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Los olvidados del exilio

Para paliar las precarias condiciones de vida de los exiliados, a partir de 1983 un grupo de personas crearon la Asociación de Amigos de Antiguos Refugiados Españoles (AARE) para enviarles alimentos, ropa o medicinas y ofrecerles un vínculo que les uniera a su patria. Este libro recoge las cartas de los últimos exiliados, que la autora cuenta en la introducción.

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La historia de las cartas que se publican en este libro comienza con la fundación de la asociación de Amigos de los Antiguos Refugiados Españoles, a partir de ahora, AARE; un precioso testimonio de compromiso, responsabilidad, empatía, solidaridad. Y ejemplo de cómo un muy pequeño grupo de personas puede hacer algo muy grande. AARE nació en 1983 porque había cientos de compatriotas, ancianos exiliados en el sur de Francia desde los primeros meses del año 1939, a los que había que ayudar a vivir dignamente. O, simplemente, a vivir. Necesitaban calor; el de un abrazo que significa «no os hemos olvidado», y el de la calefacción de casa, el de un jersey de lana, el de una olla en el fuego. Las condiciones de vida de un grupo de más de quinientos antiguos refugiados que habían tenido que abandonar su patria por apoyar la noble causa de la defensa de la República y porque querían que su país fuera mejor son difícilmente explicables y comprensibles en la España de principios de los ochenta, con un Partido Socialista Obrero Español gobernando con la más amplia de las mayorías que ha conocido nuestra democracia. Alguien se arrugó más de la cuenta y decidió que las instituciones públicas no dieran la cara por estas mujeres y hombres, cuyas vidas se habían parado en 1939. Muertos en vida. Lo dicen ellas y ellos en las cartas que se publican en este libro, dirigidas a los representantes de AARE. Se constata leyéndolas. Cartas escritas en los años ochenta, noventa y más. Décadas y más décadas de injusticia y sufrimiento, en las que se fueron apagando sus vidas sin que casi nadie lo supiera o se diera cuenta. Más nombres para añadir a la larga y negra lista de víctimas a las que el franquismo logró invisibilizar con su potente, sádica, cruel y eficaz maquinaria para destrozar la historia.

Es realmente importante que se conozca, se reconozca y se nombre a las olvidadas y a los olvidados del exilio. Es importante que se lean las cartas que se publican en este libro, porque supondrá avanzar en las tres ideas que desde hace años se reivindican desde los movimientos para la recuperación de la memoria democrática: verdad, justicia, reparación. Cartas duras, tristes y desgarradoras, escritas por las perdedoras y los perdedores, por españolas y españoles que, en los esperanzadores años de la transición, envejecen ausentes y lejos de su tierra, que sobreviven con pensiones mínimas o sin ellas, muchos mutilados, enfermos y muy solos. Tenemos una deuda con nuestra historia, y, sobre todo, con las mujeres y hombres a quienes se expulsó de nuestro pasado. Quiero agradecer a la editorial Reino de Cordelia y a su director, Jesús Egido, este libro y el interés mostrado desde el primer momento por publicarlo.

Es importante también este libro para que se conozca la historia de AARE que, como decía al principio, es una asociación que se crea para dar apoyo moral y económico a más de quinientos exiliados que vivieron en el sur de Francia hasta el final de sus días. En realidad, AARE fueron tres personas, su presidente, Juan José Linz, un imprescindible sociólogo, profesor de ciencia política en Yale, con reconocimiento en todo el mundo, para quien aare estuvo siempre al lado de sus innumerables compromisos. Junto a Linz, estaban Rocío de Terán y Ritama Fernández; a base de entusiasmo y compromiso, lograron aglutinar a buen número de colaboradores, muchos de ellos intelectuales, pero también empresarios o políticos; con ellos y con las subvenciones del Ministerio de Asuntos Sociales (excepto cuando gobernaba el Partido Popular), AARE pudo atender a estos ya ancianos republicanos, la mayoría de ellos, anarquistas, a lo largo de cuatro décadas.

Para hablar de los inicios deAARE, hay que remontarse a los años cincuenta y a Estados Unidos. Resulta llamativo que la primera asociación que se crea en España para apoyar a los exilados republicanos, AARE, tuviera su origen en el país norteamericano. En 1953, la célebre anarquista Nancy Mcdonald, junto a su marido, el conocido intelectual Dwight Mcdonald, fundan Spanish Refugee Aid (SRA), un fondo de ayuda para expatriados españoles que llegó a recaudar cuatro millones de dólares en tres décadas, utilizando como reclamo grandes nombres de la cultura que exhibían públicamente su compromiso con la causa republicana y su repulsa a la dictadura franquista. Nombres como Pau y Marta Casals, Alexander Calder, Noam Chomsky, Erich Fromm, Juan Marichal, Mary McCarthy, Francisco García Lorca, Ramón J. Sender, José Luis Sert, Barbara Probst Solomon, Charles Zimmerman, Juan J. Linz, Esteban Vicente, Hannah Arendt, Jesús de Galíndez, Robert Lowell, Norman Thomas y una larga lista más hicieron posible la labor de SRA. A finales de los setenta, tras la muerte del dictador y en vista de que la democracia se consolidaba en España, Nancy Mcdonald considera llegado el momento en que los españoles se responsabilicen de sus compatriotas expatriados. Así se expresaba en el diario El País, en junio de 1978:

«El Gobierno español no ha tomado medidas para acoger a estas personas, y la mayor parte son mutilados de guerra o enfermos que rondan los setenta años. Por otro lado, también hay refugiados que no quieren volver, porque están demasiado enfermos o no tienen familia en España, en algunos casos exterminada en la represión de la posguerra. ¿Qué harían estos viejos si el Gobierno francés decidiera retirarles esa pensión extraordinaria y el Comité de Ayuda al Refugiado desapareciera? ¿No deben nada los demócratas españoles a este grupo de compatriotas abandonados en Francia? Es un problema humano del que deben hacerse cargo los españoles. Nosotros, norteamericanos, alemanes, suecos, belgas, les hemos ayudado durante estos últimos veintiséis años. Ahora que la situación en España se ha normalizado, la sociedad española debe reconocer por qué estuvieron fuera estos refugiados y adoptar las medidas necesarias para permitirles vivir tranquilamente los últimos años de su vida».

A principios de los años ochenta, Nancy Mcdonald, que desde hace años conoce y tiene mucha relación con Juan J. Linz, organiza un pequeño grupo de su confianza para preparar el relevo. Está claro que elige a sus miembros con intención e intuición: Carmen Aldecoa, Laura de los Ríos, Juan J. Linz, Rocío de Terán y Ritama Fernández Troyano; todos tienen relación con el exilio republicano, bien por cercanía familiar, bien por haber sido exiliados, y todos cuentan con contactos dentro de la política, la empresa o la cultura, que van a facilitar decisivamente la puesta en marcha del primer intento de ayuda al exilio desde España. En esos momentos, tan necesario resultaba concienciar como recaudar.

Las primeras reuniones se celebraron en el domicilio de Carmen Aldecoa, en Madrid. En alguna de ellas, surgió el nombre que llevaría la asociación, Amigos de los Antiguos Refugiados Españoles, nombre que le debemos a Laura de los Ríos, quien, lamentablemente, no llegó a ver AARE funcionando. Además, en aquellos primeros encuentros, se fue perfilando cómo sería la actividad de AARE. Se decidió que Juan J. Linz fuera el presidente, que Rocío de Terán fuera la secretaria y Ritama Fernández Troyano, la tesorera. Y se elaboró esmeradamente un listado de personas, cuyos nombres fueran un respaldo para una asociación que tenía que hacer frente a las rémoras de un pasado bastante cercano aún, para poder arrancar. Estos son algunos de los nombres de aquella primera lista: Justino de Azcárate, María Luisa Díaz Canedo, Carlos Fernández Casado, Isabel García Lorca, Antonio Garrigues Walker, Francisco Giner, Eugenio Granel, Víctor Hurtado, Pedro Laín Entralgo, José Lladó, Emilia de Madariaga, Gregorio Marañón, Juan Marichal, Enrique Miret Magdalena, Soledad Ortega, Vicente Piniés, José Prat, Joaquín Ruiz Giménez, Joaquín Satrústegui, Manuel Terán, José Juan Toharia o Manuel Vidal Beneyto.

Para planificar la actividad de la asociación, AARE comenzó elaborando una base de datos de ancianos republicanos en el sur de Francia a los que había que apoyar; y también unos cuestionarios en los que constaran sus principales carencias y demandas. Desde el primer momento también, el funcionamiento de AARE consistió en un permanente contacto con los exilados, contacto que llevaban a cabo de manera presencial las dos responsables de AARE en Toulouse, María Batet y Antoinette Caparros, quienes visitaban periódicamente a las familias en sus domicilios o en las residencias en las que vivían, para elaborar informes en los que se detallaba la situación económica, familiar o sanitaria de cada persona. Pero, además, el contacto con los antiguos refugiados también se llevó a cabo a través de las cartas dirigidas a los responsables de AARE y que son fruto de una amistad muy especial a lo largo de muchos años.

Poner algo de alegría en vidas tan torturadas fue otro de los propósitos de AARE. Un buen ejemplo podrían ser los paquetes que se les enviaba cada Navidad, con turrones, dulces. Muchas de las cartas de este libro comienzan expresando la alegría que suponía recibir estos detalles: «Todavía hay gente que se acuerda de nosotros». En primavera, recibían un buen libro con fotos de ciudades y paisajes de su país. A muchos les cambió la vida en los viajes a España, organizados por aare y en una ocasión también junto a Cruz Roja y Solidaridad Democrática; en los que recorrieron varias ciudades donde fueron recibidos y homenajeados por autoridades y vecinos.

Pero el día a día de los antiguos refugiados españoles no era alegre ni feliz. Estremece leer los informes en los que tan bien ha quedado reflejada la dura y triste vida de estos ancianos que pedían carbón para los duros inviernos, alimentos, sábanas, ropa o unas gafas. Aún más estremecedor resulta leer sus cartas, escritas en lo que podría ser la única hoja de papel que han encontrado, con trazos que son los de una mano temblorosa, faltas de ortografía y un lenguaje que empieza a confundirse mucho con el francés. Son cartas en las que, a lo largo de los casi treinta años que duró la actividad de esta asociación, hay palabras que se han repetido constantemente: soledad, olvido, patriotas.

«Tenemos necesidad de un poco de todo, y puede ser que dentro de unas semanas o meses ya no tengamos necesidad de nada. La soledad es lo peor». [f.b. 198¿?]

«Agradezco con toda mi alma que no nos hayan olvidado en esa fecha tan triste para nosotros, cuando perdimos nuestra querida patria para siempre». [r.s., junio, 1989]

«Veo que a pesar de los años no nos han olvidado aquellos que tienen la dicha de pisar tierra española y que yo, enfermo, no podré ver más» [f.m., diciembre 1985]

Les preocupa su penosa situación, las dificultades del día a día, su cada vez más precaria salud. Hablan de recuerdos de la guerra, de la retirada y de la llegada a Francia; no son pocos los que protestan por la injusticia que comete con ellos el gobierno de su país, que ni entiende ni atiende ni resuelve reclamaciones de pensiones o indemnizaciones por años de cárcel o trabajos forzados.

«Referente a la tan vapuleada indemnización por tiempos de cárcel cumplidos por la guerra, te diré con dolor que después de tantos trámites y vueltas, recibí con sorpresa la notificación de que se desestima mi solicitud. […]. No tengo palabras para condenar este proceder, pero me resigno pensando que: “es una más de las innumerables injusticias que recibí en esta desgraciada vida que me tocó transitar”». [g.b., diciembre, 1992]

Este libro se ha organizado por capítulos que tienen en cuenta estas cuestiones, lo que más les preocupaba, lo que más se repite en sus cartas. Olvido, soledad, las dificultades del día a día, sus recuerdos del pasado y sus protestas por el trato que reciben en el presente. Algunas de estas cartas se publicaron en la revista ctxt.es, hace dos años, en una serie de reportajes, bajo el título «Exiliados en Transición».

Hemos incluido también un relato sobre la retirada, la llegada a Francia, la reclusión en el campo de Argelès y los primeros años de exilio, escrito por Rosa Laviña, una de las antiguas refugiadas vinculadas a AARE que mantuvo una estrecha relación con sus tres responsables. Su relato representa un magnífico ejemplo de la injusticia cometida con los exiliados, pero sobre todo, con el exilio de las mujeres; hacemos un homenaje, así, a las miles de mujeres exiliadas, cuya labor importantísima ha pasado inadvertida hasta hace poco. Rosa Laviña había nacido en Palafrugell, fue militante de la CNT y cruzó los Pirineos con su familia siendo joven y muy consciente de lo que le estaba tocando vivir. En Francia siguió fiel a la República desde el anarquismo que nunca abandonó. Dejó por escrito muchos episodios de su vida, porque para ella era un deber dar a conocer lo que se vivó en la retirada y en el exilio, la vida tan dura que hubo que aprender a sobrellevar desde 1939. «Cada uno de nosotros tendríamos que escribir lo que hemos vivido en el exilio para dejar plasmado para siempre en el papel las injusticias que se han hecho con todos nosotros, los refugiados españoles», dejó por escrito. Y también: «Recuerdo lo que decía mi amiga Federica Montseny, que, si cada uno de los refugiados escribiera lo que hemos vivido, podría alzarse un gran monumento. Yo no necesito ningún monumento, pero sí dejo mi testimonio en todas las ocasiones que se presentan».

Por último, añadir que es una muy buena noticia que el archivo de aare forme parte de los fondos del Instituto Cervantes. En enero de 2020, se hizo la entrega de los archivos de aare al Instituto Cervantes, con la intención de que queden depositados en su sede de Toulouse y que la memoria de aquellos buenos patriotas quede en manos de investigadores y de los que quieran colaborar en la noble tarea de reconstruir nuestra memoria democrática.

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Autora: Ritama Muñoz-Rojas. Título: Los olvidados del exilio: Cartas de los últimos exiliados españoles. Editorial: Reino de Cordelia. Venta: Todos tus libros.

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