Si te roban o raptan a tu mujer, lo lógico es que quieras recuperarla, aunque los raptores se hayan internado al otro lado de la frontera con Méjico, un intrincado paisaje de cañones rojizos que parecen arder con el fuego del sol, desiertos sin agua, bandidos y revolucionarios. Si eres un tejano duro, con espolones de gallo viejo, tienes buena parte del dinero del mundo, eres propietario de bancos, ranchos y ganados y ferrocarriles, sencillamente contratas a los mejores profesionales. Eso hizo en 1917 Joe Grant (Ralph Bellamy) cuando su joven y hermosa esposa, Mrs. Grant (Claudia Cardinale) desapareció al otro lado de la frontera. Los profesionales, no los había mejores, los dirigía Henry “Rico” Fardan (Lee Marvin), digamos que aventurero natural, pistolero y experto en armas de fuego de todo tipo, Hans Ehrengard (Robert Ryan), otro exsoldado que sabe todo sobre caballos, a los que cuida y ama, Bill Dolworth (Burt Lancaster), del que no sabemos si le gustan más las mujeres valientes y decididas o la dinamita que maneja con soltura, y Jake Sharp (Woody Strode), un apache, cazarrecompensas y preciso al milímetro con un arco y flechas en las manos. Al otro lado de la frontera arde una revolución eterna capitaneada por Jesús Raza (Jack Palance), alguien que conocen muy bien Dolworth y Fardan. Los recuerdos —cómo olvidar la belleza y la manera de amar, vivir y luchar, sensual y combativa de Chiquita (Marie Gómez)—, la parte de tu juventud alegre y comprometida, se pueden tornar lanzas que hieren siempre, ganando o perdiendo.
Si no han visto Los profesionales (1966), una película escrita y dirigida por Richard Brooks, y filmada maravillosamente en Technicolor y Panavision en lugares tan salvajes e inspiradores como el Valle de la Muerte, el Parque Estatal del Valle de Fuego, en Nevada, el californiano Valle de Coachella o Eagle Mountain, no tienen perdón de Dios. Si no llegan a verla en una pantalla de cine para admirar la soberbia fotografía de Conrad Hall, uno de los grandes de ese oficio, el pecado es aún mayor. Sencillamente porque esta extraordinaria película, un western en estado puro, de acción, tiroteos, violencia, cabalgadas, cañones, ferrocarriles, desiertos, amores y desamores, traiciones, lealtades cosidas a fuego, vida y muerte en un segundo, estrategias de combate, ingenio y humor, es a la vez lo más parecido a una meditación de Marco Aurelio o a una reflexión moral de Montaigne. Hay hijos de puta por nacimiento, pero a otros les lleva toda una vida serlo, como bien sabe “Rico” Fardan. Un contrato es un contrato, y este vale cien mil dólares, pero uno vive, a uno u otro lado de la ley, a uno u otro lado de la frontera, conforme a códigos que no se traicionan nunca, la ética de los profesionales, sean del tipo que sean, como le gustaba a Howard Hawks. Por eso Los profesionales surca desde la acción el compromiso con la moral, pragmáticamente, incluso con un punto de cinismo, pero apasionadamente, con el sabor del romanticismo derivado de una causa que merece lucharla con independencia de cómo salgan las cosas. Hay contratos matrimoniales y hay contratos con el fuego del deseo, del galope del enamoramiento, que lo incendia todo. Hay revoluciones, posiblemente todas, que son como prostitutas, pero que merecen vivirse y se recuerdan siempre, entre risas, un poco de melancolía, excitación sin límite y botellas de tequila o mezcal, como esos amores sin freno, sin mañana, que dejan una sonrisa, el sabor de un encuentro sin horas, la huella de la carne en la carne.
117 minutos que se disfrutan sin tasa. Que nos piden más, que no acabe la fiesta del celuloide en el que quieres quedarte a vivir con estos tipos que cruzan fronteras, incumplen cumpliendo contratos y viven mil vidas en una. Quien no ha vivido la revolución no sabe lo que es la dulzura violenta de vivir, si me permiten pervertir un tanto la cita del cínico barón de Talleyrand. Richard Brooks, novelista, guionista, cineasta, intelectual siempre comprometido con el buen cine y la literatura —El fuego y la palabra, Lord Jim—, adapta la novela A Mule for the Marquesa, de Frank O’Rourke, y filma Los profesionales a sangre y fuego, justo como Arturo Pérez-Reverte escribió Revolución. No sobra ni falta un plano. Un Azorín pasado por Baroja. Y claro, con Lancaster y Marvin, Strode y Ryan, Jack Palance y Claudia Cardinale. Un festín.
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The Professionals (Los profesionales, 1966). Producida para Columbia Pictures. Escrita, adaptando la novela A Mule for the Marquesa, de Frank O’Rourke, por Richard Brooks. Dirigida por Richard Brooks. Fotografía de Conrad L. Hall. Música de Maurice Jarre. Montaje de Peter Zinner. Dirección de Arte, Edward S. Haworth. Decorados, Frank Tuttle. Vestuario, Frank Martell. Interpretada por Lee Marvin, Robert Ryan, Woody Strode, Burt Lancaster, Jack Palance, Claudia Cardinale, Ralph Bellamy, Joe de Santis, Rafael Bertrand, Jorge Martínez de Hoyos, Marie Gómez, José Chávez, Carlos Romero, Vaughn Taylor. Duración, 117 minutos.
En el desenlace de la película, J. W. Grant (Ralph Bellamy) le dice a «Rico» Fardan (Lee Marvin): «You, bastard!». A lo que Fardan replica: «Yes, sir. For me it’s an accident of birth. But you, sir, you are a self-made man». Que es ligeramente distinto de la versión que refleja Torres-Dulce.