con sus desgracias, su lucha por mejorar las condiciones laborales, su humor… todo un microuniverso que Castaño y Zapico reconstruyen con sensibilidad y dominio del relato.
Autores: Aitana Castaño y Alfonso Zapico. Título: Los niños de humo. Editorial: Pez de Plata. Venta: Amazon
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