Premio Booker Internacional de 2020, autora jovencísima que no se identifica como hombre ni como mujer, que escribe desde la granja en la que trabaja entre vacas, que empezó con la poesía, que creció en una familia muy religiosa… Lo que se sabía de esta novela era, casi, demasiado. Demasiado de sus alrededores; muy poco, sin embargo, de su verdad.
Menos mal que basta abrir el libro para que se diluyan los prejuicios y el lector entre, desnudo y vulnerable, en esa granja llena de estiércol, de olores, de suciedad, de trabajo, de frases de la Biblia, de miedos, de sueños. Una granja en la que crecen cuatro niños, casi como pueden, mientras sus padres apenas paran quietos: hay comida en la mesa, algún tipo de protección contra el frío, unas cuantas sentencias aprendidas. Con eso basta para la supervivencia, pero… ¿es suficiente para vivir?
La protagonista y narradora del libro es Jas, tercera de cuatro hermanos y la que más sufre la muerte del mayor. Una muerte de la que no se habla, que tampoco se debe sentir, porque no hay sentimientos en una tierra dura y fría en la que siempre se trabaja para prevenir la siguiente estación.
“En el pueblo nadie se pasaba mucho tiempo con sus propios pensamientos, porque entonces se estropeaba la cosecha, y aquí la salud de la cosecha era más importante que la salud mental”.
Ni pensamientos ni sentimientos.
La cabeza baja y las manos en la tierra.
Cada uno de los tres hermanos supervivientes —“los tres Reyes”, como se llaman a sí mismos, porque irán a buscar al niño perdido— lleva el duelo como puede, entre sus hormonas, sus fantasmas y unos silencios tan ásperos que enseguida se convierten en instinto autodestructivo: salir de allí, huir, aunque sea hacia la nada.
“…estamos en el mundo”, les suele decir su padre, “pero no somos del mundo”.
¿Y entonces de dónde y de quién son esos tres niños perdidos, huérfanos de hermano, con unos padres llenos de callos y de ausencia? Pues intentan ser (de) ellos mismos: “No quiero ir con Dios, sino conmigo misma”. Eso dice Jas, esa protagonista de doce años de poros abiertos, de sensibilidad extrema, que lo percibe todo, el dolor y la alegría, desde la belleza, y así lo cuenta.
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Autora: Marieke Lucas Rijneveld. Título: La inquietud de la noche. Traducción: Maria Rossich Andreu. Editorial: Temas de Hoy. Venta: Todostuslibros y Amazon
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