“Vosotros lo tenéis todo, yo tengo una escopeta», escribió Rafael Chirbes en las páginas de En la orilla (Anagrama, 2013), aquella novela que, acaso apretados por el empujón de la realidad, muchos llamaron la gran historia de la crisis. Y lo fue. A su manera lo fue. En La otra orilla, Chirbes contaba la historia de Esteban, un hombre que se ve obligado a cerrar una carpintería que vivió del esplendor de la construcción, y se descubre de pronto vacío y despojado.
Esteban es una víctima y un verdugo. Ha dejado en el paro a 5 personas y su padre, enfermo en fase terminal, se apaga mientras él intenta sobrellevar la ruina que toca a su puerta con la insistencia de una derrota. Todo ocurre en el paisaje de un pantano en el que baja el nivel del agua: escenario del escombro; el lugar al que van a parar los restos; la basura; las historias arruinadas de hombres y mujeres…. Todo aquello que se pudre lo hace bajo el fango espeso de tierra y desilusión que Chirbes escogió como sustancia de aquella novela. Han transcurrido tres años desde entonces y apenas uno desde la muerte de Chirbes.
Hace ya un par de meses, los primeros días de verano, en un ajardinado hotel del centro de Madrid, un grupo de editores hablaba de los libros que desembarcarán en septiembre. Abundaban la ficción histórica, arropada en la aventura, los misterios y ese tipo de cuentas pendientes que no incomodan a nadie –hijas bastardas de duquesas prominentes, por ejemplo-. “¿Tenéis previsto reforzar la No Ficción en los sellos?”, preguntó un reportero con un pequeño croissant en una mano y el boli en la otra. “No –respondió uno de los convocantes-. Para leer sobre la realidad, la gente prefiere comprar el periódico de los sábados”. La frase quedó en el aire como el latigazo de un mayoral que está en lo cierto.
Allá ha ido la ficción de esta primera parte del trimestre: al gesto de atrincherarse no en el pasado, sino en ese limbo de quienes saben usarlo para huir del presente. Leer para olvidar. Leer para apartarse. Para no estar aquí. Novelas que buscan pasar de puntillas. La muestra de que las aguas del pantano han vuelto a su nivel original o desean hacerlo. La escopeta de Chirbes se ha quedado sin perdigones. No habrá, parece, combate ni cuerpo a cuerpo en la ficción de los próximos días, al menos no en las apuestas de relumbrón, excepto por un libro, uno que valdrá por el resto.
Se trata de Patria (Tusquets), la nueva novela en la que Fernando Aramburu mete las manos en las tripas postergadas de la carnicería etarra. Ha dicho Aramburu que le habría gustado no tener que escribir este libro; pero lo ha hecho. Y menos mal. Bittori, la viuda de un hombre asesinado por ETA que decide volver a su pueblo el día en el que la banda anuncia que dejará las armas, sirve a Aramburu para narrar los últimos 30 años de la vida del País Vasco bajo el terrorismo de ETA, y supone la novela de toda la vida de Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959), quien ya se enfrentó a la violencia y sus consecuencias en su tierra natal en Los peces de la amargura (2006) y en Años lentos (2012).
El libro se publica el próximo 6 de septiembre, una fecha que suena mal; a provisionalidad; a resacón en Torrevieja. Una fecha en la que, sin duda, España no tendrá todavía gobierno. Rara y perversa metáfora del presente se urde en las novedades. Dar la espalda. Descargar la escopeta. Quedar desarmados. Una manera de no habitar el tiempo que corre, casi como si quienes escribiesen vivieran en el siglo remoto desde donde un impostor –este Pobrecito Hablador- escribe estas lamentaciones .
Esperar…
En su más reciente novela, Zaza, emperador de Ibiza (Alfaguara), el escritor Ray Loriga hizo un retablo hilarante y mostrenco de los días que transcurrían en su vida y en la nuestra. En aquella, su novena novela, Loriga se valió de un delirio. Un camello retirado, Zaza, vive tranquilamente en Ibiza. No quiere problemas. “Es un buen muerto”, escribía Loriga. Pero la llegada al mercado de una nueva droga que hace felices a quienes la consumen lo trastoca todo.
Entre disparatadas escenas de las que entran y salen narcos, médicos, químicos, grandes laboratorios y hasta la burguesía surafricana, el excamello recibe una oferta: convertirse en el emperador de una Ibiza independiente. Sí: grupos poderosos quieren financiar la independencia balear. Zaza acepta de buena gana, pero con una condición: no puede abandonar el gran barco de lujo, tampoco pisar tierra. Su fortuna dependería de su deriva.
Aquella fue una historia escrita con vocación de esperpento, y sin duda, la fantasmagoría se ha cumplido. Para quienes esperan noticias del autor de aquella primera novela Héroes y a la que siguieron entregas más maduras como Trífero, se sabe que el escritor está trabajando en un nuevo manuscrito para Alfaguara. Aunque dentro del sello no se confirma todavía la firma del contrato, es una realidad: Loriga prepara nueva entrega.
De momento, erupcionan viejos volcanes. Apenas esta semana, Planeta ha anunciado que el 17 de noviembre Carlos Ruiz Zafón publica El laberinto de los espíritus, que el propio sello anuncia como “el desenlace de la saga” de El Cementerio de los Libros Olvidados que se inició en 2001 con La Sombra del Viento y continuó en 2008 con El Juego del Ángel y en 2011 con El Prisionero del Cielo. Lo dicho. La escopeta de la realidad se queda sin perdigones. Chupito de superventas para todos, ¡invita el siglo XIX!
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