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Los prodigios son para el verano

Los prodigios son para el verano

Regreso a Matute para recordar una frase, en concreto, que centra el cartel colgado en mi habitación y que se entregaba como obsequio en esa joya de sabiduría y magia que es El libro de Ana María Matute, publicado por Blackie Books en 2022: “El mundo hay que fabricárselo uno mismo, hay que crear peldaños que te suban, que te saquen del pozo. Hay que inventarse la vida, porque acaba siendo verdad”. Esta frase preside mi pequeño desván, que no está en las alturas, sino en una planta baja, pero que para mí tiene aire de buhardilla, claro, porque así prefiero inventármelo. Un lugar, un cartel y una frase que han sido testigos de mi lectura de estos últimos días, la novela Mala estrella, de Julia Viejo, que, a lo Matute, también inventa mundos, en este caso el de Vera, que tiene trece años, un amigo-monja que va en bicicleta, unos padres ausentes y un abuelo-estatua que había sido alcalde del pueblo donde Vera pasa uno de esos veranos adolescentes que podían durar toda una vida.

"Se reconoce un tipo de personaje, esas niñas-mujer raras e imaginativas que observan el mundo de los adultos con asombro y un cierto temor"

Asociar a Matute con Julia Viejo no es baladí. La propia Julia cuenta que le hizo a Ana María una última entrevista. También hay quien dice que es la “Matute de la generación millennial”. Y desde su primer libro de relatos, En la celda había una luciérnaga (Blackie Books, 2022) —con historias como la de una madre y una hija que siembran rayos, gordos que caen del cielo y casas-cementerio— se respira el prodigio, la ternura y la pizca de oscuridad y melancolía presentes, casi siempre, en la autora de Olvidado rey Gudú, Paraíso inhabitado o Los niños tontos. Pero, sobre todo, se reconoce un tipo de personaje, esas niñas-mujer raras e imaginativas que observan el mundo de los adultos con asombro y un cierto temor que, quizá, dispara la fantasía desbordada y necesaria para acabar “inventándose la vida”.

"Con León, de alguna forma, Vera también se comprenderá y perdonará a sí misma. Porque este será un verano de cambio, ira y aprendizaje"

Una vida que en Mala estrella se nos retrata a través de la mirada de la protagonista, Vera, que disfraza la realidad a base de ironía, maravilla y mentiras catedralicias —aquellas que se “levantan con todo el peso de su verosimilitud y construyen su identidad a través de muchos, muchísimos detalles raros”—. Detalles únicos distribuidos a lo largo de toda esta novela de crecimiento que Julia Viejo, a través de la voz de Vera, la “niña rara” —con ecos de Celia de Elena Fortún o de Pippi Långstrump de Astrid Lindgren— escribe con las lentes del prodigio, esas que saben encontrar lo insólito en la cotidianeidad. Ya desde el inicio, Julia es capaz de sentar las bases de la historia en una primera frase, tal y como lo hacen esas grandes novelas que son cíclicas como un buen cuento: “En mi familia eran muy de morir en verano” nos dice Vera. Porque la historia que nos cuenta tratará de la familia, la soledad y el desarraigo. Y será la que se desarrolla en un verano —esa estación elástica que se acorta a medida que te haces mayor— en el que lidiará con una madre invisible —encerrada en una casa de reposo/manicomio que la protagonista prefiere bautizar como “el Colegio”—, con un padre saturado y enfrentado a un juicio por corrupción y unos vecinos que los consideran descendientes de un abuelo cacique, cuya estatua vandalizan noche tras noche. Pero también será la historia de unos días de estío en los que descubre los primeros besos, se mete en un río “con un cauce tan turbio que bien habría podido ocultar un cuerpo descompuesto” y remedia su soledad a través de las conversaciones con un personaje que por sí solo vale una novela: León. Una monja que Vera “encuentra” al principio del verano, un ser cuyo descubrimiento empieza “como siempre empiezan las cosas extrañas, con un elemento imprevisto sacado de su tiempo y su lugar” y que “tenía la cofia descolocada. Los ojos azules como un pozo y una barba rala de varios días que me confirmó al momento que no era una de las madres del Colegio”. Un personaje que aporta el toque absurdo, tan necesario para entender la vida, la contrarréplica a Vera y algunos de los momentos más mágicos —y profundos— de la novela. Con León, de alguna forma, Vera también se comprenderá y perdonará a sí misma. Porque este será un verano de cambio, ira y aprendizaje —no en vano esta obra es también una Bildungsroman, que retrata la transición de la infancia a la vida adulta—. Un cambio que Vera realizará a lo largo de esos días llenos de mentiras catedralicias, pues como decía Matute, a veces “hay que inventarse la vida”, y algún que otro prodigio, que también son para el verano y, por qué no, para esos adultos que seremos siempre un poco niños.

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Autora: Julia Viejo. Título: Mala estrella. Editorial: Blackie Books. Venta: Todostuslibros.

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