Dice Machado: “Caminante, no hay camino: se hace camino al andar”.
¿Cómo se escribe un libro sobre paseos? Paseando. En realidad, una de las particularidades de mi libro La ciudad infinita: Crónicas de exploración urbana, al contrario que otros ensayos o novelas, es que el texto es su propia tramoya, lo que se cuenta es el propio making of. A este libro se le ven los andamios.
Otra particularidad es la del género literario del paseo, que no sé si es un género literario, pero que tiene su interés: es muy gustoso escribir paseos porque un paseo escrito es un cajón de sastre donde cabe de todo. Como sabían los antiguos místicos judíos, la memoria reside en el espacio, así que caminando por la ciudad es inevitable verse asediado por los propios recuerdos, de ahí que en mis paseos haya mucha anécdota autobiográfica. Pero no solo la memoria propia, sino la memoria del mundo, de modo que en los paseos también se ve reflejada prolijamente la historia de la ciudad. Y no solo la historia, también la actualidad en cuestiones de política, urbanismo, sociología o medio ambiente. Todo ello se puede unir a las mil y una anécdotas que le suceden a uno cuando pasea sistemáticamente por todas las esquinas de Madrid. Ese cóctel bien agitado, ese monstruo de Frankenstein, es un paseo escrito.
Empecé a pasear sistemáticamente el verano de 2018 cuando fui nombrado algo así como Paseador Oficial de la Villa de Madrid, dentro del festival cultural Veranos de la Villa. Mi misión era viajar a pie desde mi barrio, el muy castizo y gentrificado Lavapiés, hasta los 21 distritos de la capital. En algunas de las misiones tardé cinco o siete horas a pie: hubiera llegado antes a mi Oviedo natal en autobús que al Ikea de Vallecas a pata. Al volver de cada expedición escribía un texto que se repartía impreso en los espectáculos del festival y se colgaba en la web del Ayuntamiento. Sobre aquellos 21 textos seguí paseando y paseando, también por las grandes avenidas de la documentación, hasta conformar el libro que nos ocupa.
Lo que descubrí es que la ciudad de Madrid, y también las demás, no son una ciudad, son varias que se yuxtaponen o se solapan. Hay un Madrid en la cabeza de cada madrileño y la única forma de tener el Madrid real sería unir metafísicamente todos estos madriles. O ser Dios. O Paseador Oficial. Hay ciudadanos que jamás comparten espacio: es extraño que los habitantes del centro vayan a la periferia, menos raro es que los de la periferia vayan al centro (siempre hay compras o gestiones que hacer), pero lo más extraño es que alguien de una periferia viaje a otra: por ejemplo, de Hortaleza a Aluche.
Lo que más llama la atención al paseador que pasea por toda la ciudad es la desigualdad, esa que dicen que no existe porque todos somos clase media. En Madrid la segregación es bien notoria: al sur viven los pobres y al norte los ricos. Los barrios pobres tienen peores calles y edificios (la mayoría bloques de ladrillo visto y toldo verde botella), peores servicios públicos, más desempleo e incluso menor esperanza de vida. Se vive más años, de media, en el Barrio de Salamanca que en Usera.
Fue curioso, también, conocer eso que ahora llaman barrionalismo, la identificación con el propio barrio antes que otras instancias. Al fin y al cabo, muchos de los barrios de Madrid eran antes pueblecitos independientes: Vicálvaro, Vallecas, Carabanchel, Fuencarral, etc. Al llegar en una ocasión a Carabanchel, después de dos horas de zapatilla, me preguntaron de donde venía. Dije: “De Lavapiés. Me dijeron: “Ah, entonces vienes de Madrid”. Como si aquello no fuera Madrid.
El libro se llama La ciudad infinita, y no es una metáfora, porque realmente la ciudad es infinita. Dicen que los poemas nunca se acaban, que solo se abandonan. Con los paseos escritos pasa lo mismo: todo está tan lleno de significados, de historias mínimas, de recuerdos, de ideas, de visiones, que es muy difícil dejar de escribir en algún momento. Este libro podría ser en realidad una enciclopedia, o infinito. Afortunadamente, no lo es. Al día siguiente de mandarle la versión definitiva (por llamarla de alguna manera) al editor, me asaltaron un montón de ideas que me había dejado fuera. En realidad, me pasa cada vez que salgo a la calle, y por eso muchas veces trato de quedarme en casa, a oscuras, hecho un ovillo en una esquina, no vaya a ser.
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Autor: Sergio C. Fanjul. Título: La ciudad infinita: Crónicas de exploración urbana. Editorial: Reservoir Books. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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