Mikel Lejarza me escucha relajadamente, a veces con una mesa vacía de por medio, otras con dos copas de vino añejo carísimo que confirman eso de que como buen vasco de cien apellidos es un poco sibarita. Yo le presto atención sin tomar notas, disfruto de sus narraciones sin censura, su sentimiento optimista de la vida, a pesar de todo lo que ha pasado, y sus preocupaciones familiares. Los dos sabemos que mi teléfono lo graba todo.
Ese día que escuché detenidamente nuestra charla me di cuenta de que el resultado de mi trabajo como periodista habituado a hacer investigación mezclaría mal, podía desorientar, en una ensalada con las memorias de un agente infiltrado. Yo quería sacar a la luz los testimonios, que auguraba estremecedores —no me equivoqué—, de sus personas más allegadas, familiares, amigos y compañeros del servicio secreto. Quería destapar historias como la persecución para desacreditarle a la que le estaban sometiendo algunos elementos de la antigua ETA, pero a la que él se negaba a dar pábulo —más tarde le convencí—. Deseaba, incluso, contar con el testimonio de un psicólogo clínico, Carlos Ramos, que había estudiado con detenimiento la peculiar y conflictiva personalidad de los infiltrados y me había ayudado cuando escribí la novela El regreso de El Lobo, ocho años atrás. Con cierta osadía, incluso le propuse a Mikel desvelar el lado misterioso de su vida, una amalgama llamativa de presentimientos, sucesos sobrenaturales y fuerzas extrañas. Respondió que sí.
Estaba claro que teníamos un segundo libro, Secretos de confesión, que ofrece historias y argumentos distintos. Él confesaba en el primero y ahora yo ejerzo de revelador de los secretos escondidos, cuando se cumplen 50 años del inicio de la Operación Lobo, la más exitosa en la lucha contra la banda terrorista.
Un día, en una decisión sorpresa que no había previsto en los inicios de la elaboración del libro, Mikel me transmitió que estaba pensando continuar con su confesión y añadir lo que había quedado en penumbra en el anterior: sus trabajos en los últimos 20 años, los más recientes. No podía desvelarlo todo, pero sí una parte importante.
Este puzle, en el que finalmente se ha convertido Secretos de confesión, permite ver junto a la vida profesional del que sin duda es el mejor agente de la historia del servicio de inteligencia español, su cara oculta, la imagen completa de Lejarza como ser humano. Y como consecuencia de ello, la de tantos infiltrados como él de nombre desconocido —el libro está dedicado a los hombres y mujeres que en silencio se juegan la vida por España—. Pero damos un paso adelante, novedoso: conocemos la vida, sufrimientos, sueños rotos, alegrías y sufrimientos de sus hermanas en el País Vasco, su cuñado policía, el agente que le ayudó a salir adelante cuando El Lobo no mantenía buenas relaciones con el servicio, el compañero guardia civil con el que salió de algunas trampas de ETA…
Antes que ustedes, yo he tenido la suerte de viajar por España y pasar horas y horas con todos ellos. Recuerdo sus caras emocionadas, sus historias tristes, pero también las alegres. Y no puedo olvidar que Mikel nunca me pidió que le contara de inmediato su contenido. Un tipo duro como él que siempre presta atención a mis palabras prefería enterarse leyéndolas en solitario. Y es que Mikel, como yo, nos emocionamos con cierta facilidad. No lo cuenten, es un Secreto de confesión.
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Autores: Mikel Lejarza y Fernando Rueda. Título: Secreto de confesión. Editorial: Roca. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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