En la tradición de las novelas de pandilla de Los cinco, las aventuras de Los Goonies y el desenfado de Scooby-Doo, Los Sin Miedo se ha convertido en una de las series de misterio y terror favorita de los niños españoles, leída en Turquía y China, donde se han traducido los diez primeros títulos. En Huellas secretas en el Camino (Edebé), el nuevo libro de José María Plaza, sus protagonistas recorren el Camino de Santiago en busca de un tesoro templario. Ofrecemos el primer capítulo de la novela.
Ya casi había pasado un año desde nuestra primera historia en la casa del fin del mundo. Entonces se formó la pandilla de Los Sin Miedo y en ese tiempo nos habíamos convertido en un grupo cada vez más unido, quizás porque hemos vivido muchas aventuras juntos: Álvaro, que soy yo, Belén, Cristina y David somos como los tres mosqueteros, que eran cuatro, y nuestro lema es el suyo: uno para todos y todos para uno. La verdad es que las aventuras y los peligros unen mucho.
Te unen si acaban bien, claro.
Si lo estás pasando mal, te arrepientes de haberte metido en líos y dices que la próxima vez no vuelves a salir de casa. Pero eso es sólo un momento. Después te vuelven a entrar ganas de vivir aventuras por muy peligrosas que puedan ser. Y de peligros, nosotros sabemos un montón. Me acuerdo bien cuando nos encerraron en el túnel del castillo de los guerreros sin cabeza o cuando salieron millones de murciélagos de una cueva en la Costa de la Muerte o cuando desapareció Erika, la hermana pequeña de Belén, en…
-¿Qué te pasa, Álvaro? ¿Por qué estás tan pensativo?
-¡Eh!
Al instante abrí más los ojos y vi a Belén, precisamente. Acababa de llegar con David. Mi amigo tenía una sonrisa que se le salía de la cara. Seguro que era porque ya nos habían dado las vacaciones.
-Oh, na… nada, nada –dije-. Estaba pensando.
-Pues piensa qué es lo que podemos hacer estos días extras que nos han regalado –añadió David-. No digo que no sea fenómeno tener vacaciones antes de tiempo, pero hemos acabado tan pronto las clases que mis padres no saben qué hacer conmigo. ¡Cómo si yo los necesitara para divertirme!… ¡Ya sabéis cómo son los padres! Enseguida se agobian.
-Yo quiero irme de Madrid en cuanto pueda. Quizás vaya a la casa de la Sierra. ¿Os animáis? Podíamos hacer excursiones todos los días. O ir más lejos y acampar en algún bosque… ¿Qué os parece?
David y yo nos miramos como si no la hubiésemos escuchado. Conocíamos bien las excursiones de Belén. Le gusta tanto la naturaleza y es tan deportista que es capaz de subirse tres montañas y seguir tan fresca. A nosotros nos agotaba sólo con imaginarlo.
Los exámenes nos habían dejado sin fuerzas.
Así que para disimular, y mirando hacia el cielo, David cambió de tema.
-Es genial que tengan que hacer obras en el colegio. Para nosotros, un chollo. Lo que no entiendo es eso de la ampliación. ¿Para qué querrán hacer un colegio más grande?
-A mí lo que me sorprende es que Cristina nos haya convocado aquí con tanta prisa –señalé-. Me ha dicho que era urgentísimo que nos viésemos hoy sin falta. ¿Lo sabíais?
-Claro. Ha mandado el mismo mensaje a todos, porque los cuatro estamos en el grupo LSM de wathsapp. ¿O es que ya no lo recuerdas?
-¡Cómo no voy a recordarlo si lo creé yo! –traté de disimular-. Lo que quiero decir es que, además del mensaje, a mí me ha llamado por teléfono para asegurarse que iba a estar.
-¡Y a mí!
-¡Y a mí!
-Todo esto es muy raro –prosiguió David, mirando bien hacia todos los lados-. Cristina no suele ser tan pesada. Algo muy grave debe estar pasando.
Al oír aquellas palabras, me inquieté.
Si Cris nos había reunido con tanto urgencia era porque tenía algo muy importante que contarnos.
¡Glug!
Tragué saliva, como pude, y casi me atraganto. En esos momentos pensé que nuestra amigas se iba a trasladar a otra ciudad, algo que no me gustaba nada, porque la pandilla de Los Sin Miedo no sería la misma sin uno de sus miembros, y además…
Además, había más.
No quería recordar el último día de nuestra aventura del tablero del otro mundo y todo lo que pasó al final, cuando Cris se resbaló de la escalera, y yo me lancé hacia ella con los brazos extendidos para que no chocara contra el suelo. No sé si sabéis que cayó encima de mí; su pelo tan largo me rozó los labios, y ella me miró agradecida y me dio un beso, un beso que se le escapó sin darse cuenta y…
En fin, por culpa de esa imagen suspendí uno de los exámenes. No podía concentrarme para estudiar: estuve demasiado tiempo dando vueltas en mi cabeza a aquel momento y lo que sucedió después.
Más bien, lo que no sucedió.
Una vez que volvimos a Madrid, Cristina se comportó conmigo como lo había hecho hasta entonces.
Exactamente igual. Era como si no hubiera ocurrido nada.
-¡Hola chicos! –en ese momento llegó. Parecía despistada, algo impropio de ella-. ¿Ya estáis aquí?
-Quedaste con nosotros hace media hora –le recordó Belén-, y por las prisas que nos metiste parecía algo importante.
-Y urgente –añadió David-. Estaba leyendo una historia de terror, de esas de los libros que encontré en el desván de mi abuelo, y he tenido que dejarla en lo más emocionante, cuando se abre una cripta en el sótano de una catedral…
Yo seguía confundido.
-Sí, es muy urgente –comentó-. ¡Venid! –dejamos el banco y la seguimos hasta un árbol grueso; nos sentamos lejos del camino por donde pasaba la gente-. Os voy a proponer algo que tenemos que decidir hoy mismo. ¿Entendéis ahora la prisa por reunirnos?
Nuestra amiga andaba algo misteriosa. No era su estilo. Así que deduje que se trataba de algo muy gordo.
-¿Os acordáis de Lorena, mi prima, la periodista? –preguntó y me acordé que Lorena vino a nuestro rescate cuando estuvimos atrapados en el parque de atracciones-. Mi prima es fantástica: valiente, independiente, original, osada, escribe muy bien y también saca fotos…
-¡Ah!
No entendíamos a qué venía aquel elogio de la familia. Nunca se nos había ocurrido pensar nada sobre Lorena. Cris continuó.
-Nos ha invitado a hacer el Camino de Santiago con ella.
-¡Eh!
-¿Qué?
-¿El camino?
Aquella noticia, así, de pronto, nos había dejado aún más confundidos. Cristina se dio cuenta de su precipitación y volvió a contarnos lo que nos tenía que decir, pero esta vez empezando por el principio y con orden; algo más propio de ella.
-Ya sabéis que los periódicos sacan páginas especiales de verano –no lo sabíamos, pero no la quisimos interrumpir-. A mi prima, que es periodista, se le ocurrió que podría escribir el diario de un peregrino y le propuso al periódico una serie titulada ‘El camino de Santiago a paso de iPhono’.
-¿Va a sacar también las fotos? –se interesó Belén.
-¡Y con un iPhono último modelo! –dedujo David-. ¡Qué suerte tienen algunas!
-Ahora con los móviles todo el mundo puede hacer buenas fotos –respondió Cris, se calló un momento para tomar aliento y nos miró, uno a uno; luego continuó-. Pero no era esto lo que os quería contar. Lo mejor viene ahora.
-¿Lo mejor?
No sabíamos que aquella noticia fuese algo bueno. Al menos, para nosotros.
-Mi prima me ha invitado a ir con ella, y yo le he dicho que sí, pero que también debían venir mis amigos. Juntos es más divertido. ¿Qué os parece?
Nos miramos los unos a los otros. Teníamos clara la respuesta. David se nos adelantó:
-¡Fenómeno! –y sonrió-. Si lo paga el periódico, será un viaje de lujo. Ahora lo entiendo: le han puesto una limusina, y como en esos coches hay sitio de sobra para un equipo de fútbol. Ya me veo tumbado y viendo la tele mientras recorremos el camino ese.
-No hay ninguna limusina –nos informó Cris-. Ni siquiera coche. Mi prima va a hacer el camino de Santiago andando.
-¿Andando?
-Sí, andando, caminando, a pie, dando un paso tras otro –remarcó-, como cualquier peregrino. Ahí está la gracia del reportaje.
Belén sonrió. David ni siquiera se dio cuenta. Había algo que le preocupaba más.
-¿Andando? –repitió y trató de imaginárselo-. ¿Andando todo el tiempo?… –la cara se le nubló un momento y luego volvió a sonreír-. Bueno, no pasa nada por andar un poco. Además, al final de cada etapa habrá buenos hoteles con piscina y bufé libre y televisión con mil canales…
-No para nosotros –le desencantó Cris-. Nos alojaremos en los albergues del Camino. Habrá que llevarse un saco de dormir, una ropa para cambiarnos, cantimplora y poco más: 8 kilos de peso. Vamos a hacer el mismo camino y la misma vida que han hecho los peregrinos durante mil años.
-¿Quéeeeee?….
Aquel plan cada vez nos convencía menos; sobre todo, a David, que se levantó, como si quisiera irse, pero antes de dar un paso, preguntó.
-¿Cuántos kilómetros son el recorrido ese tan antiguo?
-No vamos a hacer todas las etapas.
-Ah, menos mal –David volvió a sentarse-. Eso es otra cosa.
-Nos saltamos la primera, la que está en un pueblo francés en los Pirineos. Empezaremos en Roncesvalles, al norte de Navarra, y desde allí hasta Santiago de Compostela son exactamente –y miró su libreta fucsia-, 790 kilómetros, que hay que recorrer en 31 etapas para publicar un artículo diario durante el mes de julio.
Saqué el móvil e hice inmediatamente una operación.
-Son 25 kilómetros al día.
-Exacto –dijo David, que había hecho el mismo cálculo-: 25 kilómetros, 483 metros, 87 centímetros, 1 milímetro… ¡Uf, demasiado! ¡Sólo con pensarlo, me mareo!
Se levantó de nuevo y dijo:
-Ya sabéis que yo tengo una voluntad de hierro, así que para que no os canséis, me voy de aquí antes de que perdáis el tiempo tratando de convencerme. De ninguna manera me pondré a andar, uno a uno, esos millones de kilómetros cuadrados, y cuando digo que no es que no y que no, que no…
Y desapareció.
Nos miramos sin saber muy bien qué hacer ni qué decir. La cara de Cristina se quedó oscurecida, como si la hubiese atravesado un nubarrón. Le habíamos estropeado su plan. Traté de animarla.
-¡Ya sabes cómo es David!
En realidad nadie sabe cómo es David. Siempre dice lo primero que se le pasa por la cabeza y sus reacciones pueden ser contradictorias. Es el más miedoso de los cuatro, pero es el primero en meterse en cualquier peligro.
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Título: Huellas secretas en el camino. Autor: José María Plaza. Editorial: Edebé. Edición: papel.
Dibujo de portada: Noemí Villamuza. Dibujos interiores: Nataly Londoño.
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